Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

Si algo nos ha enseñado el coronavirus, probado a lo largo del mundo, es que no hay varita mágica con la que se pueda resolver la problemática y que hasta los sistemas más avanzados de salud pueden llegar a colapsar si no le logra detener el ritmo de contagios.

Mucha gente ya lleva más de un mes de encierro, ya va casi el mes en el que muchas empresas, trabajadores, profesionales de distintas ramas, trabajadores y vendedores informales han visto limitada su acción y ello les empieza (a unos más que a otros)  a apretar el zapato por varios lados, sabiendo que esto quizá apenas empieza porque no ha llegado el pico de contagios.

Y esa situación deriva en un problema real porque si en Guatemala se disparan los contagios y son muchos a la vez, podemos llegar a tener un enorme problema en términos de salud y la crisis económica se postergaría por mucho tiempo más.

Sin duda, el balance entre la salud y la economía no es una decisión fácil y creo que nadie considera que lo es. No todo el que se enferme de coronavirus va a necesitar estar en un hospital (quizá sí en un centro de cuarentena y por eso los hoteles están ofreciendo sus instalaciones para el efecto), ni todo paciente deberá estar en cuidados intensivos o apoyado por un respirador.

Pero, sí habrán algunos que necesitarán hospitalización en piso, cuidados intensivos o respirador y es ahí donde viene la complicación porque si llegan a ser muchos los que se ven en la necesidad, no tenemos la capacidad para ello y por eso es que ahora se vuelve vital aplanar la curva.

En otras palabras, por mucho seguro que tenga alguien y que cubra una pandemia, puede que simplemente no hayan camas para atenderlo a uno y ahora como está el mundo no es un tema de “agarro un avión y que me miren en otro lado”. Y si ese riesgo existe para quienes tienen más oportunidades, ni pensar lo que viven quienes las tienen en menor medida o de forma nula y ni pensar en la que se puede volver si los ritmos de contagio se disparan.

Los países más desarrollados que están empezado a abrir su economía lo hacen sobre la base un de testeo masivo que permita ir a buscar a la enfermedad, los posibles contagiaos y por eso es que hay quienes estiman que en Guatemala todavía nos faltan unas semanas de encierro. Yo, como muchos, siento el peso de la desaceleración económica, de verdad que sí, pero entiendo que si la crisis en salud se agrava, el problema económico se multiplica.

Soy de la opinión que los guatemaltecos debemos idear una salida para que el IGSS entre a batear en esto por varias razones, pero principalmente porque eso aliviará a los trabajadores que sabrán que post pandemia habrá empleo (hasta el espíritu más fuerte se puede romper sin un trabajo) y sobre todo porque así le liberamos espacio y capacidades al Estado para atender a la informalidad y los sectores más pobres y vulnerables.

Sí, ya sé que el Gobierno destinó Q2 mil millones para el fondo del empleo, pero a cómo van las cosas (2,100 empresas han solicitado suspender contratos)  puede que esa cantidad se quede muy corta y más si el mismo fondo está pensado para tres meses lo que quiere decir que no habrá mucha gente que aguante tanto tiempo y peor si no logran acogerse al subsidio estatal.

Y quizá una mezcla entre dinero público y un compromiso de los patronos y empleados para contribuir (cada quien en sus proporciones) desde el 2021 a un programa de desempleo dentro del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) puede ayudar a que las medidas para preservar la salud aminoren el impacto económico y nos permitan volcarnos en apoyo a las personas que han tenido necesidad toda la vida.

En Guatemala hay mentes brillantes y este es el momento de ponerlas a trabajar en algo por el estilo y bien haría el Presidente en iniciar pláticas de alto nivel con una entidad descentralizada como el IGSS, en las que deberemos involucrar al Banco de Guatemala, la Junta Monetaria y el aparato económico, para explorar una posibilidad que nos permita dar cierta tranquilidad en lo que se ejecutan las medidas sanitarias impuestas que son necesarias e insisto, y así nos podemos centrar en la gente golpeada de por vida.

A nadie le hará bien si la cifra de desempleo se dispara (y peor aún si el tema de salud se complica más), porque eso junto con una caída en las remesas, puede ser una mezcla letal para el ya golpeado tejido social de Guatemala.

 

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