Arlena Cifuentes
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El 14 de febrero se inició la Cuaresma que termina antes de la misa del Jueves Santo. Son 40 días que la Iglesia Católica propone como un tiempo de reflexión y revisión personal para arrepentirnos e iniciar una profunda conversión espiritual.

Es un tiempo de reflexión y penitencia para provocar un cambio de vida intentando recorrer el camino de Jesús a través del cambio de actitudes, malos hábitos y excesos. La mayoría de católicos vivimos en pobreza espiritual de lo cual no nos hemos hecho conscientes y nos convierte en seres egoístas e indiferentes. Es esa indiferencia, con la que vivimos hoy en día, la que no nos permite ver la necesidad y probablemente hasta la existencia del hermano aún en nuestra misma familia o en la Iglesia. Somos indiferentes también en el ámbito en el que nos desenvolvemos, con el pobre o el necesitado con rostro de niño, de mujer, de anciano, de personas producto del ambiente de miseria, ausentes de toda conciencia del ser, es decir de su propia existencia; de una vida sin esperanza, una vida que agobia, en donde vivir o morir casi da lo mismo.

Deseo citar algunos párrafos de la Catequesis preparada por la Pastoral correspondiente de la parroquia San Martín de Porres, “Toda nuestra ilusión es encontrarnos con Jesús. Y no sabemos que lo tenemos enfrente. …Todo lo que tenga que ver con Cristo tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo.” “A partir de hoy…abramos los ojos de nuestro corazón y veamos en cada persona… el rostro mismo de Jesús… Propongámonos de corazón poner en acción la compasión, que no es más que hacer un acto de MISERICORDIA.” No olvidemos que al referirnos al pobre, incluimos la pobreza espiritual y por qué no, nuestro propio egoísmo. La Cuaresma nos invita al ayuno del derroche, de la avaricia, de la indiferencia, de la gula, del desamor, de la indiferencia, de la soberbia, de las ansias de poder etc.

Despertar del letargo y descubrir que no es necesario acudir a la iglesia, o a la Capilla de Adoración Perpetua, o a aquel rincón de nuestra casa para balbucear una oración para encontrarnos con Jesús es algo que impacta. La pregunta es hacia dónde mirar si este mundo está lleno del rostro de Jesús ¿en dónde detenerse?

Dice el Papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es solo mío”. Dar hasta que duela, es el dar que Jesús espera de nosotros.

“El ayuno, debilita nuestra violencia, nos desarma y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre”; El aguijón del hambre física y espiritual.

Hacerme consciente de mi “indiferencia” diaria, en ese “pasar de largo” en no reparar en la necesidad del otro, en el dar unas monedas de lo que me sobra y sentirme satisfecha, no es vivir la Cuaresma como lo propone la Iglesia.

Qué mejor que la Cuaresma para traducirla en un tiempo de reflexión, para deponer el odio, el rencor, la envidia, el resentimiento, para retomar el sendero que nos conduzca al camino del amor consciente y poder descubrir en cada hermano el rostro de Jesús. Vivamos esta Cuaresma con Fe, Esperanza y Caridad.
“Al crecer la Maldad se enfriará el Amor”, Papa Francisco.

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