Suplemento Cultural
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Vinicio Barrientos Carles

Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior.   Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar.   Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.                 

«Ser transdisciplinar» es el pilar para enfrentar los desafíos del siglo XXI.

Basarab Nicolescu

La Red de Cuerpos Académicos de Investigación Educativa –RedCA– de la Universidad Autónoma del Estado de México –UAEM– celebró a fines de 2020 su III Congreso Internacional de Investigación Educativa, evento académico en el que tuve a bien participar, en aquella ocasión de manera virtual y a distancia, por las conocidas medidas que la pandemia del Covid obligó a poner en marcha.  El programa incluyó cerca de cuatro decenas de mesas de trabajo, miniconferencias y exposiciones variadas, a la vez que se promovió la interacción entre los participantes ante una diversidad de actividades como presentaciones de libros, seminarios y talleres.   La nueva normalidad que la pandemia colocaba sobre la mesa representó un singular estímulo para los puntos que se trataron.

En particular, se desarrollaron tres conferencias magistrales, una por día en el período de duración del Congreso, con la participación plenaria de todas y todos los asistentes al evento, teniendo quien escribe este artículo el honor de colaborar con la conferencia magistral central, la cual se llevó a cabo en torno de la temática que el titular de la publicación exhibe.   La invitación extendida por la UAEM tuvo por objetivo general la difusión del pensamiento transdisciplinar, de las cuales tuve a bien elaborar unas notas, a manera de resumen crítico, basándome en artículos precedentes sobre distintos aspectos del pensamiento complejo y las características de los sistemas dinámicos que exhiben complejidad, sobre los que en distintas columnas y publicaciones había venido escribiendo.

Cabe decir que, en gran medida, la pandemia vino a colocar sobre la mesa las temáticas involucradas, dando especial realce a la complejidad de la sociedad contemporánea.   Lo cierto es que cuando hablamos del problema educativo, no puede dejarse de lado que esta actividad humana suele incluir la multidimensionalidad en la que el ser humano se desarrolla, vinculándose, de manera holística, con todos los aspectos que atañen a la vida, de manera que un sólido marco teórico se hace necesario para confrontar exitosamente el reto que tal empresa, la formación de las generaciones venideras, impone, de manera indefectible e inevitable.

En la presente nota procedo a realizar una revista de los puntos medulares que quise abordar, hace ya más de dos años, pues me siguen pareciendo igualmente vigentes y relevantes, sobre los que amerita reflexionar.   Dado el espacio y la concreción requerida, esta revisión obliga a la síntesis y al paso ligero, dejando en el lector y lectora su oportuno seguimiento y posible extensión, para lo cual coloco, como es usual, enlaces a textos secundarios para el respectivo apoyo o la deseada ampliación.   En suma, los temas de complejidad y transdisciplina son, como bien dice en el epígrafe el físico Basarab Nicolescu, los pilares fundamentales para confrontar los retos que este siglo XXI nos plantean.

Iniciemos comentando que la primera parte de la conferencia hizo oportuna mención a una conveniente coyuntura particular, de la cual quise aprovecharme para establecer como punto de partida unos conceptos filosóficos básicos.   Resulta que el día de la conferencia, el 19 de noviembre de 2020, resultó ser el tercer jueves del mes, el cual ha sido designado por la Unesco, desde 2002, como el Día Internacional de la Filosofía.  La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, el significado, en inglés, de las siglas Unesco, dispuso apartar este día para subrayar, resaltar y promover el valor duradero de la filosofía para el desarrollo del pensamiento humano, para cada cultura y para cada individuo de la sociedad contemporánea.

Cabe reparar, en este sentido, que la filosofía, además de ser una disciplina, es también una práctica cotidiana, la cual puede transformar las sociedades mediante la estimulación del diálogo entre las distintas culturas que componen la humanidad del siglo XXI.   Se convierte de esta manera en un puente, mediante el cual pueden ser salvadas distancias y superadas barreras.   De manera más específica, la educación, sea como teoría o como acción pragmática, propende al despertar del ejercicio del pensamiento, llevando a la confrontación razonada de la natural diversidad de opiniones ante el mundo, de forma tal que la filosofía viene a colaborar de manera intensa e íntima con la construcción de una sociedad más tolerante y respetuosa, de un sinnúmero de formas.

En este primer capítulo de la conferencia, y a manera de apertura a la problemática de la educación en los albores de un siglo que exige respuestas inmediatas y urgentes, el fenómeno educacional y su dinámica propia abrieron camino a una nueva forma de comprender esta realidad multidimensional, dando paso a los componentes característicos de la complejidad en el tema de la educación.   Estas reflexiones permitieron dibujar los grandes trasfondos de las problemáticas que la educación coloca en el día a día de la realidad humana, bajo el presupuesto de representar un camino para la construcción de una mejor humanidad, desde los paradigmas clásicos y las nuevas realidades.

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La segunda parte de la conferencia, de un total de cuatro, versó en torno de lo fundamental que resulta el replanteamiento y la redefinición del fenómeno educativo, para lo cual se explicitó la particular visión de la historia del ser humano, entendiendo la misma como aquella comprendida en la época (geológica-estratigráfica) del Holoceno y el connotado cambio al denominado Antropoceno. En esta visión particular del autor, existen períodos de tiempo en los cuales un determinado macroparadigma funciona como supercultura dominante, de manera que cierta estabilidad en la cosmovisión y los valores asociados permiten que la humanidad discurra sin mayores tropiezos o conflictos en el modo de hacer las cosas. Sin embargo, por la misma dinámica humana, se llega a ciertos períodos de tiempo en los cuales el macroparadigma resulta insuficiente, y una crisis generalizada se presenta.

Estos períodos de crisis posibilitan un replanteamiento del macroparadigma dominante, y al cambiar los valores de la cosmovisión, una nueva supercultura será producida y un nuevo período de estabilidad tendrá lugar.   A estos períodos de crisis y de replanteamiento bien puede denominárselos «renacimientos», siendo el más reciente el Renacimiento ubicado en los inicios del siglo XV. En los diagramas incluidos en la imagen siguiente pueden observarse estos momentos de la historia, en su sentido tradicional. Importante hacer ver que esta interpretación tiene por objetivo el planteamiento de un nuevo renacimiento, uno que justamente inicia el pasado siglo XX y que está por concluir en el presente siglo XXI, relacionado con el despliegue tecnológico y la cuarta revolución industrial, o era digital.

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Sin embargo, yendo más allá de esta interpretación clásica de la historia humana, la conferencia enfatiza el tema de que la evolución y realidad de la existencia del ser humano no se encuentran circunscritas a la época del Holoceno, o el reciente Antropoceno, sino que, en un sentido mucho más amplio y abarcador, deben ser entendidas como la historia del género humano: Homo.   Por ello, para la correcta interpretación de la posición del hombre en el mundo, es necesario el uso de las distintas escalas, las que hemos presentado en este enlace previo: la escala antropológica, que precede a la escala arqueológica, que antecede a nuestras vivencias directas, en una escala psicológica o personal.

Esto hace referencia, de una u otra manera, a la existencia de esa parte de nuestra realidad mental que permanece ajena a nuestra consciencia, que pareciera, no solo ser hegemónica, sino también grandemente desconocida: el inconsciente.   De esta toma de consciencia, una parte significativa de nuestra psique viene a quedar bajo los dominios de todas esas fuerzas que englobamos y denominamos por la noción de «nuestra irracionalidad».   O, dicho en otras palabras, las apariencias de un ser humano conducido y gobernado por la razón viene a resultar en un estereotipo, un prejuicio, una conveniente apariencia, un disfraz, ante una más cruda y profunda realidad.

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Así, de esta forma, en esta segunda parte de la conferencia sobre educación, complejidad y transdisciplina pasa a concluir en torno de estas dos interpretaciones que podemos dar a la historia humana: una ampliada y otra reducida.   A pesar de la distinción, curiosamente, ambas terminan apuntando en la misma dirección: en una innegable convergencia del agotamiento del macroparadigma de la Modernidad, ese que privilegia a la Ciencia (moderna) como la supercultura sobre la cual se construye el mundo contemporáneo, sobre la cual debe orientarse y dirigirse el proceso educativo.   Acá, cuando hablamos de la crisis de la Modernidad, estamos hablando de la incapacidad del paradigma de laboratorio para interpretar y comprender holísticamente las realidades de la misma cotidianeidad.

Estamos entonces hablando de una profunda crisis de la visión del conocimiento monodisciplinar, crisis que se ve reflejada en las ulteriores profundidades de la investigación científica, la cual se ha hecho evidente con la identificación y el reconocimiento de las emergencias en un sistema dinámico, el caos, la cibernética y la interconectividad, no consideradas ni tomadas en cuenta por la ciencia moderna. De esta guisa, los sistemas complejos vienen a acertar los últimos golpes demoledores contra aquella visión de la ciencia como el faro de la humanidad en ciernes.

Por otro lado, cabe apuntar que no se trata de fracaso, sino todo lo contrario, una justa revaloración de todo lo alcanzado desde este paradigma.   Así, el renacimiento a culminar en este siglo está en su apogeo.   Empero, la identificación y el reconocimiento de la interpretación de la historia usual de la humanidad como una visión reducida de la misma, resulta fundamental.  El despliegue de las civilizaciones sedentarias, estudiadas dentro de la escala arqueológica, esto es, lo correspondiente a la época del Holoceno, anteriormente se denominado «el Cuaternario», viene a ser defectuosa, una caricatura de la humanidad.   En la exposición se enfatizó que esta reducción, que abarca únicamente los últimos diez mil años, entra en declarado conflicto al ser contrastada con una concepción mucho más amplia de la historia humana, a nivel del género Homo, la cual correspondería, cuando menos, a un período de tiempo cien veces mayor, lo que vendrían a ser, en redondo, un millón de años.

Como hemos anotado, este segundo capítulo de la conferencia enfatizó esta interpretación del devenir basado en los denominados renacimientos y superculturas, concibiendo los primeros como los momentos de transición entre grandes períodos de relativa estabilidad política social de toda la humanidad, estabilidad global debida a la hegemonía de los macroparadigmas que precisamente modelan estas superculturas. De esta guisa que el pasado siglo XX presenció cabalmente el más reciente de estos renacimientos, uno que da paso a la supercultura de la Modernidad, basada en el macroparadigma de la Ciencia, para dar paso a su sucesor, su derivado, el actual macroparadigma de la Tecnología, con el advenimiento de la era digital de la inteligencia artificial –IA–, también identificada como la cuarta revolución industrial.

Sobre esto último mucho ha escrito el filósofo surcoreano alemán Byung-Chul Han, de quien hemos escrito en «Infocracia: digitalización y crisis de la realidad»  Por otro lado, el paradigma de las ciencias modernas es aquel que, conforme transcurre el tiempo, irá privilegiando el desarrollo de cada disciplina de forma particular, llevando a la especialización profesional, la cual impera desde inicios del siglo pasado. Aparecen las profesiones monodisciplinarias, las que empoderan a los especialistas y las especialidades de oficio, y debido al creciente desarrollo de cada una de las ciencias en particular, se generará una universidad facultativa, basada en las profesiones unidisciplinares.

Por ello, el replanteamiento y el cuestionamiento profundo de este paradigma científico de la Modernidad hace totalmente sentido ante las dificultades para que esta visión explique la dinámica propia de los sistemas complejos, tanto a nivel epistemológico como ontológico. El paradigma cartesiano, o de laboratorio, en donde el sujeto (res cogitans) observa y realiza mediciones sobre los objetos (res extensa), dentro de una cosmovisión fragmentada y racionalista (cogito ergo sum). Desde diferentes espacios en distintas ciencias, el siglo XX ha venido a generar un despertar de este replanteamiento que estamos mencionando, el cual puede resumirse en el paradigma de la complejidad, que atañe a la epistemología científica más seria.

En este marco de cuestionamientos respecto al conocimiento científico, han destacado los teóricos, el ya mencionado Basarab Nicolescu, pero ante todo el notable Edgar Morin  En la conferencia dictada se enfatizó y bien ponderó el pensamiento del Dr. Morin, quien a propósito de la pandemia ha afirmado lo siguiente: «el virus nos revela lo que estaba oculto en las mentes compartimentadas que se formaron en nuestros sistemas educativos».

En este momento, en la conferencia citada, se hace ver que el discurso va dirigido a una crítica profunda, no solo del enfoque monodisciplinar de la ciencia, sino más bien del sistema educativo que produce y afianza a lo largo de todo el siglo XX. Acá, el título de la conferencia, y de este artículo, adquiere el sentido que implica, lo que a su vez hace un llamado a una explicación más detallada de por qué no puede continuarse con los sistemas y subsistemas educativos fundamentados en una visión disciplinar, compartimentada, la cual no alcanza a confrontar ontológicamente los fenómenos que, dicho sea de paso, siempre han estado allí, pero que ahora pueden ser mejor comprendidos.

Esta mejor comprensión se debe, precisamente, por el mismo desarrollo de la ciencia contemporánea, producto del paradigma de la Modernidad que estamos reevaluando.   Estas ciencias, léase, la física cuántica, la ciencias de la mente humana, las ecociencias, la cibernética en sus ulteriores derivaciones, y un sinnúmero de teorías sobre las que se fundamentan, tales como la teoría general de sistemas y la teoría dinámica de los mismos (incluyendo los fenoménicos de la emergencia, del caos, de la fractalidad y de la epistemología de red, por citar algunos), han desvelado la necesidad de un replanteamiento epistemológico desde la base de la construcción del conocimiento científico.

Es importante hacer ver que estas teorías y ciencias están priorizando cuatro elementos que tienen en común, y de los cuales hemos conversado en artículos previos, a saber: la autoorganización, la no linealidad, la adaptación y la conectividad.   Conviene, en este sentido, realizar una breve digresión, ampliación, sobre el específico tema de la complejidad.

Resulta que, esta ciencia moderna, tradicional, describe Morin en uno de sus textos clave, persigue la legislación, esto es, el descubrimiento de las leyes que gobiernan el cosmos, con fines fundamentalmente predictivos.   Se trata de una perspectiva claramente nomotética, en el caso de las ciencias naturales, tanto físicas como biológicas, o teleológica, en el caso de las ciencias sociales.   En el fondo, es posible descubrir una visión estática y permanente del mundo, según los postulados de Parménides de Elea (500 a. C.), y ya en la modernidad, en los planteamientos metafísicos, absolutistas y universalistas, de filósofos como Gottfried Leibniz (1670), Immanuel Kant (1750) y Georg W. Hegel (1800).

Sin embargo, la ciencia moderna ha ido evolucionando de tal manera que, desde distintas direcciones, léase, desde las ciencias formales (matemática, lógica o ciencias de la computación) y desde las ciencias factuales (como la física, la biología o la sociología), se ha ido empujando, propendiendo, casi exigiendo, un replanteamiento de esta conjetura metafísica absolutista, haciendo ver que tales pretensiones de totalidad fallan como consecuencia de la misma estructura de los sistemas que se analizan.

Entre estos filósofos, englobados de manera simplista en el calificativo de la «posmodernidad», se ubican, entre otros, Friedrich Nietzsche (1870), Martin Heidegger (1920), Jacques Derrida (1960) y Mishel Foucault (1970), quienes, sin compartir las novedades que incorporan en los sistemas de pensamiento propuestos, coinciden de manera esencial en la crítica directa y decidida a las premisas ontológicas y epistemológicas asumidas en el macroparadigma de que la Modernidad asumió.

Desde perspectivas mucho más amplias, Edgar Morin se integra a estos filósofos posmodernos, superándolos, para el lanzamiento de lo que él mismo denomina «un debate epistemológico urgente y fundamental», para tratar y resolver las limitaciones encontradas en la visión analítica del determinismo universalista del icónico Pierre-Simon Laplace, proponiendo alternativamente una epistemología de la complejidad, la cual, partiendo de un renovado enfoque, concibe a la realidad como una «esencialmente sistémica», esto es, una realidad integral y holística (holonómica, hologramática y holoscópica).    En la imagen siguiente se muestran las características principales de un sistema dinámico complejo.

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En este discurrir, vale decir que la ponencia ha colocado los avances de la ciencia en su justo lugar, dejando sobre la mesa de la discusión, no una contraposición con un nuevo paradigma que se contradiga con el precedente, sino más bien enfatizando su complementariedad, la cual se basa y se fundamenta en el desarrollo de la ciencia, ya superada la sobreestima y los encandilamientos de la Ilustración, los cuales despegaron a partir del renacimiento del siglo XVI, construido sobre la plataforma epistemológica del paradigma cartesiano, pero encontraron sus justas limitaciones a inicios del siglo XX con las crisis generalizadas de las ciencias formales y las ciencias factuales líder, léase respectivamente la matemática y la física, elevadas durante el siglo XIX a pedestales de la infalibilidad.

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La imagen precedente y la siguiente, así como otras mostradas a lo largo de la conferencia explican estos componentes y las emergentes necesidades epistemológicas, desde el denominado paradigma de la complejidad. Sumarizando, este nuevo paradigma epistemológico posnewtoniano se encuentra orientado a la superación del estudio de los sistemas lineales, basados en realidades perennes, sobre un mundo espaciotemporal infinito, con el cual, valga subrayar, se desarrollaron herramientas poderosísimas.   Sin embargo, los avances realizados a partir del siglo XX, las crisis en la mecánica clásica, con el advenimiento de la relatividad y la cuántica, provocaron serios vacíos metodológicos, lo que se agravó con el advenimiento de los sistemas dinámicos caóticos.

En adenda y para remate, los fenómenos de mayor importancia a nivel mundial resultaron ser precisamente de una naturaleza inevitablemente no lineal, léase, los fenómenos sociopolíticos, ecológicos y económicos, todos claves para el desarrollo de nuestra humanidad del siglo XXI.   Así, concluyendo, uno de los retos más grandes para la ciencia y la filosofía contemporánea viene a ser la requerida expansión del marco referencial proporcionado por el paradigma newtoniano (absolutista) de la modernidad, para ampliarlo, lo suficiente, hacia la posible inclusión de los fenómenos de interés, que, como hemos escrito, son esencialmente no lineales y complejos, siendo justamente esto lo que las nuevas ciencias de la complejidad están impulsando.

Finalmente, y para concluir este resumen, la parte última de la ponencia expone, haciendo un esfuerzo clarificador, la poderosísima conexión existente entre esta renovada visión transdisciplinaria con el gigantesco mundo de los procesos educativos, bajo el presupuesto, universalmente aceptado, de que la educación actual necesita cambios profundos y revolucionarios ante una realidad que no responde, ya para nada, a lo que el mundo de inicios del siglo XXI podría estar sometido.

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El último siglo ha sido verdaderamente el más agitado de toda la historia humana, y el Antropoceno ha abierto fisuras ciertamente peligrosas en la estabilidad del orbe humano, e inclusive, más allá, por lo que lo explícitamente expuesto en la ponencia no deja de contener cuestionamientos antropológicos, tan serios como hondos.  También es cierto que este siglo XXI deberá ver la conclusión del actual renacimiento, desde la perspectiva histórica manifestada, lo que debe preocuparnos y ocuparnos a todas y todos por igual.    Mucho para retomar para la reflexión personal de quien nos lee.

 

 

Fuente de imágenes:

[ 1 a 7 ] Imágenes elaboradas por Vinicio Barrientos Carles, editadas y compuestas a partir de varias fuentes.   Preparadas para el III Congreso Internacional de Investigación Educativa de RedCA, Universidad Autónoma del Estado de México –UAEM–

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