Mientras Jimmy Morales, que se autonombra luchador contra la corrupción, que en la práctica apaña, balbuceaba incapaz de hilar un discurso coherente, el presidente de transición de Perú, Martín Vizcarra Cornejo, explicó los pasos que toma su país para enfrentar la corruptela. Perú no difiere mucho de Guatemala pero hoy, en el tema concreto de buscar la transparencia y acabar con los viejos vicios, parece estar a años luz de distancia.

Dijo Vizcarra que está trabajando contra la corrupción en una lucha que arranca con reformas constitucionales que serán sometidas a la población en consulta popular, con la intención de prohibir el financiamiento privado a los partidos, suprimiendo la posibilidad de reelección de los diputados y una profunda reforma al sistema utilizado para designar a los jueces y magistrados para cambiar la administración de la justicia y terminar con la impunidad.

Ni más ni menos que la misma receta que debe aplicarse en Guatemala y en lo que algo se empezó a avanzar, pero que el Presidente, los políticos y la poderosa élite económica, torpedearon inmisericordemente usando como pretexto el tema del derecho indígena. Y decimos pretexto porque los indígenas en un gesto extraordinario pidieron retirar ese tema para asegurar la aprobación del resto de reformas y ni siquiera así cambiaron de parecer los corruptos.

Imaginemos una Guatemala en la que el financiamiento de los partidos no provenga ni del crimen organizado ni del financiamiento de los dueños del país. Sin duda que tendríamos gobiernos para trabajar por la gente y no para facilitar a los delincuentes impunidad y a los otros corruptos privilegios a todo dar, únicas cosas en las que los políticos cumplen la palabra empeñada durante las campañas. Una Guatemala donde el Congreso no sea centro de negocios dirigido por eternos diputados que compran sus candidaturas, y que trabaje por el bien común con la intención de hacer fuerte la institucionalidad democrática.

Son aspectos relativamente sencillos que se pueden lograr con voluntad y decisión para empezar a enderezar el rumbo del país. En cambio, Jimmy Morales tuvo que ponerse a balbucear de manera incoherente porque no podía ofrecer más logros que el haber obtenido calificación ISO en alguna dependencia del Estado.

No es que la Cumbre sirva para nada, pero sí puso en evidencia a Guatemala, país que se distinguió ante la prensa internacional por haber puesto obstáculos a los periodistas para cubrirla y a su Presidente quien como cómico siquiera debió hilvanar frases vacías sin tartamudear como lo hizo. La fastuosa oportunidad de lucirse terminó en rotundo fracaso.

Redacción La Hora

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