Rómulo Mar
Escritor y poeta

IMPRESIONISTA

En un día iluminado,
en pleno florecimiento de la primavera,
desplegar el caballete,
colocar el lienzo,
desnudar la paleta,
¡despertar los colores!
y deslizar el pincel
que fuera dejando en su camino
una estela en la que floreara la poesía.

El poeta quería ser pintor,
un Manet, Cézanne o Monet,
Degas, o el mismo Renoir.
Un impresionista para impresionarla,
hacerla aparecer en “Los nenúfares”
destacada su silueta por la luz
y luego conversar amenamente
en “El almuerzo sobre la hierba”.
Llevarla al deslumbramiento con van Gogh
en esa magnífica “Noche estrellada”.

El poeta quería ser pintor,
que el trazo de cada verso
soltara ese espeso olor al óleo.
Cada palabra un color
que al escribir pintara.
También quería y lo soñaba,
que por cada idea nueva
un problema se borrara.

Viajar con ella en una metáfora
sobre la balsa “Impresión, sol naciente”
y que al seguir inventando metáforas
surgieran celajes, arcoíris, mariposas.
Con ella, mucha imaginación quizá,
olvidar tanta corrupción y muerte,
la inmoralidad reinante en la nación.

El poeta quería ser pintor,
que los amarillos y rojos intensos
reflejaran toda la pasión explotando
en los rincones de su corazón.

Al final, extasiado frente a la obra,
con la ropa manchada de figuras literarias,
pasear con ella del brazo por la galería
en la romántica muestra de sus poemas.

El poeta quería ser pintor,
un pintor que quisiera ser poeta.

MOCEDAD

Aquí estás de nuevo
con tu eternidad
a punto de terminar,
fogón encendido intensamente
a punto de apagar.
Flor de la flor
pétalo delicado en el cenit de la fuerza
cerca de machucar.
Fogosidad reventada en volcán
manantial que muerde la exuberancia
a punto de menguar, luna
belleza que declina.
El río de Heráclito
juventud que viaja a la vejez
irremediablemente
rodando hacia la muerte
eternamente fugaz
golosina, minuto, viento.

 

Artículo anteriorRadio Faro Cultural, desdibujada
Artículo siguientePOESÍA SELECTA