Juan Fernando Batres Barrios
Enemiga de todos parece, nadie la quiere cerca y sin descanso nos abraza a cada paso. Así es la Catrina como le llaman en unos lugares, Azrael le dicen en otros y simplemente muerte en todos lados.
Esta es la historia de quien no queremos ver, pero está al lado nuestro desde que entramos a este trance que llamamos existencia. En realidad, es triste, solitario y agobiante su trabajo. Pensar que le haces un gran servicio al equilibrio del universo, Catrina, y nadie te quiere, eso es trágico.
Algunos le adoran, pero como viles aves de rapiña, solo ellos se creen sus mentiras de amarla y le piden favores para una triste, egoísta y efímera existencia aquí, sin entender que ella es mucho más que riqueza pasajera y poder, es transportadora a la paz eterna.
Ella se ha cansado y se va a retirar me ha dicho, no es su deseo que la amen, pero sí que la dejen de odiar. La humanidad feliz podrá estar, porque al fin a la muerte vencieron. Nadie reflexiona en la catástrofe que se viene; la vida sin muerte es como una alegría, pero también una miseria, como la noche bella estrellada pero gozar del día con el radiante Sol. Todo, incluso la vida, aburre y nada logra tener su fin…
Yo hablo con mi Catrina, tomo un café con ella, sé que no es mala y que a veces no quiere hacer lo que hace, pero debe. Hay muertes que no tienen sentido y otras que suponemos que tardan en llegar, pero mi Catrina me dice que nada llega antes y pocas cosas se retrasan en verdad.
Nadie quiere a la muerte, eso es una realidad. Pero ella es una incomprendida por toda la humanidad.
Si la vida es un regalo que debemos atesorar cada día, la muerte es como el gran final de una obra de teatro perfecta, donde se reciben los aplausos del universo y regresamos a nuestros camerinos celestiales hasta el momento, si lo somos, llamados nuevamente a escena por el gran director. Y la muerte, es quien te lleva a tu merecido descanso después del vodevil.
La Catrina es bella y comprensible, amable y tolerante; no discrimina a nadie. Está con todos y no prefiere a ninguno. La vida debería aprender un par de cosas de ella.
Después solo unas semanas el mundo entero está en caos, nada muere y todo se llena de un ambiente de hastío y angustia, como bruma tóxica abarca los cuatro puntos cardinales de la tierra la desesperación. Sin falta la humanidad al unísono empezó a pedir a la muerte, a mi Catrina, que regresara, que les ayudara haciendo su mejor labor, que se llevara con ella a los que debían haberse ido ya, como también a los que quieren irse, los que ya no aguantan cargar con la vida…
Hoy quizá la veré, hablaré con mi Catrina otra vez, no sé si me iré con ella, pero sé que a mi Catrina jamás temeré.