Guillermo Paz Cárcamo
Escritor

En silla de ruedas y muy disminuida luego de dos intentos de suicidio, Frida Kahlo desfiló a la par de Diego Rivera, el 2 de junio de 1954, en una marcha de protesta por la invasión mercenaria a Guatemala que desbarató los logros de la Revolución de Octubre. Fue su última comparecencia pública, pues diez días después fallecía. No se le hizo autopsia. Las cenizas se depositaron en su casa, la conocida Casa Azul, hoy museo Frida Kahlo.

A 112 años de su nacimiento, se hizo en el Zócalo del DF, México, una celebración sin precedentes: se posó en el centro de la explanada una descomunal cama con un enorme maniquí de Frida Kahlo. La plaza, donde cientos de mujeres y niñas, disfrazadas de Frida, la homenajeaban, se llenó de afiches y de carteles alusivos a su vida.

Esta Fridamanía ha impulsado a muchas personalidades, mujeres, durante las últimas décadas ha vestirse y maquillarse imitándola: Gwen Stefani, Madonna, Katy Parry, Belinda, Thalía, entre otras muchas, porque ante el boom mediático no podían quedar fuera del foco farandúlico. La kahlomanía demandó realizar una película sobre su vida, la encarnó Salma Hayek, titulada evidentemente: Frida, Naturaleza Viva.

Pero no solo la imitación de Frida en la vestimenta, maquillaje y adornos se ha extendido en México y más allá de sus fronteras, también se han editado innumerables libros, folletos, entrevistas, reportajes, videos, fotos, cortos en blanco y negro de la época donde la Kahlo es la protagonista. Toda esta inmensidad de referencias puede verse en internet, incluyendo la película citada.

El Museo Frida Kahlo es visitado, en tiempos pre-pandémicos, por más de 2,000 personas por día, cerca de 550.000 en el 2019. La mayoría extranjeros, que llegan atraídos por la fama de la turbulenta y trágica vida de Frida. Pero, curiosamente, en ese museo solamente hay tres obras de ella, en medio de montones de otras reliquias que llenan los diferentes ambientes de la Casa Azul. A esto se suma la venta de entradas, recuerdos, recorridos asistidos, en fin, todo un multimillonario negocio.

Cuando fallece Frida, se le consideraba una pintora menor, colgada de la fama de su esposo Diego Rivera, quien sin duda era y es el muralista, pintor, escultor, más famoso de México. Las obras de Diego están en todos los edificios importantes de México y en algunos de Estados Unidos y Europa.

Mientras Frida vivía, y años después de su muerte, brillaban en México pintoras como María Izquierdo, primera pintora mexicana en exponer fuera de México, en 1930 en el Arte Center de Nueva York y en 1937 en la galería Van den Berg de París; Nahui Olín -en náhuatl quinto sol- expuso en Bellas Artes en 1945, iniciadora de  la liberación sexual, sus obras se caracterizan por su erotismo y sexualidad; Aurora Reyes Flores, la primera exponente femenina del muralismo; Remedios Varo, pintora pionera del surrealismo y escultura surrealista; Leonora Carrington, que en vida vendió un cuadro “Las tentaciones de San Antonio” en 2.7 millones de dólares. Otras pintoras destacadas son Olga Costa, Cordelia Urueta Sierra, Lola Cueto o Lilia Carrillo, la única mujer que formó parte de la generación de La Ruptura, que en los años 50 reaccionó contra la Escuela Mexicana de Pintura y a su temática nacionalista impregnada por la revolución de 1910

Frida Kahlo fue parte de esa camada de artistas, pero en esos años no destacó como algunas de las mencionadas. Su figuración en esa época estaba proyectada por la turbulenta, enmarañada y ruidosa relación con Diego Rivera y por sus múltiples dolencias y padecimientos. Frida a los seis años sufrió de poliomielitis, dejándole la pierna izquierda más delgada, razón por la cual, ya desarrollada, solía vestirse de caballero y después con largas faldas que ocultaban la asimetría. Esta forma de vestirse se convirtió en el estereotipo con el cual se le conoce e imita. Posteriormente, tuvo un desastroso accidente automovilístico, por lo cual fue menester operarla muchísimas veces, dejándole secuelas para toda la vida, incluyendo el impedimento de tener descendencia -abortó en tres ocasiones involuntariamente- y finalmente, le amputaron una pierna gangrenada. Así entonces, pasó años postrada en cama, en sillas de rueda y sostenida por corsés que coleccionó por docenas.

Sin embargo, esos lapsos de sufrimiento no fueron impedimento para gozar de la vida y de las oportunidades. A raíz del accidente, su pareja de entonces, Alejandro Gómez, la abandona y es en ese tiempo, postrada y superando múltiples operaciones que empieza a pintar haciendo acopio de destrezas aprendidas retocando fotografías que tomaba su padre y de cursos de dibujo, grabado e impresión. Tres años después del accidente conoce a Diego y al año siguiente, 1929, se casan. Diego ya se había divorciado dos veces y corría la fama de que por sus brazos y sarapes habían yacido un sinfín de féminas. Cuando se casan, él tenía 41 años, ella 21; él 1.85m, ella 1.6m; él sobrecargaba 130 kg, ella apenas 50 kg, él era ya muy famoso, ella prácticamente una desconocida.

Frida, sin guardar apariencias, se embarcaba en relaciones extramatrimoniales con ambos sexos: Tina Modotti, famosa fotógrafa que le presentó a Diego; la conocidísima cantante Chavela Vargas; Jaqueline Lamba, esposa de André Breton, quienes huyendo de los nazis se refugiaron en la Casa Azul, luego la invitaron a París a exponer sus pinturas, no vendió ninguna, pero André gestionó en el Louvre la compra de una; Heinz Berggruen cuidador de Diego, con quien Frida se escabulló a Nueva York en un tórrido devaneo de un mes; Nickolas Muray, fotógrafo con quien mantuvo relaciones intermitentes durante casi 10 años; Isamu Noguchi, escultor a quien Diego había invitado a participar en un mural, pero un mal día Diego los encontró en pleno quehacer en su departamento así que pistola en mano los echó; Leo Eloesser, médico que la atendía y a quien le hizo un retrato, de las pocas pinturas que no son ella; José Bartolí, pintor español republicano que escapó saltando de un tren cuando la Gestapo nazi lo llevaba al crematorio de Dachau.

Pero el devaneo histórico de Frida fue con León Trotsky, legendario líder de la revolución rusa, perseguido por Stalin y que por gestiones de Diego con el presidente Cárdenas, se le dio asilo en México, siendo albergado en la Casa Azul. La trama pasional se desata el día que Frida encuentra a Diego en plena acción con su hermana menor Cristiana, que fungía como ama de casa y modelo desnudo de Diego, a pedido de la propia Frida. Frida quedó destrozada, abandona a Diego, pero un año después se vuelven a unir. Así que cuando aparece Trotsky y se hospeda con Diego y Frida en la Casa Azul, Frida se enreda con el revolucionario ruso, enredo que termina cuando Diego se da cuenta del ligue y saca a Trotsky y su esposa de la Casa Azul. Un año posterior al affaire, Trotsky es asesinado y Frida va a parar a la cárcel como sospechosa de implicaciones en el crimen, aunque luego de un par de días detenida y varias horas de interrogatorio, la liberan.

Habían pasado diez años de libertino matrimonio, cuando llega el divorcio. Sin embargo, Diego y Frida encajados en un vicioso círculo de dependencia, de nuevo se casan, pero está vez, bajo el convenio que las relaciones sexuales quedaban fuera de la convivencia.

Este devenir irradia la pintura de Frida, es la huella de los girones de su vida. Una suerte de autobiografía, donde los autorretratos muestran la secuencia de los sucesos. Ella dice: Me pinto a mí misma porque soy a quien mejor conozco. Así, el episodio de su hermana queda plasmado en el lienzo Unos cuantos piquetitos; sus operaciones a raíz del accidente en el cuadro, La Columna Rota o en Henry Ford Hospital; Diego en Las dos Fridas o Diego en mis pensamientos, entre otros.

Se calcula que unas 150 obras realizó Frida. De ellas, alrededor de un 60% son exvotos, o sea, pequeños cuadros, pintados habitualmente sobre metal, cuyo fin es agradecer un favor extraordinario a alguna deidad. Varios de ellos, fueron su manera de pagar pequeños préstamos, como sucedió con la millonaria actriz Dolores del Río a quién le envió un pequeño cuadro (30×25 cm), Dos desnudos en el bosque, en pago de $ 250 que le había facilitado. Dolores lo engavetó, pero cuando a Frida la habían convertido en ícono se vendió, en Christie’s, por más $ 8 millones.

Un dato importante se da en México, en 1975, cuando se realiza la Conferencia Internacional de la Mujer de la ONU, y explosiona el Movimiento Nacional de Mujeres, un poderoso movimiento feminista mexicano, a 20 años de la muerte de Frida. Justo en ese momento la ecuación Diego-Frida, cambió a Frida-Diego, cambio de factores que sí alteró el producto y que marcó una orientación sensacional de merchandising de Frida.

Es en esa época cuando comenzó a proclamarse a Frida como la mujer que marcó el rumbo de los movimientos feministas en el país. Sin embargo, Frida era precisamente la antípoda del feminismo. Fue una mujer sumisa ante los desmanes físicos y mentales de Diego, cuestión que queda lo suficientemente explícito en numerosos de sus cuadros y en el contenido de su famoso Diario: Diego estoy sola; ¿por qué le llamo mi Diego? Nunca fue ni será mío, es de él mismo. Y en un momento concluye: Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida: uno en el que un autobús me tumbó al suelo, el otro es Diego. Diego fue de lejos el peor.

Tampoco tuvo posiciones de reivindicación feminista, como sí las tuvo María Izquierdo que denunció un monopolio en la pintura mexicana y que los murales estaban reservados solamente a algunos pintores como Rivera, Orozco y Siqueiros e hizo público un llamado a todos los pintores para no permitir que se impusiera un control en el pensamiento y el espíritu de los artistas. Pero a pesar de la fama de pintora y las posiciones de María Izquierdo en defensa de los derechos de la mujer, el feminismo la defenestró y optó por un personaje no feminista: Frida Kahlo

La pintura de Frida tampoco refleja la opción feminista. Según, la crítica, sus mejores pinturas son algunos autorretratos, con trazos propios de la fotografía, que traslucen su frenesí por ser fotografiada. Hay cientos de fotos de Frida, desde desnudos, hasta orlada con aires de Virgen de Guadalupe, pasando por posar ataviada de hombre o con sus amantes, con Diego o en actos políticos, sociales o introspectivos.

Sin embargo, Frida, a diferencia de las artistas mencionadas al inicio, se dedica mostrar obsesivamente su propia fisonomía y su descomunal sufrimiento. Testimonia su poliomielitis a los seis años, su pierna defectuosa, el accidente de tránsito que la dejó baldada para toda la vida, las inacabables cirugías, sus interminables postraciones encamada, las soledades en silla de ruedas, las llagas purulentas provocadas por los corsés, los indeseados abortos, la amputación del pie, la limerencia que la poseyó, o sea, la necesidad obsesiva de ser correspondida amorosamente, como indican sus múltiples e insustanciales amoríos y el perenne vacío con Diego.

Ese coctel de tragedias, dones, ausencias y vacíos dio la clave para que el movimiento feminista de los años 70 y 80 del siglo pasado, la convirtiera en su icono. Frida fue convertida en mártir y el martirologio conmueve a la gente y vende. No hay que olvidar que todo santo es necesariamente mártir, de manera que, con una rapidez inusitada, los buhoneros de arte, venden a la Kahlo como un producto casi santificado para ser consumido a gran escala. Y como subproducto de esa cuasi santificación feminista, sus pocas pinturas y exvotos, alcanzan cifras de muchos ceros, más que las de su amado y consagrado Diego Rivera. Un clásico merchandising en todo su esplendor

Pocos días antes de fallecer, Frida dejó escrito en su diario:

Espero alegre la salida y espero no volver jamás

Lo paradójico es que volvió, o, más bien, la volvieron como ella nunca hubiera querido volver: como mercadería.

PRESENTACIÓN

Frida Kahlo es una de las figuras más emblemáticas del arte mexicano.  Su reconocimiento, que trasciende la plástica al ser asumida también como ícono del feminismo, ha generado un movimiento sin precedentes a partir de una personalidad omnicomprensiva.  Caracterizar los elementos de su vida favorece el acercamiento al mito y ayuda a entender el carácter enigmático y complejo del genio.

Es lo que hace Guillermo Paz Cárcamo en su artículo principal de nuestra edición.  Su contenido, además de ofrecer datos puntuales biográficos que delinean el carácter de la artista, interpreta el valor de su obra y la recepción a veces contradictoria de su trabajo en el contexto social mexicano.  Como sea, el texto es un homenaje que celebra las virtudes de una mujer que, reinventada, superó sus propios dramas.

Al respecto, Paz Cárcamo dice lo siguiente:

“(…)  Esos lapsos de sufrimiento no fueron impedimento para gozar de la vida y de las oportunidades. A raíz del accidente, su pareja de entonces, Alejandro Gómez, la abandona y es en ese tiempo, postrada y superando múltiples operaciones que empieza a pintar haciendo acopio de destrezas aprendidas retocando fotografías que tomaba su padre y de cursos de dibujo, grabado e impresión”.

Para una lectura integral, no olvide revisar los textos de Victor Hugo Pacheco Soch, Fidel Us y Hugo Gordillo.  Le sugerimos, además, la entrevista de Toni Montesinos al Premio Nacional de Literatura, Mario Roberto Morales.  No lo entretenemos más.  Buena lectura y hasta la próxima edición.

Artículo anteriorBestias Humanas
Artículo siguientePornografía infantil: capturan a dos personas