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Se dice con frecuencia a las madres: nada de grasa o vas a engordar. Eso no es tan cierto. Lo que si es cierto es que se debe diferenciar el tipo de grasa o lípido

La dieta rica en grasas (HFD) materna perinatal aumenta la susceptibilidad a la obesidad y las enfermedades del hígado graso en la descendencia adulta, pero hablamos de grasas saturadas; hay otro tipo de grasas que puede atenuar esa desventaja de las grasas saturadas, por la potente acción hipolipidémica del aceite de pescado (FO), una fuente de PUFA n-3, una grasa poliinsaturada. Ya se ha descrito que la descendencia adolescente con HFD mostró resistencia a los efectos hipolipemiantes de FO, aunque FO promovió cambios moleculares hepáticos que sugieren una acumulación reducida de lípidos.

Estudios en modelos animales han mostrado que la composición de los ácidos grasos en la dieta materna durante el periodo prenatal, puede alterar el tejido neuronal en desarrollo de su bebé, lo cual a su vez tiene efectos sobre el neurodesarrollo, incluyendo medidas de agudeza visual, actividad exploratoria y maduración psicomotora. Un posible mecanismo subyacente a estos hallazgos es que los ácidos grasos de la dieta materna durante la gestación pueden alterar los ácidos grasos (n-6 y n-3) del crecimiento del cerebro del feto, así como los neurotransmisores involucrados en la extensión neuronal, sus blancos y la sinaptogénesis. Aunque hay muy pocos estudios sobre esta relación en el humano, un estudio observacional mostró en 453 niños de término cuyas madres comieron pescados ricos en aceites durante el embarazo, en ellos hubo mayores probabilidades de alcanzar una esteropsis (es la capacidad que posee nuestro sistema visual a través del cual, a partir de dos imágenes ligeramente diferentes que son recibidas por cada ojo, el cerebro es capaz de recomponer una única imagen total tridimensional) de alto grado a la edad de 3.5 años, en comparación con los hijos de madres que no tuvieron esa ingesta de pescados. También encontraron que los niños nacidos de madres que tenían mayores niveles plasmáticos de ADH durante el embarazo (>3% de los ácidos grasos totales), tuvieron un mejor estado durante el sueño en el periodo neonatal, comparados con aquellos que tuvieron niveles más bajos, lo que sugiere una mejor maduración del sistema nervioso central.

¿Y el niño recién nacido?

Dado que se recomienda que la leche materna sea el único alimento del lactante durante los primeros seis meses de la vida, resulta de considerable interés el impacto que pueda tener la ingesta a través de la dieta de la madre durante el embarazo y la lactancia sobre los niveles de ADH en la composición de la leche materna, particularmente en aquellos escenarios en que la ingesta en la dieta es pobre. Unos investigadores suplementaron a mujeres lactantes con 0.2, 0.4, 0.9 o 1.3 g de ADH por día, y encontraron que los niveles de ADH en la leche materna se hallaban entre 0.2 a 1.7% del contenido total de ácidos grasos, y que había una relación del tipo de dosis-respuesta, esto es, a mayor suplementación mayor porcentaje de ADH en la leche materna. Los niveles de ácido docosahexaenoico (ADH) en el plasma y en los fosfolípidos de los eritrocitos maternos también estuvieron significativamente asociados con la dosis de ADH en la dieta. Otro estudio encontró asociaciones significativas entre el contenido de ADH en el plasma materno y en la leche materna, así como entre esta última y los fosfolípidos del niño. Estos estudios indican que los niveles de ADH en la leche materna, y por tanto de la ingesta de ADH por el lactante, pueden mejorarse al mejorar la ingesta de la dieta en la madre durante la lactancia. Además, también hay estudios que demuestran que los ácidos grasos en la leche materna, se originan a partir de la reserva orgánica materna, sugiriendo que los niveles en la leche materna pueden ser influenciados al modificar la composición de ácidos grasos de las reservas orgánicas maternas que se acumulan durante el embarazo.

Y el crecimiento y el desarrollo de los niños

Muy pocos estudios han examinado el impacto de mejorar la ingesta dietética materna de AGPI durante el embarazo, crecimiento y desarrollo del niño. Hace veinte años un estudio clínico aleatorizado en el cual se asignó al azar a 341 mujeres embarazadas sanas a recibir ya fueran 10 ml de hígado de bacalao o de aceite de maíz diariamente, a partir de las semanas 17-19 de gestación y hasta el tercer mes posparto siendo las variables de estudio resultados de la gestación y el crecimiento y desarrollo del lactante hasta el año de edad, mostró que aunque el estado de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga (AGPI-CL) mejoró tanto en la madre como en el niño, no hubo diferencias significativas en los resultados del embarazo ni en el crecimiento de los niños al año de edad. Tampoco hubo diferencias significativas entre las medidas de agudeza visual de los niños a los 6 y 9 meses. Sin embargo, un reporte reciente de estos mismos investigadores señala que encontraron diferencias significativas en el desarrollo mental de los niños a los 4 años de edad. Esto comunicación destaca la importancia que puede tener la ingesta de ADH durante el embarazo para el desarrollo de la función cognitiva en los niños a largo plazo.

En tres países de Europa: Alemania, España y Hungría se hizo otro estudio que muestra que, en el grupo suplementado, hubo mejoría en el estado nutricio de ácidos grasos en la madre y el niño, con beneficios sobre los potenciales visuales evocados para los lactantes a los 2 meses de edad, en respuesta a la administración de 500 mg de ácido docosahexaenoico (ADH). Es de destacar el contraste con un estudio previo que utilizó una dosis más baja de ADH para suplementar (de 200 mg), el cual no encontró diferencias significativas. Estos hallazgos indican claramente que la composición del suplemento (incluyendo la presencia y la cantidad de otros ácidos grasos), la duración del seguimiento y, de manera importante, el tipo de población que se estudia, son factores importantes para predecir la respuesta.

Descripción
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Y en cuanto a la lactancia y las leches para lactantes.

Veamos antes el beneficio de la lactancia materna. Una mayor frecuencia de comidas amamantadas y la duración de la lactancia materna exclusiva durante el primer año de vida se han asociado positivamente con las medidas de las Escalas Bayley de Desarrollo Infantil, incluido el rendimiento de la memoria, el lenguaje temprano y habilidades motoras a los 14 meses y 18 meses de edad. Es importante destacar que estos beneficios cognitivos de la lactancia materna que se observan en la infancia perduran hasta la niñez y la adolescencia. La mejora de las habilidades de resolución de problemas en los niños se ha asociado también con una duración prolongada de la lactancia materna exclusiva. De manera similar, un gran estudio de cohorte basado en la población informó beneficios significativos en la función ejecutiva (control cognitivo) a los 4 años de edad para aquellos niños que fueron amamantados exclusivamente durante más de 6 meses después del nacimiento en comparación con los que nunca amamantaron y los amamantados exclusivamente por menos de 6 meses. Otro estudio mostró que, a los 5 años, los niños que fueron amamantados durante al menos 6 meses cuando eran bebés tenían las puntuaciones más altas de inteligencia verbal, mientras que los niños que nunca fueron amamantados tenían las puntuaciones más bajas.

Esto plantea la pregunta de qué mecanismo sustenta estos efectos de la lactancia materna en el desarrollo cognitivo. Un posible mecanismo puede relacionarse con nutrientes específicos, como los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga (AGPI-CL), que están presentes en la leche humana pero generalmente ausentes en la fórmula. Dos los AGPI-CL principales son el ácido docosahexaenoico (DHA) y el ácido araquidónico (AA), que están involucrados en el desarrollo neurológico al contribuir al crecimiento, la reparación y la mielinización neuronal saludables. Es importante destacar que la mielinización ocurre predominantemente después del nacimiento dentro de los primeros 18 meses de vida. Los bebés producen una pequeña cantidad de DHA durante las primeras 2 semanas de vida, pero luego no pueden producir cantidades suficientes por sí mismos hasta aproximadamente los 6 meses de edad. Esto sugiere la posibilidad de una ventana en el desarrollo durante la cual el cerebro humano y el desarrollo cognitivo pueden ser particularmente sensibles a los AGPI-CL suministrados a través de la lactancia.

Formulas infantiles

En cuanto a las fórmulas infantiles, los estudios han encontrado que los lactantes alimentados con fórmulas infantiles que contienen AGPI-CL, tienen niveles más elevados de éstos en sus eritrocitos y en la neurocorteza cerebral, en comparación con los niños alimentados con fórmulas no suplementadas con ácidos grasos, y estas diferencias pueden afectar el tiempo o la calidad del desarrollo nervioso y/o alterar la función de las membranas neuronales, lo cual a su vez puede afectar el desarrollo visual y cognitivo. Muchos de estos estudios se han llevado a cabo en poblaciones muy variadas (por ejemplo, niños de término vs. niños prematuros), con intervenciones diferentes (por ejemplo, diferencias en la cantidad y el tipo de AGPI-CL), buscando diversos resultados (crecimiento, potenciales evocados). Otra limitante seria es que estos estudios se han llevado a cabo solamente en países desarrollados y no en países en vías de desarrollo, en los cuales el crecimiento y el desarrollo infantil es subóptimo. Lo cierto es que todo apunta a que los ácidos grasos son importantes para el crecimiento y el desarrollo infantil. En forma específica, hay evidencia para sostener que hay un mejor crecimiento y desarrollo en niños prematuros que se alimentaron con fórmulas adicionadas con ácidos grasos n-3 y n-6, en comparación con aquellos alimentados con fórmulas que no contenían ácidos grasos. Los beneficios para los niños de término son menores, aunque la provisión de fórmulas fortificadas con AGPI-CL es segura y efectiva para lograr concentraciones de ácidos grasos comparables a las encontradas en los niños alimentados por el seno materno.

Por qué es importante entonces para el niño los ácidos AGPI-CL

Crecimiento físico: La alimentación de niños nacidos a término con fórmulas infantiles suplementadas con AGPI-CL, no ha mostrado efectos en el crecimiento infantil en ningún momento de los evaluados durante el primer año de vida. En contraste con los hallazgos resumidos para los niños nacidos a término, los hallazgos en el caso de niños prematuros son más controversiales. Los primeros estudios, que utilizaron solamente ácidos grasos n-3, sugieren que la suplementación afectó adversamente el crecimiento físico. Estudios más recientes, utilizando ácidos grasos n-3 y n-6 para suplementar las fórmulas, no han dado resultados concluyentes. Hay evidencia, si bien ésta es débil, que muestra una mejoría en el crecimiento de los niños prematuros que reciben la suplementación. También hay estudios que han mostrado la seguridad de usar una composición de ácidos grasos similar a la que se encuentra en la leche humana, y parece que esta intervención puede tener beneficios en otras variables de desarrollo.

Función visual: A la luz del papel que desempeña el ADH en la función de la retina, diversos estudios han examinado la respuesta neurofisiológica a los estímulos visuales como la variable de resultado durante el primer año de vida. En niños prematuros se ha concluido que hay mejoría significativa en la agudeza visual a los 2 y 4 meses de edad corregida. Aunque el beneficio que pudiera representar la suplementación para los niños de término está menos claro, existen diferencias en la evaluación de la función visual, en el diseño del estudio, en las dosis administradas y en el tipo de suplementos, así como una falta de poder estadístico para encontrar diferencias significativas debido al tamaño limitado de las muestras; todos estos factores pudieran explicar las aparentes inconsistencias en los hallazgos.

Desarrollo cognitivo y motor: Hay aún menos estudios que hayan examinado medidas globales de desarrollo mental y motor que pudieran servir como predictores de la función mental en etapas posteriores de la vida. Se han reportado beneficios de la suplementación en el cociente de desarrollo de los niños a los 4 meses de edad, tampoco se han encontrado diferencias significativas en el desarrollo del lenguaje a las edades de 1 y 3 años. Por otro lado, otros han encontrado un aumento de siete puntos en el Índice de Desarrollo Mental (IDM) de las Escalas de Desarrollo Infantil de Bayley-II a los 18 meses de edad al suplementar con ADH. Más aún, el ADH en el plasma y en los eritrocitos a los 4 meses (pero no así a los 12 meses) se asoció con el IDM a los 18 meses de edad, sugiriendo que es importante la suplementación temprana de la dieta con ADH. Y otros encontraron mejores calificaciones en el neurodesarrollo, al año de edad, en un seguimiento de niños que recibieron fórmula suplementada con AGPI durante la infancia temprana (diferencias de 5 a 7 puntos en los índices de desarrollo psicomotor (IDP) y mental), en comparación con los niños que no la recibieron. También los hijos de madres que fueron suplementadas con ADH durante la lactancia (con 200 mg/día, obtenidos a partir de una fuente de algas) tuvieron valores más elevados en el IDP, pero no así en el IDM, a los 30 meses de edad, a pesar de que no se habían encontrado diferencias estadísticamente significativas en la función visual a los 4 ni a los 8 meses de edad. Estos hallazgos claramente sugieren que se requiere de seguimientos a largo plazo para constatar los beneficios de ofrecer ADH durante las etapas tempranas de la vida.

Conclusión

El embarazo impone mayores requerimientos nutricionales para el bienestar de la madre y el feto. El metabolismo de los lípidos maternos es fundamental para el desarrollo fetal y la salud a largo plazo de la descendencia, ya que desempeña un papel clave en el almacenamiento de energía, el crecimiento de tejidos y la señalización celular. La composición y el balance de los lípidos y los ácidos grasos son factores importantes en la integridad de las membranas y en la función de los mensajeros en los sistemas de señalización celular del organismo humano. La investigación ha demostrado que las alteraciones de los ácidos grasos n-6 y n-3 en la dieta pueden disparar dramáticas alteraciones en la composición de los lípidos cerebrales. Por tanto, los cambios en la dieta durante el embarazo y las etapas tempranas de la infancia pueden llevar a cambios en la composición de las membranas celulares y los organelos en el cerebro, lo cual a su vez puede modificar la función cerebral a través de cambios en el crecimiento y división de las células, actividad enzimática y distorsión de la citoarquitectura celular.

El tipo de grasa ES IMPORTANTE. La composición de la grasa materna se considera un riesgo modificable para el metabolismo anormal de los lípidos y la tolerancia a la glucosa durante el embarazo. Los datos derivados de estudios observacionales demuestran que una mayor ingesta de grasas saturadas durante el embarazo se asocia con complicaciones del embarazo (preeclampsia, diabetes mellitus gestacional y parto prematuro) y malos resultados en el parto (retraso del crecimiento intrauterino y bebés grandes para la edad gestacional). Por otro lado, se ha demostrado que el estado prenatal de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga mejora el resultado del parto.

Muy pocos estudios se han llevado a cabo en países en desarrollo, en donde las dietas son de más pobre calidad y el riesgo de un pobre crecimiento y desarrollo es mucho más elevado. Los resultados de ensayos controlados que actualmente se desarrollan en México pueden resultar muy valiosos para mejorar nuestra comprensión del papel de los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga sobre la salud infantil.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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