Llama poderosamente la atención que el equipo de transición del Presidente Electo, Jimmy Morales, haya debutado con el planteamiento de exigir que se apruebe el Presupuesto “sin candados”, en vez de analizar primero la cuestión de los ingresos y egresos para determinar la viabilidad de lo propuesto por el Ministerio de Finanzas. No podemos creer que la iniciativa sea de quien asumirá la Presidencia de la República en enero, sino es de suponer que fueron sus asesores los que le plantearon la idea de exigir un cheque en blanco para movilizar los fondos.

Los candados se han impuesto como un efecto de los abusos cometidos por sucesivos gobiernos en las reasignaciones presupuestarias haciendo traslados a diestra y siniestra. Las condiciones estructurales y legales no han sufrido el menor cambio desde que se produjo la elección y por lo tanto no se puede hablar de una realidad distinta a la que existía antes. Mientras no haya modificaciones de fondo a las estructuras que alentaron la corrupción, entre ellas las normas que regulan las compras y contrataciones del Estado así como las funciones de la Contraloría de Cuentas, todo lo que se diga ahora de que estamos viviendo tiempos nuevos son puras tortas y pan pintado, porque mientras subsistan los vericuetos legales que han sido la puerta abierta a la corrupción, aunque tengamos nuevo presidente no tenemos en realidad nada nuevo bajo el sol.

Cualquiera quiere llegar al poder disponiendo de un presupuesto libre de candados, pero hay que entender que los mismos son resultado de las variadas formas que han encontrado los gobiernos para saltarse las trancas y hacer mangas y capirotes con los recursos del pueblo.

El Presidente Electo tiene el beneficio de la duda, pero debe ganarse la confianza de la población con hechos y no con palabras. De momento es insensato, de su parte, pedir la eliminación de candados porque sabe, o debe saber, que las estructuras de la corrupción están enraizadas en la sociedad guatemalteca y que aquí ninguna medida de control y prevención sale sobrando. Por el contrario, hacen falta más acciones para atajar a los corruptos que hoy pueden permanecer agazapados, pero que a la primera oportunidad darán el zarpazo para embolsarse los millones a los que se han acostumbrado.

Quien piense que porque fue electo un Presidente sin pasado político ya estamos vacunados contra la corrupción, se equivoca rotundamente porque aun suponiendo que el señor Morales esté dispuesto a luchar contra ese vicio, tendrá que librar una batalla sin cuartel contra poderosos enemigos que no querrán soltar así por así la fuente de su fortuna.

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