En las vísperas de la conmemoración del Día de la Independencia vale la pena recordar que el nuestro es el país de la mano de mono.

“Me hicieron mano de mono” era una frase que usaban viejas generaciones para expresar que se había sido víctima de un infame engaño y la misma viene a cuento en la víspera del 199 aniversario de la “independencia patria” para recordar que el nuestro es el país de la mano de mono, condenado desde su origen a que existan poderes fácticos que hacen nulo e inexistente cualquier vestigio de vida democrática porque al pueblo se le ve como peligro. Y es que el mismo 15 de Septiembre, como lo dice sin el menor rubor el Acta de Independencia, la autoridad y los poderes fácticos se reunieron para anunciar la ruptura con el Reino de España, pues advertidos de los movimientos populares que se estaban dando con esa finalidad, deciden adelantarse para “prevenir las consecuencias que serían terribles, en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”.

En otras palabras nos aprestamos a conmemorar el aniversario del primero de tantos manotazos que se han dado para impedir que el pueblo en este pobre país actúe por propia cuenta. Tan era una farsa la declaración de independencia aquel 15 de septiembre de 1821 que en menos de cuatro meses se decretaba, en enero de 1822, la anexión a México. Algunos sostienen que el verdadero motivo de la independencia fue para dejar de pagar impuestos a la corona española, lo cual no se puede descartar, pero los “Próceres” dejaron plasmado en el acta que le tenían miedo a una independencia real, proclamada de hecho por el mismo pueblo.

Y así ha sido nuestra historia porque el pueblo es un cero a la izquierda al que, en el mejor de los casos, se manipula para comprar votos en los períodos en los que ha existido sistema electoral. Nunca nos hemos preguntado qué hubiera sido de nuestra patria si, en efecto, hubiera sido el pueblo el que declarara la independencia, lo que significaba salir del Capitán General nombrado por la corona española y librarse del yugo que representaban los criollos que se habían convertido en los dueños de Guatemala.

La idea del gatopardismo, cambiar para que nada cambie, no fue de Guiseppe di Lampedusa. Él recogió simplemente de la historia cómo funciona esa perversa práctica de engaño. Parafraseando la frase podemos decir que aquí se declaró la independencia para que el pueblo nunca fuera independiente y nos hemos acostumbrado a ello. Quizá por eso el pueblo es solo espectador de las maniobras que se hacen para afianzar la dictadura perfecta, la dictadura de la corrupción.

Redacción La Hora

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