POR REDACCIÓN CULTURA
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En 1975, Gaspar Ilom rondaba los 36 años. Su figura y sus modos suaves lo alejaban de la clásica estampa de un aguerrido jefe guerrillero, sin embargo, ese joven dirigente ya había creado cuatro años antes lo que sería más adelante la Organización del Pueblo en Armas (ORPA). Y lo había hecho con un puñado de hombres en las peores condiciones económicas y militares. Y superaron todo: el hambre que llegó a ser peor que un cerco militar, el frío, las enfermedades.

Ahora bien, lo que curtió a ese pequeño grupo de cuadros políticos fue el masivo apoyo de la población campesina. Llegó a ser tan multitudinaria la fuerza de la adhesión indígena que sacaron una lección: organización masiva sí, pero desde una cuidadosa clandestinidad. Cualquiera que hubiese sido testigo de primera mano en esa época seguramente calificaría tal empresa de locura. Por su amplia cultura, su espíritu cosmopolita y a la vez profundamente arraigado con lo más rico de la cultura guatemalteca, supo incorporar a todos los sectores de la sociedad en la durísima lucha contra la formidable dictadura que rigió los destinos del país por más de 42 años.

Es más, su pensamiento resultaba incómodo para varias corrientes de la izquierda. Su primer atrevimiento fue romper con las posiciones ideológicas en torno al pueblo indígena y su papel en la lucha contra las dictaduras militares. Así, el comandante Gaspar desarrolló por medio de varios libros y análisis la verdadera profundidad trágica de Guatemala. Para explicar e interpretar los procesos de la coyuntura política y de las peores décadas de horror que vivió nuestro país.

Así, en 1978, en las montañas de San Marcos, sus compañeros no sólo celebraron su 38 cumpleaños sino pudieron atestiguar una de las mejores interpretaciones sobre lo que se venía y significaba el ascenso al poder del general Romeo Lucas García. Es decir, en unas cuantas semanas sus palabras condensaron el horror y el odio que desataría el anticomunismo y la contrainsurgencia en contra del movimiento popular, en otras palabras: estudiantes, sindicalistas, campesinos, intelectuales serían borrados del mapa, ello, para abrir la puerta a la catástrofe civilizatoria que fue, sin ninguna duda, las masacres y su correlato, más de 600 aldeas destruidas, más de un millón de desplazados internos, cientos de miles de refugiados en México y decenas de miles de desaparecidos.

Como el personaje de Hombres de maíz, Gaspar no perdió la paciencia y supo comportarse a la altura de los grandes desafíos. No cabe la menor duda que «el Gaspar» —el de la novela y el inmortal personaje revolucionario— camina por aquellas hondonadas, por los cafetales, soñando con un mejor país. Sus pasos, su voz, aún se escucha en la sombra de grandes árboles, rodeado no sólo de los héroes que murieron en combate, sino de los niños, las mujeres, los viejos que lo escuchaban y saben que la paciencia también es una arma. Cada letra y acuerdo para construir la paz y la justicia social.

COLOQUIO

El miércoles 28 de octubre de 2015 se realizará el Coloquio “Vigencia de los aportes ideológicos de Gaspar Ilom a la Revolución Guatemalteca» Centro Cultural Universitario -Paraninfo- (2da. Av. 12 calle zona 1), 16:45 horas. Los invitados especiales serán Jorge Murga Armas, doctor en Antropología y Sociología de lo político en la Universidad de París 8; Santiago Boc Tay, quien recientemente publicó «Memorias del Tajumulco, testimonio de la guerra interna en Guatemala» y Libertad Garrido, estudiante Universitaria.

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