Fernando Mollinedo

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Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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Fernando Mollinedo C.

Por las condiciones económicas tan especiales que viven los campesinos y agricultores en Guatemala, se me ocurre que, como una estrategia para dar cobertura en más zonas del país, principalmente en las regiones excluidas por el sistema financiero tradicional, es necesario vincular a la mayoría o todas las microempresas integradas por menos de 10 empleados con el cooperativismo de ahorro y préstamo.

Con esta vinculación se podrían encontrar soluciones al financiamiento necesario para reactivar sus negocios, pues los estragos sociales y económicos que aún produce la pandemia acentuaron las brechas socioeconómicas ya existentes.

En algunos países, las cooperativas son las únicas que se solidarizaron con sus socios trabajadores, mientras que las empresas privadas lo primero que hicieron fue despedir a los empleados para reducir costos; las cooperativas por su lógica de propiedad colectiva hacen todo lo posible por preservar el trabajo.

El cooperativismo en medio de circunstancias tales como la pandemia pueden recuperar empresas, generar nuevas, innovar y dar valor al ser humano como centro de las decisiones. De esa forma, el ahorro cooperativo de todos los socios puede impulsar sus micro o medianas empresas transformando la tradicional cultura empresarial a una forma que genere bienestar equitativo para sus integrantes.

Las cooperativas honran su naturaleza de ser, al colocar a las personas por encima de las ganancias y atender a la población más vulnerable que habita en los lugares a los que la banca comercial no llegará por no representar una rentabilidad económica.

Considero que, ante esta crisis, las muchas cooperativas de ahorro y préstamo pueden ser el vehículo que ayude a los campesinos y agricultores microempresarios a reducir esta situación; cuidando naturalmente de no prestar dinero a empresas fantasma. Otra posibilidad, podría ser acercar a los microempresarios con algunas microfinancieras.

Lo expuesto anteriormente, me lleva a considerar la necesidad de implementar desde la escuela primaria en los planes, programas de estudio y guías curriculares con competencias específicas, un curso al que se podría denominar Educación Cooperativa y Financiera que sea la primera base para el desarrollo del actual curso de productividad y desarrollo que se sirve a partir del cuarto grado, puesto que con los conocimientos de la educación cooperativa y formas de financiamiento podrán aplicarlos con efectividad en sus emprendimientos de productividad y desarrollo.

Ya es tiempo que el sistema educativo nacional enseñe a la población estudiantil a pensar y desarrollar su talento desde la edad temprana y dejar a un lado el proceso memorístico que los dueños del país impusieron hace 496 años para frenar el desarrollo personal de la niñez y juventud educándolos solamente para obedecer al sistema de explotación vigente.

Sí la población escolar al terminar la educación primaria tiene las bases suficientes para desarrollar emprendimientos y no ser mano de obra fácil y barata, otro futuro les espera para vivir en mejores condiciones de dignidad humana.

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