Doña Rosa, una migrante que se ha superado inspirada en su madre

El 5 de noviembre la migrante guatemalteca Rosa Elena Tolico de Flores cumplió 36 años de haber llegado a Estados Unidos con muchas ilusiones y anhelos de superación, por un mejor futuro para sus hijos y en especial para su madre, procurando su bienestar en agradecimiento al sacrificio que hizo por la familia.

Doña Rosa, como lo han hecho varios guatemaltecos, relató parte de su vida, retos y anhelos a La Hora Voz del Migrante en una entrevista en videollamada.

La guatemalteca nació en el municipio de Taxisco, del departamento de Santa Rosa, en 1966 y migró de Guatemala en 1985; trabajó cuando tenía 18 años como impulsadora de productos para una empresa nacional. También con un dentista, pero fue por poco tiempo.

Debido a que quería ayudar a su familia con los gastos del hogar, no tuvo la oportunidad de estudiar cómo le hubiera gustado, “estudiaba por el Trébol, fue por el tiempo del terremoto y nos pasaban de una escuela a otra, y ya después estuve en el Colegio María Auxiliadora en zona 9”, recordó.

QUERÍA AYUDAR A SU MAMÁ Y HERMANOS

Aunque nació en el interior del país, su familia se mudó a la capital, específicamente a la zona 12 y después 18.

“Me vine a Estados Unidos porque somos una familia de escasos recursos y siempre quise estudiar de otra manera y no se podía, y no era posible para mi mamá, yo quería que mis hermanos estudiarán y que mi mamá no trabajará, que tuviera el dinero para quedarse en casa”, destacó con emoción estos momentos.

La guatemalteca pensaba que estaría uno o dos años en Estados Unidos, solo a ganar algunos dólares, “pero ese año se convirtió en 36 años… no podía vivir sin mi mamá, eso me hacía pensar que regresaría”, aseguró.

Sin embargo, como las necesidades de su familia persistían, no le fue posible retornar y su vida se estableció en ese país.

Para llegar a Estados Unidos atravesó la frontera como muchos migrantes, con dificultades, pero eso nunca le impidió soñar en grande y solo pensaba en que necesitaba empezar a trabajar para pagar los más de Q2,200 del costo del viaje.

“MAMÁ, ESTOY BIEN”

Uno de los momentos que la marcó fue cuando pudo llamarle a su mamá, en una época en la que WhatsApp no existía y los minutos al teléfono eran bastante costosos, “solo pude decir mamá, estoy bien (recordó entre lágrimas), eso fue rápido y le dije que regresaría en un año”.

“La persona que me prestó el dinero era el tío de una conocida mía, no conocía al señor… yo quería irme a Nueva York y así fue, no sabía ni qué hacer con una familia que no conocía, así que llegué y ya al siguiente día que era el del “Pavo” -Día de Acción de Gracias- empecé a trabajar. Salí a la 42 y avenida Las Américas, había tantos edificios y no sabía qué hacer, me puse a llorar porque la gente no hablaba español, hasta que se apareció alguien que yo digo era un ángel que me llevó a la estación del metro”, mencionó.

Además, aseguró que en realidad no sabía cómo era Estados Unidos y por eso al llegar se asombró tanto.

Durante sus primeros meses en Nueva York trataba de que el dinero que obtenía le alcanzará para todo, pues debía pagar la deuda de su viaje y por supuesto, ayudar a su mamá; lo poco que le quedaba lo utilizaba para comer y pagar la renta de la habitación en la que dormía, “en mis días libres estuve durmiendo en un convento”, señaló.

UN HOMENAJE A LA SEÑORA ALICIA MARROQUÍN

Doña Rosa, tras 36 años de ser migrante, cree que cumplió el Sueño Americano, pero fue difícil porque debió superar muchas pruebas, aunque una de sus satisfacciones más grandes es que pudo trasladar a su mamá con ella a Estados Unidos, la señora Alicia Marroquín, quien vivió durante 30 años en ese país hasta 2019 cuando falleció.

“Mi mamá era y sigue siendo el motor de mi vida, ella falleció el 6 de diciembre de 2019, pero ella sigue en mi vida, fue la persona por quien vine de allá”, relató.

SU PRIMER TRABAJO FUE DIFÍCIL, PERO SE SOBREPUSO

Su primera experiencia laboral fue la de cuidar un niño, hijo de una familia latina, sin embargo, con el tiempo la relación con sus empleadores se tornó tensa y decidió escapar, “me querían tanto, pero no me querían dejar ir… agarré lo poquito que tenía y me salí”.

Después empezó a trabajar con una familia de origen judía y aunque al principio el idioma fue una barrera, su dedicación lo derribó todo, “no hablaba nada de inglés, pero empecé a trabajar y ahí estuve por cinco años, la señora me dijo, nunca olvidaré tu trabajo”, resaltó.

En ese tiempo, dormía en un convento ubicado Manhattan, en donde pagaba US$25 por su estadía, ya no existe.

Pero se mudó y viajó a Paterson, Nueva Jersey, lugar en el que reside hasta la fecha.

Tuvo un empleo en una planta de pollo que era “un hielo o un freezer, fue horrible”, también en una electrónica y ahora su labor es la limpieza en casas, “eso me da la opción de iniciar a la hora que quiera, hay casas que las limpio de hace 20 años”, explicó.

LE ENCANTA COCINAR PARA SU FAMILIA

Pero doña Rosa era talentosa no solo por su responsabilidad, sino también por su habilidad para cocinar, en Guatemala, por ejemplo, empezó preparando Pepián de gallina y ahora elabora una gran cantidad de platillos tradicionales, incluso aprendió cocina italiana y otras más.

“Sé cocinar comida italiana y de muchos países, me gusta la cocina, mi comida, mi sazón no lo dejo, me fascina poner de fondo la marimba y ponerme a hacerme un pepián, tamales, revolcado, quesadillas, me encanta la cocina”, remarcó.

SE CASO CON EL AMOR DE SU VIDA

La entrevistada completó su relató con las vivencias cómo conoció a su esposo, don Oscar Flores, quien llegó a su vida en 1992 y un año después se casó con él, “el 21 de mayo cumplimos años de casados. Yo digo que me gané la lotería, mi esposo es una persona muy buena y comprensiva. Estoy bendecida porque es un buen padre para mis hijos”.

Doña Rosa reiteró que a lo largo de estos 36 años ha conocido a muchas buenas personas, ha viajado y también ha llorado por otras que han fallecido. “Gracias a Dios estoy bien, cumplí mi sueño americano, porque este es un país de oportunidades”, reiteró.

La guatemalteca cree que las oportunidades están disponibles para todos, así que quien busca salir adelante, lo puede hacer siempre y cuando trabaje con esfuerzo.

Aunque toda su familia, hijos y nietos se encuentran en EE. UU., se siente orgullosa de ser guatemalteca y sus orígenes no los olvida, “hay que echar para adelante y claro que me da sentimiento recordar”.

VIAJAR, COMPARTIR TIEMPO CON SU FAMILIA Y SU MASCOTA DUI

Además de trabajar, disfruta de viajar, la playa de hecho es uno de sus lugares favoritos y por eso le gustaría construir una casa en un área cercana. Vive junto a su familia y disfruta mucho de la compañía de su mascota, su perrito “Dui Flores”, que está cerca de cumplir 14 años.

Un día en la vida de la guatemalteca empieza a las 6 de la mañana, hace su café y desayuna para que a las 8:00 pueda salir a trabajar; vuelve por la tarde dependiendo si en esa jornada limpia una o dos casas.

SUS CINCO COMIDAS FAVORITAS

Sus comidas preferidas son: frijoles parados con queso duro, sopa de pata con panza, gallina asada o caldo de gallina, pepián y tamalitos de chipilín, mientras que a su familia le gusta de todo lo que cocina, aunque el pollo en crema es de sus favoritos, “a veces mi hermana que está en Guatemala me pide la receta”, puntualizó.

La guatemalteca finaliza la entrevista con un mensaje para los connacionales, recordándoles que en la vida nada es difícil: “hay que poner las cosas en manos de Dios y siempre seguir adelante”.

AGRADECIMIENTO

La entrevista fue posible de realizar con el apoyo del sobrino de la guatemalteca, Jorge Marroquín, quien también conversó hace unas semanas con La Hora Voz del Migrante y don Carlos Díaz, amigo de varios connacionales en Paterson, Nueva Jersey.