Jorge Morales Toj

Maya K’iche’, Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Abogado y Notario, con estudios de Maestría y Doctorado en Derecho Constitucional. Pacifista y Defensor de los Derechos Humanos.

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El 29 de diciembre de 1996 se firmó la paz firme y duradera en Guatemala, con el cual, se puso fin a más de 36 años de Conflicto Armado Interno, que nos dejó aproximadamente más de 200,000 víctimas, más de 45,000 desaparecidos, 660 aldeas arrasadas, 45,000 refugiados y un millón de desplazados internos.

Los Acuerdos de Paz, han sido y serán la agenda de consenso más importante que ha tendido Guatemala, son y serán una gran ruta a seguir para que Guatemala se encamine en las sendas del desarrollo y el progreso para todos. La paz no es la ausencia de guerra, la paz debe entenderse como la ausencia de hambre y vida plena en libertad, con justicia, sin discriminación y con igualdad para todas y todos.

Ya lo dijo Gandhi, “no hay camino para la paz, la paz es el camino”, por ello, es importante que los distintos sectores de la sociedad guatemalteca, los partidos políticos, el sector empresarial, los movimientos campesinos, los pueblos indígenas, las distintras expresiones organizativas de mujeres, jóvenes, todas y todos hagan esfuerzos para retomar la agenda trazada en los Acuerdos de Paz. En los acuerdos de paz, están plasmados distintos compromisos para atender las distintas problemáticas que enfrenta el país.

A 24 años de la Firma de Paz Firme y Duradera, es justo rendir homenaje a las víctimas y a los sobrevivientes del Conflicto Armado Interno. Especial mención a las miles de mujeres viudas, que con todo el dolor que significó perder a sus esposos, se sobrepusieron y cargaron en sus hombros la responsabilidad de padre y madre para salir adelante con sus hijos e hijas. De igual manera, un reconocimiento a la valentía de las y los huérfanos a causa del conflicto armado interno, esos niños y niñas que crecieron sin el calor del padre o de la madre y que tuvieron que asumir roles de adultos para apoyar a sus hermanos menores y sobrevivir a las políticas contrainsurgentes de muerte y persecución.
Asimismo, desde esta columna de opinión, rindo tributo a los miles de jóvenes hombres y mujeres combatientes que se alzaron en armas en contra del sistema opresor y dieron lo mejor de su vida por luchar por trasformas las causas estructurales que nos llevaron al conflicto armado interno. Sin lugar a dudas, esas generaciones que dieron su vida por una Guatemala mejor, han escrito una página de la historia de Guatemala con su sangre, sangre que fue necesaria para que la juventud de hoy tenga mayores libertades. De igual manera, recordamos aquellas jóvenes que fueron reclutados forzosamente en el ejército y que cayeron en combate, sin saber por qué defendieron a un sistema opresar que reprimía al pueblo.

A 24 años de haber concluido la cruenta guerra en Guatemala, hay que decir que las causas estructurales que dieron origen a la guerra, siguen intactas y las condiciones de miseria, de pobreza, injusta distribución de la tierra, corrupción, racismo y discriminación siguen lacerando la dignidad del pueblo de Guatemala.
Es urgente que el Estado retome la agenda y la institucionalidad de la paz.

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