Miguel Flores
Director de Artes y Letras

Tomar una fotografía hoy es algo natural, gracias a las nuevas tecnologías. El insertar una cámara en el teléfono móvil elevó la creación y consumo de imágenes. Hoy poder emitir juicio sobre una fotografía es algo complejo, porque existe la tendencia moderna de ver solo su obligatoriedad de reproducir la realidad tal cual, a esto se suma el eterno debate del campo fotográfico, algunos de verla como un índice (indicio de que algo pasó, del estuvo ahí) o un ícono (semejanza) de lo real.

En la actualidad el acto fotográfico como tal está más vinculado con el arte, con toda su crítica positiva y negativa. Ha asumido las libertades de acción, sin la ortodoxia moderna de la técnica, para adentrarse algunos en asuntos más profundos como la expresión de la intimidad o el relato de la existencia. Los adelantos tecnológicos han dado la oportunidad de utilizar nuevos soportes para la imagen, antes imposibles de pensar. Pero también ya no es necesario el soporte para existir, hoy la fotografía puede ser una proyección, o reproducirse en equipos como la fotocopiadora, o en impresoras que imprimen sobre tela. Todas estas nuevas formas de producir imágenes provocaron la crítica de la fotografía ortodoxa y la caída de imperios como Kodak.

Guillermo Gutiérrez presenta en la galería de arte de la Universidad Rafael Landívar ejemplos de su más reciente exposición inaugurada en la galería Sol del Rio, meses atrás. Este fotógrafo consagrado por la Bienal Paiz mantiene una producción constante, y ha pasado por diferentes períodos de creación. Viajante infatigable, investigador nato, está informado de las últimas tendencias en lo referente a la fotografía. Un ejemplo de esto es su serie Penumbra. Durante años Gutiérrez ha creado narraciones visuales en la Costa Sur de Guatemala, sus historias provienen de esas gentes, en su diario vivir y su entorno.

Penumbra es un acercamiento al entorno del área de manglares y sus riadas. Gutiérrez se aleja de la fotografía documental para adentrarse en lo que podría denominarse un nuevo pictoralismo, esta corriente que surge a finales del siglo XIX. Su nombre se deriva del término en inglés picture (imagen, cuadro, pintura, fotografía) y no de paint (pintura). Son registros diferentes de un mero registro de la realidad. Por un lado se opone a la fotografía de aficionados y por otro a la fotografía académica. Este movimiento está íntimamente unido a los preceptos de las teorías del arte del Romanticismo (Hegel), que destaca la sensibilidad de los creadores, más que a la técnica, y al modo de hacer fotografía.

Todas las imágenes de Penumbra presentan estratégicos desenfoques y delicadas veladuras. Pero se enmarcan dentro de una visión melancólica a pesar del color. La posición de la cámara muchas veces dirigida a cielo, capta la atmósfera de ese momento que se da en la aurora o en el crepúsculo, se adentran en intentar comprender la inmensidad del infinito, que aparece borroso. Otras ponen énfasis en las tareas cotidianas de los pescadores, sus aguas, por ejemplo, que ocasionalmente son calmas y simulan espejos negros e inquietantes. Esta serie fue impresa sobre aluminio. Gutiérrez en algunas piezas saca partido de este soporte, utilizando su brillo a través del esgrafiado en lugares determinados, con lo que acentúa el efecto del destello brillante.

Finalmente, Gutiérrez rompe la ortodoxia fotográfica en el uso de la técnica y el soporte. El resultado es impecable y brinda una visión de las posibilidades de la imagen contemporánea y se decanta por un nuevo pictoralismo.

Artículo anteriorEl Louvre Abu Dhabi como puente cultural
Artículo siguienteProyecto Histórico Músico-Cultural Cuerpo y Alma