Por VALERIA FERNANDEZ
MAGDALENA DE KINO / Agencia AP

La mujer pertenece a la nación indígena tohono o’dham y viajó desde Estados Unidos con otras 150 personas tan sólo para ver a San Francisco, el santo patrón de su pueblo. El peregrinaje hasta Magdalena de Kino, una comunidad mexicana ubicada en el estado de Sonora, a 90 kilómetros de la frontera con Arizona, se realiza todos los años con motivo del día de celebración del santo, el 4 de octubre.

Para los tohono o’dham es una experiencia transfronteriza que se viene compartiendo de generación en generación por más de 300 años y converge con la de otros pueblos indígenas como los yaquis y los mayos en México.

«La fe indiscutiblemente nos hace tumbar esos muros, esas fronteras. La fe nos hace hermanos, nos hace hijos de Dios», dijo Abraham Fernández López, de 45 años, padre de la Parroquia de Santa María Magdalena. «El idioma no es un obstáculo».

Sam, quien sólo habla inglés, esperó por horas entre una fila de devotos de todas las procedencias y rincones de México, entre una mezcla de voces y lenguas, al ritmo de banda mexicana intercalado con el de bailarines con cascabeles realizando la danza del venado, que personifica la lucha entre el bien y el mal. Algunos cargando pequeños santitos acostados en urnas de cristal, otros con flores, cintas de colores y escapularios color café para ser bendecidos por el santo.

«Me gusta porque es un santo para todos, la fe mueve a todo el mundo», dijo Ofelia Palomares, una joven yaqui de 24 años que viajó desde Loma de Guamuchil para cumplir una manda después de que el santo curara a su tío enfermo.

La manda es una petición que se le hace a un santo y viene acompañada de un sacrificio que puede ser tanto para pedir como para agradecer, explicó el padre López.

El sacrificio, en el caso de los tohono o’odham, es el peregrinaje a pie durante cinco días, en los que cubren una distancia de entre 50 y 90 kilómetros.

«Esto no es una carrera, nos tomamos tiempo para meditar», dijo Verlon Jose, uno de los peregrinos de los tohono o’odham que caminó por más de 50 kilómetros con su hijo y con su madre. «Aprendemos una lección en paciencia, somos tan veloces como el más lento en nuestro grupo».

Jose (correcto, Jose es el apellido) se convirtió a la fe católica de adulto, después de que su hijo Kendall se interesó por la tradición de la caminata cuando tenía 14 años.

«Nos preocupaba que nuestros jóvenes estuvieran perdiendo sus tradiciones», dijo Jose, de 47 años.

Como todos los años la familia Jose cubrió el trayecto utilizando bastones que caracterizan el peregrinaje de los tohono o’odham y los distinguen de otros peregrinos. Ellos cuelgan cintas de colores de los bastones y cada año agregan cuatro más, explicó Kendall.

«Si vas a hacer este peregrinaje debes comprometerte por cuatro años, nuestra costumbre es hacer todo en cuatro», dijo el joven de 26 años.

Este año la familia atravesó la frontera por el puerto de entrada oficial.

Pero como la nación de los tohono o’odham se extiende independientemente de la frontera tanto en territorio mexicano como estadounidense, ellos pueden cruzar por el portal de San Miguel en territorio tohono o’dham y volver a reingresar a Estados Unidos sin tener que pasar por una inspección regular.

La nación tohono o’odham tiene integrantes de ambos lados de la frontera. En el sur de Arizona se estima que tiene más de 28 mil miembros en un área del tamaño del estado de Connecticut. En México la cifra puede superar a las 2 mil personas, dijo David Ortega un miembro de la nación tohono o’odham que está trabajando en un censo del lado mexicano.

Dentro de la misma nación hay perspectivas diferentes sobre la devoción al santo.

«Muchos ya no hacen el sacrificio para venir, se ha convertido como en una vacación», dijo Ortega, de 54 años. «Esta tradición no era nuestra. Es algo que se adoptó de los jesuitas para convertirnos al cristianismo».

Para Ortega el festival es un recordatorio de los indígenas que murieron o fueron esclavizados con la llegada de los españoles.

Parte de la historia de porqué la devoción a San Francisco se instaló en Magdalena de Kino se preserva en la tradición oral de los lugareños. El padre López dijo que San Francisco llegó al pueblo por ser el santo que veneraba el padre misionero Eusebio Kino en 1706.

«El padre Kino fue el que trajo la devoción», dijo López. «Cuentan que San Francisco no se iba a quedar aquí, iba a San Xavier del Bac (en Estados Unidos) pero hablan de una mula que no se quería levantar mientras lo llevaba».

López dijo que los tohono o’odham comenzaron a llegar al pueblo coincidiendo con la muerte de Kino y adoptaron la devoción por San Francisco.

Pero no todos los tohono o’odham actualmente se sienten conectados con el jesuita.

«Nosotros no venimos aquí por el padre Kino», dijo Jose, quien es además director del distrito gubernamental Chukut Kuk próximo a la frontera con México. «Venimos a ver a San Francisco».

En la tradición oral de los tohono o’odham se habla de que Magdalena de Kino siempre fue un lugar de paso y de intercambio comercial además de ser territorio de ese pueblo antes de la llegada de los españoles, explicó José.

En el futuro puede seguir siendo un punto de encuentro para la fe y las contradicciones, dijo el padre López, por los festejos y venta comercial que rodean a la peregrinación transnacional.

Para María Moreno Molina, indígena yaqui de 65 años, y su esposo Henry García, de 67, que es tohono o’odham, es una tradición desde la infancia.

«Nosotros creemos que cuando caminamos vamos con todos nuestros ancestros y que nos ayudan en el camino», dijo García, quien solo habla en inglés.

La forma en la que los tohono o’dham practican su fe por San Francisco es «de admirar y tenerse en alta estima», pero también tiene sus variaciones en comparación con otras naciones indígenas en México, señaló el padre López.

«Ellos vienen cargados de imágenes, las dejan aquí. Muere algún familiar de ellos y las imágenes que ese familiar tenía, tienen la costumbre de traerlas al santo», agregó.

Al entrar al recinto donde está San Francisco Javier muchos devotos levantan su cabeza porque la creencia es que quien logra hacerlo esté libre de pecados.

Sam, en cambio, trajo un cuadrito con la Virgen de Guadalupe que pertenecía a su hija y le compró una estatuilla nueva para llevarla de regreso a su casa.

«Prometí hace cinco años que vendría», dijo Sam, quien en esta ocasión vino en automóvil. «Ahora lo estoy cumpliendo».

«La fe indiscutiblemente nos hace tumbar esos muros, esas fronteras. La fe nos hace hermanos, nos hace hijos de Dios. El idioma no es un obstáculo».
Abraham Fernández López
Padre

«Esto no es una carrera, nos tomamos tiempo para meditar. Aprendemos una lección en paciencia, somos tan veloces como el más lento en nuestro grupo».
Verlon Jose
Peregrino

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