Alfonso Mata

Lugar, fecha de nacimiento, de muerte, primeros trabajos, todo ha sido motivo de confusión en el insigne Antonio O’Scanlan, menos sus escritos que desafiaron los siglos. Gracias a ellos, en su interesante práctica médica, tuvo que enfrentarse a epidemias y al final casi de su vida, cercano al 1800, en un ensayo apologético, nos habla de las ventajas de la inoculación antivariólica y nos tira recomendaciones que por su vigencia vale la pena de editar de nuevo ante la pandemia que nos aflige y en que la vacunación es motivo de tantas controversias.

Sobre el por qué de la utilidad de la inoculación maestro O’Scanlan

El conocimiento que he dado, la razón de su conveniencia, la forjo a la luz de mi experiencia y de la que me han proporcionado hombres más sabios, que me sugiere que la inoculación de la viruela (en nuestro caso las vacunas) es para el particular la práctica más útil y para el Estado de la más ventajosa de cuántas se han conocido hasta ahora.  Hablo respecto de que salva la vida a una infinidad de personas que hubieran sido víctimas del mal natural, aumentando por consiguiente la actividad de la población y la fuerza y riqueza y la industria del país. Afirmaciones que no sólo deben considerarse por mi cita, sino también por lo que muestran las reglas de la prudencia humana y los cálculos de probabilidad. Esas experiencias y situaciones parece, deben persuadir a los padres a que inoculen a sus hijos por el bien imponderable que produce, debiendo por lo mismo en lugar de prohibirse extenderse y propagarse públicamente.

Si hablo con energía favor de la inoculación y se intentó extender su práctica a todos en general, no hago más que emplear el lenguaje de mi corazón en beneficio de la humanidad, pura y libre de toda preocupación, e íntimamente persuadido de su utilidad por mi propia experiencia de inocular a miles. Mi amor al género humano, me obliga a recomendar este excelente preservativo, protestando que su interés es mi único designio, la verdad mi guía, y la experiencia, la regla de mi modo de proceder.

¿Qué más podemos añadir a lo anterior doctor?

¿A las gentes? Les haría ver que el peligro del coronavirus natural, pende no solo tanto del número total de infectados cuánto de la selección que tiene de afectar más a unos que a otros; de modo que siendo confluente la infestación en el adulto y en el personal médico con problemas, aunque discreto en el restante número de personas, la contingencia de perder la vida es mayor en mayores y el personal médico, pero si estas personas se vacunan, hay muy pocas probabilidades de que se contaminen y se enfermen, aunque eso no quita que algunos de los vacunados, puedan tener reacciones  adversas e incluso letales pero en baja proporción; a lo que añado que no se ha encontrado hasta ahora otro remedio que la inoculación, que disminuya la trasmisión, la infestación y las complicaciones y evitar así las secuelas. En fin tanta y mayor es la benignidad de la inoculación, que cualquier daño que le se quiera atribuir, tanto cualitativa como cuantitativamente resulta menor.

Pero además de las excelencias expresadas

La inoculación tiene el don de tranquilizar el ánimo de la persona que duda, si ha tenido o no la infestación, pues inoculándose, se liberta de un terror que le acompañaría en los siguientes días o meses o quizá año, y exponiéndose a perder la vida más prontamente, en caso de sobrevenirle el virus natural, al que está expuesto, particularmente en tiempo de este género de epidemias, pues nadie ignora que una vehemente pasión de ánimo puede hacerlas mortales.

La inoculación pues, es el único medio desvanecer los sustos y sobresaltos y de disminuir el miedo de morir o de enfermar y complicarse. Debe un hombre prudente sujetarse a ella, no sólo en estas circunstancias sino al contraer esponsales, al emprender un viaje largo y peligroso y como precaución para su familia. La inoculación debe hacerse para no aventurarse a contaminar de coronavirus, con la que se  expondría a un peligro evidente de de perder la vida o de propiciar que otros la pierdan.

La inoculación también  resulta útil en los casos dudosos y permite que los cercanos dejen de temblar y horrorizarse al acercarse a esta  persona. Es necesario terminar la separación del trato con la gente a fin de ir quitando tanta natural aprensión que se ha producido y de poder gozar de la compañía de amigos y familia y de visitar la vida cotidiana sin padecer de temores. La gente debe pasar de una vida de sobresaltos a una de tranquilidad de ánimo.

Pero ¿qué hacer con la gente?

A la gente hay que enseñarle la verdad de este mal para que adquiera tranquilidad. Enseñarle que ese piquetazo en su brazo, en esa parte del cuerpo, apenas tiene peligro de producir un poco de malestar general y fiebre en algunos, que con eso no toma el riesgo de estrago en los pulmones. Porque en la enfermedad por coronavirs, cuando el virus ha entrado en ellos por medio de la inspiración, penetrando e introduciéndose en sus vasos, ocasiona la inflamación, afecta la circulación, forma úlceras tanto más peligrosas cuanto más blanda es la contextura de esa entraña y cuanto menos puede resistir el choque del virus, obstruyendo de esa manera sus vasos inflamados; y la respiración se vuelve dificultosa; y entonces el paciente muere sofocado. Eso hay que decirlo a la gente.

La vacuna puede producir una ligera inflamación que moviliza los sistemas de defensa del cuerpo y los hace trabajar y aprender. Y cuando esto sucede, se puede defender cuando los virus quieran atacar, no permitiéndole a ellos que afecten los tejidos y se puedan replicar en el cuerpo de las personas inoculadas. Cuando se inocula la vacuna, se ha trasformado el cuerpo del inoculado en un estado de robustez contra la infección del virus. La inoculación produce este maravilloso efecto de mejorar la constitución de los que se sujetan a ella, para combatir al virus y sus artimañas. En la persona inoculada, lo único que cabe es tomar las precauciones para precaver los efectos de malestar que se tengan con la inoculación. Con ese acto terapéutico de inocular, no va a haber sorpresas tan grandes como con la enfermedad natural, ni estragos sacrificando a gente útil.

y el Estado ¿qué gana?

Pero el Estado debe ver la inoculación como su mejor manera de atajar la epidemia en su territorio, evitando que se produzca tanta contrariedad entre la gente, y de esta con instituciones y organismos públicos y privados y eso lo logra al disminuir el número de inficionados y despojando al virus de su virtud deletérea, no dejando duda de que cuanto mayor sea el número de inoculados en este momento de epidemia, menor será el número de contagiados del virus natural, perdiendo su trasmisibilidad y malignidad y el estado casi podrá liberarse de la voracidad de semejante azote.

Así que hay que aprovecharse de este método suave, seguro, y casi sin riesgo y de liberación de víctimas. Eso facilita al sistema de salud a rescatar a tantas víctimas como las que arrebata diariamente el coronavirus, y evita tantas lágrimas y precipicio a la pobreza y genera paz y tranquilidad en las familias, en lugar de lamentables tragedias. Y el Estado podrá promover la agricultura y extender el comercio. La inoculación trabaja para el Estado. Si se hacen adecuados cálculos, se ve toda la ventaja de la inoculación no solo de salvar vidas, sino de evitar complicaciones y secuelas de todo tipo en la vida, a una infinidad de individuos.

 

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