Maco Luna
Escritor

Llegó telegrama: “Infórmole ganó Juegos Florales”.

Un agradable calor invadió mi ser. La alegría llenó mi espíritu. Había ganado en la rama de cuento. El premio consistía en una medalla de oro, un diploma, publicación del cuento ganador y una cantidad de dinero en efectivo. En noche apoteósica se me entregó el estímulo. Como siempre, el dinero se hizo agua, guardé la medalla de oro, el diploma y la satisfacción de haber sido el triunfador.

El tiempo se llevó las vacas gordas y en su lugar dejó unas rumiantes anoréxicas que con triste mirar me pusieron a vivir bajo el umbral de la pobreza. Entonces se apagó la lumbre en mi estrecho horizonte económico y me sentí desnudo, parado en un callejón sin salida.

Agobiado por la pena pensé que lo mejor era vender la medalla de oro y así agenciarme de unos fondos para subsistir. Sin darle más vueltas al asunto busqué la condecoración en las gavetas de mi viejo escritorio, revolví todos los papeles y allí, en un rincón, estaba la dorada presea. La tomé con delicadeza y salí del brazo de la esperanza.

Con la idea fija en vender la prenda me dirigí a una tienda donde compraban oro. Yo conocía algunos locales que se dedicaban a este negocio en el Pasaje Rubio. Al llegar pregunté ilusionado: ¿Cuánto me dan por esta medalla de oro? El tipo la cogió y la escudriñó con ojo experto. “Esto no es oro, señor, ni brasileño ni italiano, ni nada. Es bronce tal vez, pero oro, jamás”. “Pero si a mí me la dieron como medalla de oro en un concurso”, “Perdóneme, pero se lo babosearon. Yo que usted mejor buscaría venderla donde compran chatarra. Allí de plano sí la puede negociar”. Sentí la escupida de la realidad en mi cara, y el desengaño barrió toda mi ilusión.

Por eso no me quedó otra que atalayar al camión que traía el pregón: Le venimos comprando toda clase de chatarra, le ayudamos a deschatarrizar su casa a la vez que se gana unos centavitos… Le venimos comprando toda clase de chatarra…y dale que dale al altoparlante.

Hablé con el encargado del negocio ambulante y le dije que tenía una medalla de puro bronce. “Vamos a ver”, se interesó de inmediato. Saqué con cuidado aquel premio que otrora había recibido entre vítores y dedicatorias y se lo mostré orgulloso. “Mmmm, no pesa mucho. Le doy tres quetzales”. Otro escupitajo de la realidad en la cara. “Está bien, contesté resignado. Le di un beso de sincero afecto a la medalla y le dije adiós. La letanía del pregón se perdió entre las calles del barrio y allí se fue mi honor.

Se metió entre los hierros retorcidos, se vistió de óxido y fue a parar al crisol donde se revolvió con el latón, el aluminio y otros pedazos de viejo metal. Cuando salió era toda una aleación. De inmediato consiguió empleo en la fábrica de instrumentos de viento, donde se convirtió en una brillante trompeta y anduvo entre mariachis y orquestas. No duraba mucho en los conjuntos porque no podía dibujar la línea de una melodía. Por más esfuerzo que el músico hiciera para hilvanar sonidos, la trompeta solo sabía contar historias.

Como en esta región del mundo la mayoría es gente de poco tener, el dueño de la trompeta decidió venderla porque no le servía para ejecutar su oficio. La fama del instrumento se había regado entre la población y ningún músico se atrevía a comprarlo.

No hubo más remedio que atalayar al camión de la chatarra: Le venimos comprando toda clase de chatarra, le ayudamos a deschatarrizar su casa a la vez que se gana unos centavitos…Le venimos comprando toda clase de chatarra, interminable pregón perdido entre las calles del barrio.

“Le vendo una trompeta”. “Vamos a ver”. “Se la doy con todo y estuche”. “El estuche no me sirve, solo quiero el metal”. “Ah, bueno, entonces con todo y boquilla”. “Le doy veinte pesos”. “Deme veinticinco y se la lleva”. “Ta’ bueno. Aquí tiene”, y así se fue la trompeta sorda a fundirse con otros metales.

Al salir de la recicladora la enviaron directamente a una fábrica de trofeos, donde fue convertida en toda una medalla, en la que, en medio de una corona de laurel, se leía: “Al primer lugar en la rama de cuento”.

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