Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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«El cambio no es posible sin el pueblo. Lo que eligió la gente no es solamente a una persona. Fue devolver al pueblo poder, y eso tiene que expresarse en la realidad histórica, en los días cotidianos», sostuvo ayer el presidente Gustavo Petro, al hablarle a la multitudinaria concentración ciudadana en la Plaza de Armas de la Casa de Nariño, sede del Gobierno central en Bogotá.

El presidente colombiano, ratificó ayer martes que necesita del apoyo popular para implementar las reformas sociales que propone su Gobierno y que la oposición rechaza. El Gobierno presentó la semana pasada el Plan Nacional de Desarrollo (PND), el proyecto programático que establece los objetivos para los próximos cuatro años (2022-2026), una hoja de ruta para la administración que debe ser aprobada por el Congreso.

Para acumular fuerza ciudadana, Petro convocó a una jornada de marchas y concentraciones, denominadas «el gran diálogo social», teniendo como punto de encuentro la Plaza de Armas, aunque también se desarrollaron en otros espacios públicos del país. Desde allí se realizará la «socialización y pedagogía» de la reforma de salud, que fue presentada el pasado lunes en el Congreso.

Ayer, Petro anunció «la reforma pensional», para mejorar las condiciones de «los viejos y las viejas» de Colombia, actualmente sometidos a un régimen de administración privada, que jinetea en jugosos negocios el ahorro previsional que durante toda una vida acumularon las y los trabajadores colombianos.

Los debates y las transformaciones socio-económicas propuestas en Colombia son alentadoras y debemos aprender de ellas, ya que son muchas las similitudes entre ambos países que, por décadas, estuvimos sometidos a una cruenta guerra civil, y gobernados por una casta de oligarcas aliados a militares contrainsurgentes y paramilitares, en sociedades corroídas por la impunidad, el narcotráfico, la corrupción y la violencia.

Desde la Plaza de Armas, Petro anunció que también presentará un proyecto de reforma laboral que modifique «la ley 50, la ley del neoliberalismo». «Pretendemos que el día termine a las 6 de la tarde, no a las 10 de la noche. Pretendemos que sábado y domingo se consideren días de descanso. Y que por tanto, al trabajar más allá de las 6, o un domingo, haya unas extras», dijo el luchador social que hoy gobierna al único país latinoamericano que es miembro de la OTAN. Además, el Jefe del Ejecutivo recordó que Colombia está en el último lugar respecto a las condiciones de sus trabajadores, entre los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

En Guatemala, la excluyente clase dominante encontró una fórmula más eficiente que la generación de empleo y el mejoramiento de los estándares laborales básicos: forzar la migración a EE. UU. para que los inmigrantes sostengan nuestra economía con sus remesas, que el año pasado superaron los 18 mil millones de dólares, registrando un incremento del 18% anual, permitiendo sobrevivir a más de 6 millones de los 18 millones de habitantes que tiene Guatemala, cerca del 33% del total de la población, de acuerdo con estimaciones de organismos internacionales.

En su mensaje, Petro recordó que el «cambio» fue el mensaje presidencial, por el cual votaron millones de personas. «No puede ser un cambio de mentiras, de maquillajes. Solo si el pueblo abandona a su gobierno es que el cambio puede detenerse. Y será más profundo en la medida en que las mayorías nos acompañen», afirmó el jefe de Estado.

Mientras el mensaje del Presidente colombiano se afinca en empoderar al pueblo, para que éste decida su futuro, en Guatemala el Pacto de Corruptos ha logrado despojar a la ciudadanía del poder soberano, impidiéndole el acceso a la riqueza, a los servicios, a la justicia y al derecho de elegir gobernantes. Así, intimidado, empobrecido y discriminado, el pueblo de Guatemala no puede ejercer su libre determinación, y languidece entre la economía del hambre y una democracia de fachada, que nos ha convertido en un Estado fallido.

Como demostramos en 2015, estas calamidades públicas pueden cambiar, si el pueblo deja de ser víctima y se convierte en sujeto político empoderado, dueño de su futuro y libre de toda opresión, construyendo un Estado democrático y multicultural de derecho, con un gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. Para ello, debemos articular organización social, programa político y plan de lucha. Lo demás son cantos de sirenas.

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