Adolfo Mazariegos

Sábado en Escuintla. El pasado sábado visité la cálida ciudad de las palmeras. Tuve la oportunidad de convivir con un grupo de universitarios y profesionales que asistieron a una actividad a la que fui amablemente invitado como parte de la mesa de expositores. Al final del evento, durante el almuerzo, conversé brevemente con algunos de los jóvenes asistentes, y he de decir que me llenó de mucho optimismo y alegría comprobar que la juventud de este país desea ver una Guatemala próspera, justa, y libre de corrupción. Sin lugar a dudas, la participación de la juventud y su involucramiento en la toma de decisiones que resultan trascendentes (trascendentales) para el futuro del Estado, son de imperante y vital importancia. Me parece, asimismo importante, que todos aquellos que de alguna manera podemos hacerlo, contribuyamos desde nuestras particulares instancias, tribunas o campos de acción, a la formación y educación de quienes serán los encargados de dirigir a este país tan necesitado hoy día del concurso, de la honestidad y de la solidaridad de todos. Enhorabuena por las iniciativas que persiguen ese involucramiento y formación de la juventud. Enhorabuena por las iniciativas que persiguen la transparencia, la buena ejecución del gasto público, y el cumplimiento de la ley en busca de eso que llamamos bien común. Este país necesita buenos ciudadanos, y que mejor que empezar a formarlos desde ya con esa visión de contribuir a crear una mejor Guatemala para todos.

Mi novia se está volviendo vieja. Es indiscutible que conforme se va dejando atrás la juventud (física), se empieza también paulatinamente a valorar más todo aquello que usualmente no resulta de interés cuando somos adolescentes; cuando empezamos a vivir y necesitamos de que alguien guíe nuestros pasos; cuando hay un ser que siempre está atento y dispuesto a curarnos una herida; a caminar por nosotros cuando no podemos hacerlo; a sufrir nuestros peores padecimientos si es necesario, o a brincar de alegría cuando alcanzamos una meta por mínima que esta sea. Hoy, escuchando una popular canción a la que, honestamente, nunca antes había prestado atención (Mi novia se me está volviendo vieja, de Arjona), reparé en que nunca es tarde para ser agradecido, para pasar tal vez la mano sobre aquellas canas que años atrás aún no lo eran, o para devolver una sonrisa de las muchas que una madre suele darnos en el transcurso de toda una vida… Lo sé ahora, una sencilla sonrisa probablemente a una madre le sepa a chocolate caliente en noche fría de invierno, o por el contrario, a vaso de agua fresca en el cálido ambiente de un desierto inhóspito y lejano… Por ello, desde ya, mi felicitación y agradecimiento en su día a todas las madres que merecen así llamarse. De todo corazón, gracias, mamá.

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