Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El más socorrido de los argumentos que usan los gobernantes para apañar a sus allegados ha sido negarse a actuar hasta que se le presenten las pruebas fehacientes o, peor aún, decir que no moverán un dedo hasta que se pruebe en juicio el señalamiento que se haga en contra de alguien. Una cosa es la responsabilidad penal en que pueda incurrir alguna persona por actos reñidos con la ley y otra su responsabilidad moral por actos que, además, violenten las elementales normas de la ética y los buenos principios.

Un gobernante tiene que tener el olfato suficiente para medir la calidad ética y moral de sus colaboradores y no hace falta para ello que exista un proceso judicial prolongado en el que se corroboren con pruebas irrefutables las acusaciones. Si a eso vamos, ni Baldetti ni Pérez Molina debieron dejar el cargo porque no se ha probado su participación en el negocio de La Línea y sigue siendo aplicable a ellos la presunción de inocencia, pero nadie con dos dedos de frente se atrevería a decir que mientras no exista sentencia todo se debe considerar como un chisme o un señalamiento poco serio.

Todo lo anterior viene a cuento por la respuesta que ayer dio el Presidente Electo cuando se le preguntó por su asesor financiero, José Ramón Lam, señalado por el Instituto de Problemas Nacionales de la Universidad de San Carlos de haber plagiado trabajos que presentó como propios a esa entidad. Es loable que el señor Jimmy Morales tenga sentido de la lealtad con sus amigos y quienes le ayudaron en la campaña, pero es imprescindible para él entender que en este momento se pone en juego su credibilidad en cuanto al compromiso con la transparencia que demanda una actitud ética y sin tacha de todos los que conforman su equipo de trabajo.

El Instituto de investigaciones de la Usac ha presentado los textos en que se basan para sostener que hubo plagio en algunos de los trabajos del licenciado Lam, quien tras salir de ese trabajo en la Universidad se fue a trabajar con la cuestionada colaboradora de Baldetti, la señora Verónica Taracera que fue comisionada de la “transparencia” a cargo de apachar cualquier tipo de clavos.

Creo que es un debate lógico el que se plantea respecto al hecho concreto de la exactitud del trabajo del señor Lam con los textos que se produjeron en Perú previamente y que fueron publicados por sus autores. Leyendo ambos textos uno puede decir que si camina como pato, nada como pato y hace “cuac”, por supuesto que es un pato.

El plagio se ha facilitado mucho gracias a Internet donde se puede encontrar material sobre prácticamente cualquier tema, pero además de ser un delito también se ha convertido en una estupidez porque es tan fácil detectar el plagio como hacerlo mediante el famoso “copy-paste”. Basta copiar un texto e introducirlo en alguno de los muchos detectores de plagio para que se pueda establecer la maniobra.

Pero ahora el asunto ya no es Lam, sino la actitud del Presidente Electo en cuanto a valorar a sus colaboradores.

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