Por JORGE GARMA
BILBAO /Agencia AP

El artefacto había sido objeto de sabotaje en su fabricación y en su interior se encontró la siguiente nota, escrita en portugués: «Esta bomba no matará a nadie». El episodio conmovió al autor luso e inspiró las reflexiones que barnizan «Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas», la novela inconclusa del difunto Premio Nobel de Literatura, disponible desde el 1 de octubre en portugués y español.

El libro, «un alegato a favor de la paz y en contra del fracaso que es la guerra», según lo define la viuda del autor y directora de la Fundación José Saramago Pilar del Río, cuenta la historia de Artur Paz Semedo, un sumiso empleado de una fábrica de armas que decide investigar el sabotaje de una bomba destinada al conflicto español. Animado por su exesposa Felicia, una mujer de fuertes convicciones pacifistas, el personaje entra en debate consigo mismo acerca de su papel como trabajador de la industria armamentística y la necesidad de concienciarse y responsabilizarse de las consecuencias de este empleo.

Saramago escribió los tres capítulos que integran la novela en los últimos meses de 2009, pero la enfermedad, una leucemia crónica, no le permitió completar su relato. Falleció el 18 de junio de 2010, a los 87 años, en su casa de la isla canaria de Lanzarote.

Sin embargo, sus palabras son suficientes para plantear una reflexión que pasa de manera inexorable por la importancia de «la responsabilidad personal», como explica Pilar del Río.

«No basta decir ‘no sabíamos’, como tantas veces tratamos de justificarnos ante la barbarie: ‘no sabíamos’, y así ocultamos que en el fondo somos cómplices más o menos activos con el mal. Esta novela es un hecho literario de un escritor maduro y es también la preocupación moral de un ser humano al que nada le resultaba ajeno», dijo la viuda en un cuestionario respondido por correo electrónico a The Associated Press.

Traducida y supervisada por Del Río, «Alabardas» se completa con las notas de trabajo del propio Saramago, en las que esboza cual sería el final, ilustraciones del también Premio Nobel Günter Grass y textos del escritor italiano Roberto Saviano, el autor de «Gomorra». El texto de 150 páginas (de la 9 a la 81 escritas por Saramago) en español fue publicado por el grupo editorial Alfaguara (en Portugal lo publica Porto Editorial; en Brasil Companhia das Letras).

La semana pasada, Saviano participó en la presentación de la edición en Lisboa junto al juez español Baltasar Garzón, que criticó que España es «el octavo país en fabricación de armas» y «a la vez, predica la ayuda humanitaria».

«Hasta el último momento, Saramago se sintió concernido y exasperado por el mundo. Y en su último impulso literario, cuando ya sabía que no le quedaba apenas tiempo, quiso involucrarse y husmear en la devastación de la industria militar. Le sorprendía la inexistencia de huelgas en las fábricas de armamento», expresó a la AP el poeta y ensayista español Fernando Gómez Aguilera, biógrafo de Saramago y que también participó con sus textos en «Alabardas».

«Saramago quería poner de relieve cómo somos capaces de convivir superficialmente con la vileza sin hacernos demasiadas preguntas», añadió en un email.

¿Hasta qué punto le preocupaba a José Saramago la actividad de la industria militar? Pilar del Río recurre a ejemplos gráficos para ilustrar este desasosiego.

«Le preocupaba la industria de las armas y el impresionante comercio que generan exactamente igual que a una madre que le matan a un hijo, como a un hombre que le mutilan el cuerpo, como a unos vecinos que tienen miedo de salir a la calle, como a un secuestrado, como si él fuera un país bombardeado, como a quien le arrasan todo, la vida entera, los recuerdos, lo que tenía y era su vida», agregó.

Saramago define a su protagonista como «un interesante ejemplo de las contradicciones entre el querer y el poder».

«Amante apasionado de las armas de fuego, jamás ha disparado un tiro, ni siquiera como cazador de fin de semana, y el ejército, ante sus evidentes carencias físicas, no lo quiso en sus filas», dice un extracto de «Alabardas».

Gómez Aguilera explica que Artur Paz Semedo es un burócrata «gris» y «mediocre» que encuentra su contrapunto en una mujer «fuerte» y «comprometida» que le induce a debatir consigo mismo sobre sus deseos de progresar en la estructura de una fábrica de armas que vende su producción al ejército fascista de Franco.

En resumen, «un mazazo a las conciencias», como sintetiza Del Río: «José Saramago, como Kafka, decía que si un texto no es un mazazo en nuestras conciencias tal vez no merezca la pena el esfuerzo. Y esta última obra es un golpe en el estado de indiferencia resignada en la que vamos viviendo o haciendo que vivimos».

En una España y una Europa donde los efectos de la crisis financiera se han incrustado con dureza en la realidad cotidiana y el desencanto con las fuerzas políticas tradicionales, ¿está la literatura de Saramago más viva que nunca?

«Su pensamiento social se adelanta a los conflictos que estamos hoy viviendo. Se esforzó en poner de manifiesto y denunciar el debilitamiento de la democracia, su sustitución por los mercados», opina Gómez Aguilera. Para Del Río, «cada día hay más lectores de José Saramago porque a los que ya tenía se van sumando otros».

«‘Alabardas’ me ha confirmado lo que intuí cuando vi por primera vez a José Saramago: que el ser humano y el escritor se identifican, que la inteligencia y la compasión que caracterizaban al ser humano están presente en su actividad literaria, sin fisuras», concluyó la viuda del autor.

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