José Manuel Monterroso
Académico

He escrito sobre lo fácil que resulta desperdiciar la vida.
(Kazou Ishiguro)

Tal parece que la Academia Sueca no cesa en su afán de sorprender al mundo de las letras, ya que este año le ha otorgado el Premio Nobel de Literatura a un escritor que, al menos en varios países latinoamericanos, no es tan conocido, salvo por la vinculación que ha tenido con el “séptimo arte” −nombre este que se le da al cine gracias al trabajo de Riccioto Canudo−.

Para confirmar lo anterior, hago referencia a lo sorpresivo que han resultado las últimas entregas del Nobel en el campo literario. En el 2015, el premio fue otorgado a una persona que, sobre todo, ha incursionado en el periodismo. Me refiero a la bielorrusa Svetlana Alexiévich. En el 2016, se entregó el premio a alguien cuyo impacto en el mundo del arte lo ha llevado a cabo, sobre todo, a través de la música: el cantante y poeta estadounidense Robert Allen Zimmerman, más conocido como Bob Dylan. En este año, lo sorpresivo de la entrega radica en el hecho de que Kazou Ishiguro no estuviera en la lista de los favoritos; para muchos, es un escritor poco conocido en varios países del orbe, especialmente los de habla hispana en América. Con todo, quienes sin lugar a duda más han hecho contacto (aunque de manera indirecta) con la obra ishiguriana son los amantes del cine, gracias a que dos de las obras de este escritor fueron llevadas a la gran pantalla y presentadas con los sendos títulos de Lo que queda del día y Nunca me abandones.

Ya sea por el poco favoritismo previo de quienes han recibido el Nobel o porque sus creaciones escapan a lo puramente literario, la sorpresivo de la selección es un hecho innegable.

Dicho lo anterior, quiero llamar la atención de las personas interesadas en esta temática sobre algunos aspectos de este recién premio Nobel de Literatura, cuya entrega está programada para el 10 de diciembre próximo, día en que se conmemora la muerte de Alfredo Nobel.

El autor y su obra
Kazuo Ishiguro nació en Nagasaki, Japón, un 8 de noviembre de 1954. Cuando tenía apenas cinco años se trasladó con su familia a Londres y después al condado de Surrey, lugar en el que su padre trabajó como oceanógrafo en el National Institute of Oceanography. Algunos de sus biógrafos indican que Ishiguro, durante el año de 1973, al terminar la escuela secundaria migró hacia Estados Unidos, país que recorrió con su guitarra al hombro y una mochila. En 1978, Ishiguro se graduó en la Universidad de Kent. Posteriormente hizo un posgrado sobre Literatura Creativa en la Universidad de East Anglia. Fue acá donde se considera que recibió la influencia más marcada en sus obras, la del novelista Malcolm Bradbury quien, dicho sea de paso, fue el fundador y catedrático más notable en el programa de estudios doctorales realizado por Ishiguro.

Su tesis doctoral, titulada Pálida luz en las colinas (A Pale View of Hills), se publicó en 1982 y fue muy bien recibida por la crítica, a tal punto que se convirtió muy pronto en su primera novela.

Su segunda novela, Un artista del mundo flotante (An Artist of the Floating World), la cual vio la luz en 1986, se desarrolla nuevamente en Japón entre los años 1948 y 1950. Narra la vida de un anciano que rememora su vida de artista tratando de entender la realidad que se le presenta cada vez más ajena.

Cabe destacar que la temática de sus novelas gira en torno al nazismo y al Japón, su país de origen, antes y después de la Segunda Guerra Mundial. Las novelas de Ishiguro se caracterizan por el uso del narrador protagonista, el cual, con frecuencia, resulta ser un ser fracasado y lleno de imperfecciones. Por otra parte, el relato novelístico está ambientado en el pasado, el cual hace referencia a épocas y situaciones históricas de su tierra natal, posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, sus novelas se transforman en una especie de metáfora histórica en la que los personajes, de una forma o de otra, se convierten en el doble de los protagonistas de la historia del mundo. Un claro ejemplo de esto se da en su tercer novela, Lo que queda del día (1989), en cuya trama se presenta a un mayordomo de nombre Stevens, hijo de mayordomo, al servicio de una casa aristocrática inglesa –Darlington Hall– de la antesala a la Segunda Guerra Mundial, cuyo dueño, amo y señor –Lord Darlington− era un notable miembro de la alta dirigencia inglesa, seducido por el fascismo y que terminó como conspirador para conseguir la alianza entre Inglaterra y Alemania.

La creación literaria de Ishiguro ha seguido su curso con la publicación de Los inconsolables, Cuando fuimos huérfanos, Nunca me abandones, El gigante enterrado y una colección de relatos cortos titulada Nocturnos.

Lo que queda del día
Considerada por muchos la obra que en el entramado de la literatura mundial catapultó a la fama a Kazuo Ishiguro, esta novela presenta una trama y una narración igualmente simples, aunque no así la temática, ya que el lector va descubriendo nuevos y diversos tópicos incrustados en el paisaje narrativo por el que el autor, deliberadamente, lo va conduciendo. Para algunos, el tema que domina en la novela es la contención. La clave de esta temática está dada en la narración que en primera persona hace el personaje principal, Stevens, de su propia vida dedicada a la mayordomía. Gracias al permiso que míster John Farraday, el nuevo dueño de Darlington Hall, la residencia en la que ha transcurrido la casi monacal vida del protagonista, este se toma unos días para viajar. La motivación más profunda de Stevens para realizar el viaje no parece ser su bienestar y descanso, sino el buen mantenimiento de la aristocrática residencia, ya que después de la muerte del antiguo dueño, Lord Darlington, la servidumbre se ha visto reducida a cuatro personas.

El lector viaja expectante, más que por la campiña inglesa, por la vida misma del incondicional mayordomo, gracias a la perfecta y sutil disección que de él lleva a cabo el audaz Ishiguro. Desde el primer momento, el nobel de literatura demuestra su gran habilidad narrativa ya que atrapa al lector y lo conduce por sugestivos lugares y momentos.

Cada vez parece más probable que haga una excursión que desde hace unos días me ronda por la cabeza. La haré yo solo, en el cómodo Ford de míster Farraday. Según la he planeado, me permitirá llegar hasta el oeste del país a través de los más bellos paisajes de Inglaterra y seguramente me mantendrá alejado de Darlington Hall durante al menos cinco o seis días.

Con todo –y volviendo al asunto del tema principal de la obra– gracias al desvelamiento que de sí mismo hace el personaje principal, la contención, único tema a tratar en esta oportunidad, puede ser entendida de dos maneras.

En primer lugar, la contención es represión de las emociones. La escogencia que Ishiguro hace del personaje principal es deliberada. El mayordomo inglés es un estereotipo de una persona mutilada en lo más profundo de su ser, que hace de su profesión algo que lo reprime y lo convierte en una especie de androide completamente deshumanizado. Lo primero que reprime el mayordomo Stevens es el amor. Sabe de la existencia de un amor entre él y miss Kenton, pero se niega a reconocerlo y a expresarlo abiertamente. Por otra parte, se presenta como un hombre educado y de finos modales que hace gala de un trabajo realizado con tal precisión y pulcritud que lo conduce al servilismo ciego e incondicional en grado extremo. Es, por decirlo de algún modo, un ser que se niega y reprime a sí mismo, convirtiéndose en esclavo del perfeccionismo. En este sentido, basta con mencionar el momento en que este personaje abandona a su padre, que está a punto de morir, por dedicarse a servir a su señor y a los que estaban en Darlington Hall como invitados. En sus propias palabras, esta situación se expresa así:

A pesar de que no era conveniente que dejase a mi padre en tal estado, mis obligaciones me esperaban.

Y más adelante el diálogo a este respecto entre miss Kenton (el ama de llaves de la casa) y míster Stevens es más clarificador:

Lo lamento mucho, míster Stevens. Su padre falleció hará aproximadamente unos cuatro minutos. […] No me juzgue mal si no subo a ver a mi padre en el estado en que se encuentra, se lo ruego. Estoy seguro de que a él le gustaría que siguiera con mi trabajo. Si obrara de otro modo, creo que le decepcionaría. Me volví con la botella de oporto aún en mi bandeja y entré de nuevo en la sala de fumar.

En segundo lugar, la contención es vista como la búsqueda constante de armonía interior por parte del mismo personaje. Ante un mundo sumido en el caos y lleno de contradicciones, el mayordomo aparenta una serenidad que los expertos la conciben como “un valor estético” muy cercano a la idiosincrasia japonesa. Sirva como ejemplo la confesión que Stevens hace acerca de la atención que le brindó a un invitado pocos minutos después de la muerte de su padre y la comparación que de sí mismo hace con su mismo padre y con un mayordomo, para él ejemplar, de apellido Marshall.

Aun así, si piensan por un momento en las tensiones a que me vi sometido aquella noche, quizá no les parezca que me vanaglorio en exceso si me atrevo a sugerir que posiblemente demostré poseer, en todos los aspectos, algo de aquella “dignidad” que caracterizó a profesionales como míster Marshall y, porqué no decirlo, mi padre. ¿Por qué habría de negarlo? A pesar de los tristes recuerdos que en mí evoca aquella noche, siempre que me viene a la memoria va acompañada de una gran sensación de triunfo.

A partir de los textos anteriores se puede colegir con facilidad que el protagonista −Stevens, el mayordomo− quiere actuar como lo hace una clase distinta a la que él pertenece pero de la cual depende su supervivencia. Se niega a sí mismo con tal de permanecer en sintonía con su señor. Hace caso omiso de los errores de su amo para liberarse de toda culpa o cargo de conciencia.

Contrapuesto a esto, y para completar el mosaico de las actitudes y actuaciones propias del ser humano, Ishiguro presenta la figura del ama de llaves que tiene el coraje de huir, rompiendo esquemas y condicionamientos, para buscar la felicidad. Al final, miss Kenton (ahora mistress Benn) gracias al don de la maternidad, es presentada como una mujer plenamente feliz, ya que pronto será abuela, con lo cual queda demostrado que la esencia del ser humano es la lucha por una vida en libertad por todo “lo que queda del día”.


PRESENTACIÓN
Kazou Ishiguro. Un Nobel de película

Nos congratula presentar a los lectores de nuestro Suplemento Cultural, el trabajo elaborado por José Manuel Monterroso, centrado en la personalidad y la obra del reconocido escritor nipo-británico, Kazou Ishiguro. No podemos hacer menos desde este espacio, tratándose de un literato al que la Academia Sueca ha proclamado como el nuevo ganador del premio Nobel de Literatura 2017.

En su trabajo, Monterroso ofrece algunas claves interpretativas del escritor, la fuerza emotiva de sus relatos, y el descubrimiento del contenido de su creación literaria. Por lo demás, nos referimos al Nobel de película, en virtud de que sus novelas han sido llevadas a la gran pantalla (tres de ellas), así como la creación de un guion escrito para el musical «The Saddest Music in the World».

Para Monterroso, “las novelas de Ishiguro se caracterizan por el uso del narrador protagonista, el cual, con frecuencia, resulta ser un ser fracasado y lleno de imperfecciones. Por otra parte, el relato novelístico está ambientado en el pasado, el cual hace referencia a épocas y situaciones históricas de su tierra natal, posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, sus novelas se transforman en una especie de metáfora histórica en la que los personajes, de una forma o de otra, se convierten en el doble de los protagonistas de la historia del mundo».

La edición presenta, además, textos de interés de la vena creativa y crítica de los escritores, Jorge Carro, Carlos René García Escobar y Maco Luna. Estamos seguros que el Suplemento cumplirá con sus expectativas y le ayudará a reflexionar sobre temas de la cultura por los cuales usted siente tanta pasión como nosotros desde el Diario La Hora. Hasta la próxima.

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