Luis Fernando Bermejo Quiñónez

@BermejoGt

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Por: Lic. Luis Fernando Bermejo

Quiñónez@BermejoGt
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El 2020 nos trajo diversas sorpresas. En particular, nos sorprendió la pandemia del Covid-19 que aún nos sigue afectando. Ha causado tanta pérdida de vidas y causado mella en las actividades diarias que antes dábamos por descontado, desde que los niños no van al colegio, el uso de mascarillas, hasta las actividades más mínimas ahora son sujeto de “protocolos sanitarios”. Todo cambió rápidamente y aún no regresamos a la normalidad.

En el 2020, había expectativa de mejoras en nuestro sistema político. Luego de las elecciones del 2019, dejamos atrás el gobierno de Jimmy Morales y lo que fue ese Congreso liderado por sinvergüenzas, pensando que la presidencia de Giammattei y el nuevo Congreso podían traer vientos frescos para recuperar la institucionalidad del país. Sin embargo, durante el año la administración del Presidente Giammattei ha tenido una gestión caracterizada por sus exabruptos y su mandato ha perdido el brillo que inicialmente tuvo al inicio de la pandemia cuando se le vio liderazgo. Lo anterior, aún iniciando su gestión, ha desembocado en las recientes manifestaciones y descontento público por la forma opaca en que han actuado él y sus funcionarios, sus nombramientos de personajes cuestionables en posiciones claves, el abultado y desfinanciado presupuesto del 2021 lleno de bolsones de corrupción y por el público, temprano y lamentable divorcio con el Vicepresidente Castillo. Y, claro está, el Congreso no se queda atrás, siendo su Junta Directiva casi igual de impresentable que la de la última legislatura. Haciendo alarde de la realidad de nuestra política que para la corrupción, las ideologías no son límite ni medida, y antiguos rivales (UNE y VAMOS y “derecha” e “izquierda”) pueden aliarse con tal que “transen” el objetivo común con pegamento de dinero. Los “dignatarios de la Nación” que con lujo de cinismo incumplen las resoluciones de la Corte de Constitucionalidad para poder nombrar sin problemas, un grupito de candidatos, que puedan asegurarle a los “amigos” la impunidad futura. El proceso de destrucción de la institucionalidad ha seguido su curso.

Pero tengo esperanza en el 2021. Tengo esperanza que la ciudadanía despertará con mayor fuerza que hace unas semanas para demandar los cambios que el país necesita. Tengo esperanza que demandaremos el cambio de nuestro sistema electoral para que en las futuras elecciones podamos elegir verdaderos “representantes” al Congreso y para que se realicen las reformas para que los partidos políticos dejen de ser “empresas” con ánimo de lucro. Adicionalmente, tengo la esperanza que los guatemaltecos que tenemos dos dedos de frente dejemos de discutir si alguien es de “izquierda” o de “derecha” y apreciemos que, salvo ciertos “agitadores” y “ sicarios de las redes” o de la opinión, todos queremos un país sin corrupción, con un Estado que funcione para todos. Que aprendamos las lecciones de países que han superado la pobreza que han entendido que, se tenga un gobierno de derecha o de izquierda, ningún programa de gobierno puede funcionar con una administración estatal corrupta. Singapur, Corea del Sur y Taiwán lo aprendieron, nosotros podemos hacerlo también, y por ello, debemos reformar nuestro servicio civil y nuestro sistema de justicia.

En 2021 tengo la esperanza que podamos ponernos de acuerdo en que a nadie le interesa que el país falle, que las democracias exitosas lo han sido porque se llegan a consensos porque se entiende que la política no es un juego de “suma cero”, que la política es el arte de lo posible no tanto del dominio de uno sobre otro. Tengo esperanza que el próximo año sea el año en que se revalorice la política, en que los guatemaltecos comiencen a movilizarse e involucrarse para no dejar en “otros”, los corruptos, la política del país. Que las élites económicas, académicas y políticas honestas y comprometidas, que son las más, dejen agendas sectoriales focalizadas de “su” interés y nos enfoquemos en construir el país que necesitamos todos, no que solo vean “por su nariz”.

Deseo que en el 2021, con los vientos del Norte cambiando fuertemente de dirección no seamos espectadores pasivos, sino lideremos nosotros mismos el cambio que necesitamos. Espero que el próximo año no nos perdamos en discusiones bizantinas, el país necesita cambios profundos, es patente, tomemos los pasos para ello, no seamos partidarios del inmovilismo que tiene este país como está. El 2021 debe ser el año en que recuperemos el país.

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