Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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Ayer el diario norteamericano Wall Street Journal publicó un interesante trabajo sobre la forma en que los países de Europa han logrado mantenerse sin un nuevo pico de contagios luego de haber abierto la economía y de levantar muchas de las restricciones que debieron implementar desde principios de marzo, cuando se produjeron brotes explosivos en el norte de Italia y en España, sobre todo. Estados Unidos empezó alrededor de dos semanas más tarde, especialmente en los Estados de Washington y New York, y en las curvas se puede apreciar que con esa diferencia de tiempos, el ritmo de los contagios se produjo prácticamente de la misma manera.

A finales de marzo Europa alcanzó su pico y Estados Unidos lo hizo en la primera quincena de abril, empezando a mostrar una reducción en la cantidad de nuevos casos, lo que marcó la pauta para emprender la reapertura de la actividad económica. Europa durante dos meses consecutivos redujo en forma consistente los contagios y aplanó la curva que se mantiene así desde junio hasta la fecha. En cambio, Estados Unidos redujo casos con mucha menor intensidad en esos meses y al reabrir en varios Estados vino un repunte que ha duplicado los casos que de un promedio de poco más de 30,000 en el pico de abril, ha llegado a casi los 70,000 casos diarios en promedio durante estos últimos tiempos.

Y es lógico preguntarse por qué tan brutal diferencia, porque se supone que Estados Unidos es un país con excelente sistema de salud y prevención como para estar, por lo menos, a la altura de los países europeos. La explicación que da el artículo del Wall Street Journal puede ser muy ilustrativa para nosotros. En primer lugar el uso consistente de la mascarilla y el distanciamiento son esenciales y mientras en EUA las huestes trumpistas rechazaron tales prácticas, en Europa la gente actuó con más conciencia, producto de la educación y comprensión del problema, haciendo buena diferencia.

Pero el punto crítico, a mi juicio y lo que hace la gran diferencia es el nivel de pruebas realizadas y el seguimiento de los casos, al punto de que mucha gente contagiada se enteró porque tras seguir la pista de quien les pasó el virus pudieron realizarles exámenes antes de que siquiera sospecharan que estaban enfermos. En otras palabras, pruebas y rastreo de casos ha sido fundamental para contener la epidemia en niveles que permiten el retorno de la actividad normal. Alemania realiza 1.1 millones de pruebas por semana y tiene contratado a un inmenso contingente de rastreadores que le dan seguimiento a los casos positivos. Además implementaron en Europa una aplicación de rastreo que está ya instalada en 16 millones de teléfonos celulares y que facilita en mucho la temprana detección de nuevos casos.

O sea que entre políticas inteligentes adoptadas por los gobiernos y actitudes sensatas de la población se marca la gran diferencia existente y eso nos debe servir a nosotros de escuela. Indigna aquí ver a tanta gente en la calle usando la mascarilla como que es barbiquejo, especialmente en los semáforos, porque esa actitud se parece a la de los deplorables que hay en EUA.

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