Jairo Alarcón Rodas
Filósofo y profesor universitario

No obstante lo complejo y maravilloso de la vida, la muerte prevalece y, como su sombra, cabalga incesantemente, avasallando con su paso a todo ser viviente con su simple y fatal acecho. Ante tal amenaza, la vida no tiene más recurso que la espera. Pero resulta a veces incomprensible su triunfo sobre la vida.

Dentro de las múltiples manifestaciones que tiene la vida, su importancia cobra valor existencial en aquellos que son conscientes de esta. Sin embargo, para muchos seres humanos, vivir se convierte en un martirio, en ellos es preferible la muerte. La complejidad humana complejiza también el tema de la existencia y la muerte.

A pesar de que el destino para todos será expirar, la pregunta existencial persiste, ¿por qué morir, por qué prevalece la nada? ¿Por qué si para que surgiera la vida y más tarde la conciencia, tuvo que conjuntarse una serie de hechos y fenómenos que dieron por resultado una sucesión de complejas conexiones, organizadas para un fin específico, su destrucción es inmediata e inevitable?

Todo comienzo tiene su fin, esa es la lógica de la naturaleza, ya que tan solo la materia, y su devenir, son eternos. Así, aunque la duración de los seres vivos sea de apenas unos minutos, horas, días, meses o años, el destino fatal será siempre el mismo, su muerte. Comprensibles y convincentes respuestas, pero que no acallan las inquietudes de aquellos que ven en la vida, la conciencia del universo.

Es claro que el fin llegará para todos, que fenecer indudablemente ocurrirá, pero para los seres que poseen conciencia, los que llegan a valorar en toda su magnitud lo que representa la vida, la muerte no tiene razón existencial de ser si con esta terminan también los recuerdos, los sentimientos, las apetencias y las dudas.

Profundizando un poco sobre la vida y la muerte, la respuesta a las inquietudes que surgen sobre el porqué de la muerte quizás se encuentre en la dialéctica de la naturaleza, en esa que desde Heráclito enseña con poderosas metáforas que: Inmortales, mortales; mortales, inmortales; viviendo la muerte de aquéllos y muriendo la vida de éstos. En la naturaleza, todo se encadena para que continúe la vida y en consecuencia, vivir no sería posible sin la muerte y esta a su vez no tiene sentido sin la vida.

Biológicamente, la muerte es necesaria; todo ser vivo tiene un principio y un fin, no se puede vivir eternamente, la naturaleza corpórea y las circunstancias lo impiden, pero ¿qué decir del plano existencial? Existencialmente, la eternidad de la vida abruma, aunque la ausencia total desconcierta. Saber que con la vida se es y con la muerte nada, angustia. Por ello, a pesar de todo, la muerte impone su presencia, prevalece sobre la vida.

Al final lo que duele es aceptar la aniquilación de la conciencia con la muerte, la disolución del ser en la nada. ¿Será por eso que la muerte desencanta?

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