Sandra Xinico Batz
sxinicobatz@gmail.com

Pareciera que desde su origen, la industria del turismo estuviera hecha para ser racista, folklorizante y despojadora. Desde un principio se pensó en la empresa (privada) como el ente beneficiario de la explotación cultural y natural que implicaría la actividad turística en el país. Hasta hoy los dueños de los restaurantes, de los chalets, de las mejores playas, de los mejores hoteles alrededor de lagos o frente al mar, son extranjeros cuyos trabajadores son indígenas (sean mayas, garífunas o xinkas) que por generaciones son los que han servido en esos restaurantes o limpiado esos hoteles, más no son propietarios de éstos.

“Que el desarrollo de la industria turística, significaría para Guatemala el incremento de fuentes de trabajo, ingreso de divisas, dispersión de numerarios en sectores empresariales y alza de ingresos tributarios, por lo que es de conveniencia nacional, tomar las medidas necesarias para impulsar tal desarrollo, no sólo por el Estado, creándose la institución adecuada para regir y controlar dicha industria, sino sobre todo, por medio de la iniciativa privada otorgándole a ésta los incentivos aconsejables para impulsar la inversión de los cuantiosos capitales que la misma requiere”, fue uno de los considerandos con que se decretó la Ley Orgánica del Instituto Guatemalteco del Turismo en 1967, en el que también se define: “Que el país, por las bellezas de su territorio, sus acogedores climas, cultura, riqueza arqueológica, artesanía y folklore, constituye natural atracción para impulsar una considerable afluencia de turismo”.

¿Natural atracción? Sí, el turismo en Guatemala se trata de eso, de viajar a un país a ver aborígenes que se visten de colores llamativos y que practican el sincretismo. Es un lugar barato en donde unos pocos dólares se convierten en bastantes quetzales y donde se pueden apreciar “misteriosas” estructuras, incluso conocer las más altas del mundo como el Mirador, allá en el norte de Petén. Y mientras dejen dinero acá en Guate qué importa que lo más seguro es que se vayan como llegaron, pensando en los indígenas como aborígenes que nada tienen que ver con esas ciudades antiguas. ¿Por qué tendrían que darse cuenta de ello si ni el buen chapín lo hace después de pasar una vida entera aquí?

Es tan difícil encontrar un documento decente que narre la historia de los lugares donde vivimos y cómo llegaron hasta aquí. Es trágico que acá hayan transcurrido miles de años y que a la vez no tengamos conciencia con claridad de los últimos 500 años siquiera. Es lamentable que las guatemaltecas y los guatemaltecos narren la historia de su país como si fuese discurso de guía de turista del Inguat.

Que sigamos repitiendo que Guatemala fue “conquistada” en 1524 no sólo es incorrecto sino que sigue borrando la historia de pueblos que resistieron y cuyos territorios “lograron” ser invadidos hasta 1697 como fue el caso del pueblo Itza’ cuya ciudad Tah Itza’ (Tayasal) o Noj Petén (hoy la Isla de Flores) fue bombardeada a cañonazos por los españoles, quienes en más de una ocasión intentaron tomarla.

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