Por LINDSEY BAHR
Agencia Ap

Cuando Liam Neeson se sienta con un guion, por lo general sabe después de las primeras cinco páginas si quiere hacerlo o no. Lo llama su prueba de la «taza de té»: si se siente impulsado a levantarse para prepararla, no es una buena señal.

Pero el actor fue incapaz de separarse de «Made in Italy» de James D’Arcy, sobre un artista y su hijo distanciado que se reúnen para vender la casa de la familia en Italia. Llena de recuerdos, ha estado casi desierta desde la muerte de la matriarca de la familia y caído en el abandono.

El tema del duelo tocó la fibra más sensible de Neeson, quien perdió a su esposa, la actriz Natasha Richardson, tras un accidente de esquí en 2009.

«Me asustaba un poco, pero ciertamente supe que tenía que hacerlo», dijo Neeson desde su casa en el norte de Nueva York. También se le ocurrió otra cosa: ¿Qué pasaba si su hijo, Micheál Richardson, interpretaba al hijo en el filme?

D’Arcy, quien lo escribió y e iba a dirigirlo, se reunió con él y unas horas después lo llamó y le dijo, «creo que va a funcionar».

Padre e hijo ya habían trabajado juntos. Técnicamente su primera aparición fue en la secuela de «Anchorman» («Al diablo con las noticias 2»), donde Richardson formaba parte del equipo de producción de Neeson en History Channel. También habían hecho ya de padre e hijo, en la película de 2019 «Cold Pursuit» («Venganza»), para la cual Richardson insistió en audicionar. Pero esta vez era diferente, mucho más personal.

Richardson, quien se cambió el apellido hace unos años en honor a su difunta madre, decidió seguir los pasos profesionales de su familia. Por el lado de su progenitora, es una dinastía que se remonta a los años 1700. Pero no quería apoyarse en el apellido.

Después de «Cold Pursuit» se dijo a sí mismo que haría las cosas por su cuenta, separado de su padre. Entonces llegó «Made in Italy» y los paralelismos eran demasiado sorprendentes como para ignorarlo.
«Parecía que mi mamá hubiese intervino en ella», dijo Richardson.

Nuevamente insistió en hacer una audición. Y pronto ambos estaban en Toscana filmando la comedia dramática, que se estrena el viernes en video a la carta (on demand).

Richardson, quien nació en Irlanda y creció en Nueva York, no fue lo que uno llamaría un «niño de set», pero de vez en cuando visitaba los ensayos y rodajes de sus padres para obras teatrales y películas. Recuerda haber ido a los ensayos de su madre en Broadway para «Cabaret» y «A Streetcar Named Desire» («Un tranvía llamado deseo»), y a la filmación de su padre de «The Phantom Menace» («Star Wars: Episodio I – La amenaza fantasma»). A Neeson le gusta contar cómo su hijo de entonces 2 años, que aún no había visto una película de «Star Wars», corrió a darle un gran abrazo a R2-D2.

Pero actuar no era algo inevitable, aunque siempre fue parte de su vida. Sólo en los últimos dos años se lo ha tomado con seriedad. Neeson lo ha apoyado, pero también le puso una regla para el set.

Aun así, no pudo evitar escuchar disimuladamente algunas sesiones de D’Arcy con Richardson. Estaba orgulloso de su hijo por tomarse los apuntes del director de buen grado.
Además, dijo Neeson, «eran apuntes con los que yo estaba de acuerdo».

Natasha Richardson estuvo en sus mentes durante la filmación, pero de distintas maneras. A veces en una mariposa revoloteando por el plató. Otras, escarbando emociones difíciles para una escena desafiante.

Ambos esperan que la película le proporcione a la gente algo de alegría y un escape a un lugar pintoresco. Aunque luce idílico en la pantalla, Neeson dijo que de hecho llovió a cántaros la mayor parte de las cuatro semanas y media que pasaron allá.

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