Walter del Cid

Padre, abuelo. Lector casi empedernido. Conocedor de las intrincadas reglas del cuasi disfuncional Estado guatemalteco desde 1988 a la fecha. Inició su incursión en el periodismo de opinión en las páginas de La Hora con aportes en la sección «Cartas de los Lectores» en septiembre de 1993. En 2006 tuvo el honor de ser jefe de Información de esta Tribuna y no mostrador. Casi ininterrumpidamente colaboró con columnas de opinión en La Hora, el desaparecido El Gráfico, Siglo XXI de la primera época, Diario de Centro América, la Revista Crítica y eventualmente para la Universidad Johns Hopkins en temas de población y desarrollo. Esta es mi Tercera Época en La Hora, gracias por ello. Creer en la democracia no es una cuestión circunscrita a razones teóricas, es una forma de vida y se aplica a la cotidianidad de nuestros actos.

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El inicio del penúltimo mes del año fue marcado por la enorme fuerza de la movilidad social. Los Pueblos Indígenas y su ancestral manera de conducir la defensa de la democracia, de nuevo sorprendió a la población y a la comunidad internacional. Todo es, ha sido y hasta a donde a los organizadores de esta Digna Resistencia compete, será pacífico y una expresión de una voluntad que se expande, que “toca” la sensibilidad de los buenos guatemaltecos, dentro y fuera del territorio nacional.

La historia registrará los 30 días de octubre (se comenzó el 2) y los que van de noviembre, como el período de las jornadas de reafirmación por la democracia de los guatemaltecos, con los 48 Cantones y las Autoridades Ancestrales a la cabeza y el respaldo de una amplia mayoría de la población.

No obstante, del otro lado del tablero, este martes 7, hubo movimientos significativos de quienes ostentan el poder en las Cortes y en el simbólicamente llamado el “Más Alto Organismo del Estado:” el Congreso de la República. ¿Cómo puede haber democracia en una sociedad si quienes ostentan investidura de jueces y magistrados son quienes violan la ley en forma continuada? ¿Cuál es la denominación precisa de un régimen inobservante de su sistema de legalidad? ¿A dónde nos llevan?

Cuando el apreciable lector lea estas líneas ya nos habremos enterado de lo resuelto por la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, reunida en sesión extraordinaria en la que analizarán la situación de tres países: Haití, Guatemala y Nicaragua. Las expectativas no son halagüeñas para el gobierno. También, para entonces ya se habrán hecho públicas las implicaciones de las recientes resoluciones de la Corte de Constitucionalidad, CC, de la Corte Suprema de Justicia, CSJ, y de la salida del país del presidente Electo.

Hay un “caldo de cultivo” cuya efervescencia casi se puede “tocar”: luego de un tortuoso recorrido, finalmente les han negado la justicia a los familiares de las más de 200 personas masacradas en la comunidad “Dos erres”, esa misma oprobiosa “Corte” ordena la reinstalación como juez al señor Mynor Moto Morataya que estuvo prófugo por varios meses. Marcas profundas del retroceso en la institucionalidad democrática del país. Negación y retroceso en la aplicación de la justicia.

También se dio luz verde a la investigación penal en contra de los magistrados del Tribunal Supremo Electoral, es decir, a partir de cumplida la última de las notificaciones, pasará al Congreso de la República el sorteo para la conformación de otras comisiones pesquisidoras pues se unirán al expediente del vicepresidente Castillo y su respectiva comisión pesquisidora.

El tiempo y la férrea voluntad ciudadana son los principales obstáculos de las maniobras antes descritas. Están jugando con fuego y todos sabemos lo qué pasa cuando se juega con el ímpetu de la desesperación de quienes trastocaron la función pública en beneficio propio. Que ellos ganen o pierdan está en manos de los Pueblos que habitamos Guatemala.

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