Texto y fotografías por Maya Juracán

Llegué a la galería Sol del Río el martes por la tarde, me pareció muy extraño que al ingresar a las instalaciones en la entrada se encontrara un amueblado de comedor en la primera sala, supuse que tal vez era parte de un evento que esta misma galería habría generado previamente.

Al dirigirme a la segunda sala encontré a Gabriel Rodríguez. Estaban montando aún la obra, lo que me hizo pensar que seguramente quitarían el amueblado de comedor que estaba en la primera sala, el taburete y el sillón en la segunda.

Mientras el personal de la galería montaba las obras del artista, seguimos observando el recinto donde sus piezas estaban recostadas sobre la pared como esperando ser alzadas en manos con guantes, para finalmente triunfante, ser colocadas en la pared a los ojos de todos.

Una de las primeras obras que llamó mi atención fue la de una flor que figuraba en una esquina de la primera sala, al verla detenidamente observé que eran dos imágenes, una flor que hacía complemento con una fotografía de una momia, una mujer en preservación. La siguiente obra era del rostro de un mono, pero parecía tener el cuerpo de un explorador americano, otra vez encontré dualidades diferentes dentro de estas piezas.

Seguido a esto rodeamos el recinto y observamos todas las piezas, empecé a notar que todas las obras tenían imágenes de animales, paisajes, personas y objetos que usualmente no entrarían en el imaginario colectivo de citadinos.

Rodríguez comentó después que estas imágenes fueron extraídas de la revista National Geographic, este fue su primer acercamiento a la muestra, el notó, que la revista tendía a exotizar estos lugares, como centros de turismo y recreación cuando en realidad representan una situación distinta dentro de un contexto no recreativo.

Al cuestionar los ¿Porqués? de esta dualidad entre las dos imágenes que presentaban una antítesis de las dos referencias, Gabriel citó al filósofo Baudrillard y su texto «Cultura y Simulacro» con su teoría de la «Hiperrealidad», este filósofo afirmaba que todo el tiempo se vive en una realidad alterada que se ve alimentada por el consumismo y una hipertrofia de la comunicación, publicidad y tecnología. Esta misma se ve afectada por el drama de la alineación y de repente nos encontramos en un universo parecido al original pero mejorado.

Citando esa idea, el artista buscó mostrarnos un mundo desencantado, este microcosmos social que aparenta ser nuestra realidad, pero sumergida en la hiperrealidad de la que Baudrillard habla.

Rodríguez pretende criticar y mostrarnos de una forma visual esta hiperrealidad, poniendo en evidencia dos imágenes de un producto social para escamotear las surrealidades de nuestro mundo de ensueño.

Con esta nueva postura el artista coloca dos objetos que no se relacionan, pero al colocarlos juntos funcionan en un aspecto diferente, al basarse en el «Ready Made» Rodríguez nos llama a la reflexión de dos contextos históricos que se ubican muy lejos del posicionamiento de nuestro imaginario colectivo, pero que al colocarlos juntos les da un acercamiento virtuoso.

Dos mujeres se presentan en la pieza del centro, esto no lo hubiera notado, sin que el artista me lo hubiera señalado, una mujer proveniente de una tribu africana y otra que se presenta de espaldas con un bikini, las dos son mujeres, las dos representan un género, pero sin duda, son dos mundos diferentes, los cuales en la realidad sería muy difícil que estas escenas se encontraran.

Aunque para este entonces ya me encontraba con una percepción del objeto diferente, ante esta aproximación a dos revistas como la National Geographic y una revista de modas, no tenía en cuenta que el artista iba a utilizar esta filosofía en una analogía fuera del sistema de confort de la galería.

Lo que se convirtió en una verdadera sorpresa fue cuando escuché decir a una de las personas que montaba la obra -Si quieres corres el sillón y después lo volvemos a colocar- antes de que finalizara esta frase pregunté: ¿Esto es parte de la obra? Él solo sonrió.

Luego me explicó que quiso traer esa alusión satirizando su obra en el contexto de una habitación, rompiendo la solemnidad de la galería, para que el espectador se sintiera fuera de su contexto de observador, en lugar de llegar una galería de arte para ver la obra, los situaba en una posición de conexión, trayendo a la galería una parte de su cotidianidad, haciendo así de su obra una experiencia.

Al final salimos de las salas para esperar que terminaran de colocar las piezas, al despedirme no podía dejar de pensar en dicho concepto, «hiperrealidad» cuánto tiempo hemos vivido en esta y al no ser conscientes, la validamos como real.

Ayer se inauguró la muestra, todos se habrán dirigido a una galería de arte, pero se encontraron como yo, viviendo una experiencia que te saca de la realidad para encontrar una visión del universo desencantado de Gabriel Rodríguez.

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