Por Camilo Villatoro
Fotografías de Sergio Valdés

El blues encarna la melancolía y la alegría como si fuera incapaz de marcar una frontera entre estos dos estados de ánimo. El rock nos devuelve a un plano instintivo y rebelde, juvenil y agresivo, a veces más bien juguetón. Primocaster es un artista que nos conduce por estos senderos, en ocasiones sicodélicos y musicalmente crípticos. Sus instrumentos son la guitarra, la armónica, el megáfono y otros utensilios sonoros.

No le había escuchado sino hasta el pasado miércoles, gracias al proyecto Aves Raras, el cual reúne a varios artistas locales en un escenario hecho para compartir lo que se dice «en familia». El público, de hecho parecía bastante familiarizado con el artista y con su parafernalia: en más de una ocasión intentaron (sin lograrlo) igualar los gritos del artista desde las butacas del antiguo cine Lux, e intercambiar algunos comentarios.

Pero no sólo se trataba del Primo (como se le conoce a Primocaster), sino también del conjunto de bróderes que lo acompañaban para la ocasión, en la batería (David Batz) y el bajo (Luis Pedro Gonzáles), además del acompañamiento guitarrístico de Jorge Díaz Durán en un par de rolas. Raysa Morales, una de las próximas aves raras, también acompañó, con su voz, al primo. En otra manifestación no muy musical que digamos, Álvaro Montenegro relató, como se supone debíamos suponer, su experiencia en un viaje de hongos u otro brebaje mágico de amplio espectro.

Primocaster es díscolo y siniestro. Quiero decir, está loco (a menos que sólo haya sido una virtud teatral) y es zurdo: cuando le tocó tocar una guitarra para diestros, evidentemente no mostró sus mayores virtudes guitarrísticas, pues ustedes saben cómo es eso de las posiciones de dedos en los acordes, y en fin. Pero el evento en sí fue de menos a más, cuando su guitarra negra y sus jugarretas escénicas nos guiaron en el camino de las experiencias sensibles.

Cuando uno no conoce las rolas del artista, tiende a ver el evento en su conjunto como una misma rola. Y pues sí, los ánimos fueron creciendo en medio de la alternación de sus composiciones en inglés y en español, del blues más canónico y de cárcel, a la psicodelia de experimentaciones sonoras.

La lírica de tono urbano me pareció un aspecto interesante, como por ejemplo una rola que describe ese limbo cronológico de las 4 a.m. en esta ciudad, con un ritmo persistente y jazzístico en el bajo que nos recuerda el caminar de elefante de los gatos y las melodías dispersas de la guitarra que nos recuerdan la caótica calma de esas horas, a los tipos como yo que hemos dormido alguna vez en la calle, o intentado dormir, más bien. Otras rolas son más obvias en ese pretendido sentido urbano del que hablo, como es el caso del Blues del Autobús.

A pesar de que Primocaster no ha grabado sus rolas, su espectáculo dejó claro a muchos lo que es creerse verdaderamente eso de ser músicos y compositores. Punto.

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