Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

De mi vida universitaria, de esa primera promoción de la Universidad Rafael Landívar, ya dieron “El Cuartazo” María Luisa Beltranena, su esposo Arturo Padilla, mi querido y brillante compadre Luis Secaira, mis compañeros Luis Méndez, Pedro Aycinena, entre otros.

De mis años de convivencia empresarial han partido Mario Echeverría Trigueros, el mejor presidente que ha tenido la Cámara de Comercio, en mi opinión; Luis Canella, Ramiro Castillo y otros muchos más.

Lo mismo ha acontecido con aproximadamente la tercera parte de quienes conocí como diputados; por tanto, es lógico considerar que yo en lo personal me acerco a esa situación y prueba de ello es que recientemente, encontrándome en un viaje privado en México, al salir de las compras que efectué de los alimentos de la canasta básica en un conocido supermercado, me encontré imposibilitado de poder bajar las gradas eléctricas, bajé dos pisos asistido por un excelente conductor de taxi que durante varios días contraté y de la persona que me acompañaba en ese viaje.

Fue tan delicada la situación que al llegar al sótano, área de parqueo, no pude ponerme de pie, produciéndose un desmayo que obligó a que me asistieran los paramédicos del lugar, quienes después de examinarme sugirieron que el amigo taxista me trasladara, guiado por una radiopatrulla, a un centro médico de esa área denominada colonia Roma.

Permanecí 48 horas en el centro médico, se me habían paralizado los riñones y se me había congestionado el organismo. Antes de poder viajar de regreso a Guatemala tenían que controlarme para que me fuera físicamente posible hacerlo.

Mi hijo, como es natural, voló a México y me trajo directamente al Centro Médico donde permanecí nueve días en el intensivo tratado por varios médicos porque adicionalmente a la paralización de los riñones, se me produjo una embolia pulmonar y otras secuelas.

No fue sino hasta hace menos de una semana que fui dado de alta, con serias limitaciones que me han obligado todos estos días a permanecer en la residencia de uno de mis hijos, asistido 24 horas por personal paramédico.

En otras palabras, estuve tres veces a punto de dar “el cuartazo” en esos días.

Lo que no me complica, mucho menos me atemoriza, es el proceso natural de todos los seres humanos: nacer y morir. En mi caso, haciendo una evaluación de mis casi 80 años de vida, puedo asegurar que no he sido un parásito sino una persona que en la empresa, en la dirigencia empresarial y política he cumplido un rol que comprueba que como hormiga he trabajado en todos los lugares que me ha correspondido estar, día a día. A diferencia de algunas personas que lamentablemente siendo muy capaces no son hormigas sino viven la vida como zánganos.

Esta última situación de mi vida la acepto y se la agradezco a Dios porque me permite tratar de ordenar responsablemente lo que es mi patrimonio, que como es natural heredaré y entregare a mis hijos y a mis nietos, espero que de forma adecuada y ecuánime.

También nuevamente las circunstancias me permiten ver el apoyo, y la preocupación de los amigos que en cama y en cárcel nos extienden su apoyo desinteresado y reciproco.

¡Guatemala es primero!

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