Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El operativo esta mañana contra Gustavo Alejos y sus socios en los negocios con el Estado nos viene a confirmar que desde hace muchos años los secretarios privados de quienes gobiernan son simplemente los encargados de supervisar la red de corrupción que se monta desde las más altas esferas. Es la gente que tiene a su cargo que en cualquier operación corrupta que se haga en el Estado se salpique debidamente a los mismos gobernantes porque no tienen ninguna atribución real que coadyuve a una buena administración pública al servicio de la gente, sino que sirven de enlace para bañar en pisto a sus jefes y controlar el derecho de picaporte para determinar con quién y cómo se hacen los trinquetes.

Y no es cosa nueva ni reciente porque hace años que se viene utilizando esa figura para administrar el juego del tráfico de influencias y eso se ha demostrado a lo largo de mucho tiempo. De hecho los secretarios privados empiezan a ejercer su papel desde antes de que el Presidente tome posesión del cargo y son los que tienen la relación directa con los financistas que luego se convierten en beneficiarios del ejercicio del poder.

Yo sigo pensando que gracias a Dios Guatemala pudo mantener a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala y que ésta entendió el papel de los aparatos clandestinos en el manejo de la corrupción en el país. Recordemos que cuando Colom era candidato presidencial su hombre de confianza en el Congreso dictaminó en contra de la Comisión y a punto estuvieron de escabechársela antes de que pudiera iniciar siquiera su existencia. Fue necesario hacer presión para que se revirtiera ese dictamen y que el pleno al final le diera luz verde, sin duda convencidos de que las investigaciones de la CICIG nunca irían al meollo de la impunidad en Guatemala que es la corrupción que se ha extendido a todos los niveles.

Y sostengo que no debemos caer en el espejismo de que todo está centrado únicamente en el gobierno de Pérez Molina sino que hay que investigar mucho para atrás porque es demasiado lo que le han robado al pueblo de Guatemala. En el caso de Gustavo Alejos su principal giro de negocios había sido el de la venta de medicinas al Estado, pero llegó a ejercer control sobre todos los ministerios. En una visita que hizo a La Hora para tratar de explicar sus funciones, me dijo que él era algo así como encargado de vigilar a los ministerios para asegurar transparencia y me comentó que le había dado instrucciones al Ministro de la Defensa, en una ocasión, de rescindir un negocio de comida. Si al poderoso Ministro de Defensa le daba órdenes relacionadas con los negocios y con quién se hacían, qué se puede esperar de otros despachos. El Micivi fue su territorio donde se manejaron miles de millones en contratos y hasta en Migración supo colocar a sus allegados para que ni siquiera en una Dirección se les pasara la posibilidad de traficar influencias. No digamos el lucrativo sector de generación de energía eléctrica.

Y todos los gobiernos han tenido sus Alejos, a cargo de contar el pisto de la corrupción y distribuirlo como hacía también Monzón y muchos más a lo largo del tiempo.

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