Alfonso Mata

La lógica política manda: moderar los excesos de los de arriba, fortalecer a los de en medio, y ayudar a los de abajo; pero nuestros políticos siguen y se aplican a lo de Hofmannstahl “es seguro que, en nuestros retorcidos caminos, no solo somos empujados hacia adelante por los propios actos, sino seducidos continuamente por algo que al parecer nos aguarda en algún sitio y que siempre se halla encubierto”.

Andar, buscar y encontrar, es un acto humano dignificado en la odisea por Homero. Nuestros “Ulises” políticos, aunque “fecundos en ardides” no lo son en sus fines ya que no hacen ni buscan hacer un mundo mejor para otros y sus aventuras van tras la “codicia” y por tanto no consisten en dar sino en apropiarse y volverse individuos sin cualidades y en lugar de vidas ricas en hechos y acontecimientos para los demás, pasan ante nuestros ojos como vidas a base de “jalones” convertidas en oportunistas, desplazando el plano de su conciencia por el de la “apetencia”. En esa forma, el político deja de ser un sujeto “épico” para convertirse en un personaje cualquiera, repulsivo, perdiéndose del encuentro con el prójimo al que paraliza en su buena voluntad y esperanza.

Personalidades políticas aparecen una y otra vez en nuestra historia y ahora con más frecuencia, mostrando el trauma de la pobreza y miseria que nos rodea sin que eso les cause a ellos un trauma de pecado, si no, más bien, la pasan, recogidos en su gesto único de “cinismo” en que la salud social no importa en lo más mínimo.

Al concluir la lectura de los fragmentos de arriba, uno se pregunta ¿serán solo los políticos los de esos rasgos? Mecanización, cosificación se extiende ante nuestros ojos ampliamente en la ciudades y en los campos; veamos para donde veamos, las experiencias de la vida interior se van remplazando por la experiencia en busca de “apetencias” con toda una acomodación del ser y hacer cotidiano, encaminado a “captar solo lo que está dentro de la dirección del interés” lo que genera una transformación “emocional” llevada arbitrariamente que deja solo a un “YO” dentro de un caos liberado de influjos de respeto y solidaridad hacia con los “OTROS” por carencia de una conciencia aprisionada “que no teje sobre el tiempo” como la Penélope de Ulises, sino que más bien ha roto todos los vínculos que se recogen en un gesto único: codiciar “all kinds of things (toda clase de cosas)” dejando vía a los escombros del espíritu, que acaba en una búsqueda infinita, por quitarse de encima la frustración.

Articular una Nación con seres de esa naturaleza es difícil. Sobrevivir en ella para muchos, solo es posible refugiándose en la “resignación” viviendo en medio del surgimiento de un estilo de vida que como señalaba Henry Miller “todos quieren ordenar el mundo, nadie quiere ayudar a su vecino”.

En nuestra patria, la verdadera pretensión de codicia la ponemos en práctica de diferentes formas, con diferentes mezclas de elementos (poder, vanidad, engaño, traición, robo, muerte) y al final, la inclinación más fuerte nos gana y eso sucede ante nuestros atónitos ojos, diciéndole adiós a la razón. En medio de eso, solo pueden ocurrir cambios arbitrarios, que llevan a un pensamiento que cada vez se vuelve más permanente y desafiante “Todos los puntos de vista humanos por más estúpidos e inhumanos que parezcan, tienen sus méritos y merecen su defensa”. Terrible respuesta de una sociedad, cada día más insensible y envuelta en un capricho de satisfacción personal. En ese ambiente, las promesas de éxito de la política, la ciencia, la técnica o la religión, no son más que gestos en un vacío existencial.

Las circunstancias expuestas, me llevan a concluir, evocando las sabias palabras de Ulises “Pero aun así quiero y deseo todos los días marcharme a mi casa, y ver el día del regreso. Si alguno de los dioses me maltratara en el ponto rojo como el vino, lo soportaré en mi pecho con ánimo paciente; pues ya soporté mucho sufriendo en el mar y en la guerra. Que venga esto después de aquello.”

Artículo anteriorFuturo de incertidumbre y exclusión
Artículo siguiente“El Cuartazo” (II)