René Leiva

Jurgass, Mathías, antropólogo y sociólogo, aseguraba que en las principales ciudades de Guatemala, por calles, plazas y parques, se veía a muertos acarrear basura, desnudos con las manos en los bolsillos, Estrada Cabrera y Jorge Ubico saltando cuerda, Pedro de Alvarado dirigiendo el tránsito. Se cree fue secuestrado y desaparecido por un represor aparato clandestino gubernamental.

Kafka, Gregorio, químico checoslovaco, se le atribuye la invención de un seudocucarachicida de aplicación sicoanalítica cuando el bicho en lo personal padece trastornos emocionales derivados de baja autoestima.

Kalko, Atanasius, elemental hasta el simplismo ramplón, sostenía que el machismo, el sexismo, la dominación masculina y las desiguales relaciones hombre-mujer en la civilización y las culturas se debe a la penetración carnal y al depósito seminal.

Katif al Chammar, guardián de los libros en la vasta bibioteca del sultanato de Haserot. Los vericuetos de su cerebro eran la cartografía, el archivo, el entonces banco de datos, el palimpesto y la memoria, el dédalo de estantes y anaqueles, el hilo de Ariadna en aquel monstruoso amontonamiento de códices, rollos, tablillas, papiros. Muerto Katif, desapareció el espejismo casi a mitad del desierto.

Kermia de Gurgan, discípula secreta de Sócrates, ignorada por Platón, de origen persa, a la muerte de su maestro se entregó con frenesí a las misteriosas fiestas tesmoforias, con especial devoción por Perséfone.

Klammor, Arnold, filósofo de la retroactividad, del poder de la memoria y la posteridad, del pasado enraizado en el presente y el futuro, del río que nace en el mar y desemboca en la montaña. “El porvenir sólo tendrá sentido en el pretérito.” Ejerció una gran influencia en Zutterfeld, Akita y Plumross.

Knetschweigert, Hugo, introdujo el pensamiento secuencial en la teoría del conocimiento, y redactó, con relativa fortuna, unos “Prolegómenos al estudio crítico de las inferencias secuenciales aplicadas al razonamiento lógico”.

Kohxis, Vladimir, el tiempo pasó tan veloz por su vida que, agónico, confundió muerte con nacimiento y entonces le germinó cordón umbilical y le brotó llanto niño que le duró otra edad pero de paso lento.

Kolménides, presunto maestro de Sócrates y tío de Jantipe, durante un paseo tuvo la ocurrencia de preguntarle algo a su discípulo y la respuesta, clara y breve, le llevó a encontrar su propia contradicción e intentar conocerse a sí mismo.

Kumis, Kiril de, cultivó la etimología-ficción, encontró sorprendentes similitudes en el origen de palabras de idiomas tan dispares como el polaco y el araucano, el maya y el nepalí, el galés y el etíope. Creía en la pangeia, el diluvio, Babel y la Atlántida. En su sepulcro, hoy perdido, el epitafio era el dibujo de una serpiente que muerde su cola.

(Hanse detectado imperfecciones de estilo, menores, en la redacción de este Diccionario, enmendables en futura edición. N. de los E.)

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