Victor Hugo Pacheco Soch

“La mejor forma de predecir el futuro es creándolo”
(Peter F. Drucker)

La pandemia del COVID 19 nos ha mostrado el tipo de sociedad que hemos y vamos construyendo, cada día nos sentimos más encarcelados, pero no en cárceles físicas, sino en la cárcel de la impotencia, la indiferencia, el estrés, la depresión. Construimos burbujas en las que buscamos estar más seguros y nos colgamos un rótulo gigante con el eslogan: “Sálvense quien pueda”.

Da la impresión que ya no nos inmuta nada, la situación precaria económica que vivimos la mayoría de guatemaltecas y guatemaltecos, nos tiene muy ocupados, estamos como gatos pansa arriba, rebuscando como se dice popularmente, para lograr cubrir los gastos básicos que la vida nos exige.

Por otro lado, la publicidad, las redes sociales, el futbol, la telebasura, nos han puesto una gran venda en los ojos, que no nos permite ver la realidad social y económica que vive el país, no tenemos un sentido crítico, menos una solidaridad organizativa que nos ayude a hacer procesos de cambio.

Nuestras Instituciones del Estado cooptadas, capturadas por élites económicas que no tienen ni un ápice de piedad (aglutinados en el CACIF), aliados con el crimen organizado, narcotráfico, políticos sin escrúpulos y sindicalistas como Joviel Acevedo. Se han constituido en una estructura paralela corrupta e impune, sin preocuparse, porque en el Ministerio Público tienen a la señora Consuelo de ellos, haciéndoles Porras, persiguiendo a los funcionarios públicos éticos y criminalizando a lideres y lideresas de las comunidades que se resisten.

Élites económicas que cada cuatro años colocan en la presidencia, -como dijo Alejandro Giammattei en su campaña política- a un hijueputa más, que como perro faldero les sirve a sus intereses. No les importa los niños desnutridos, tampoco la gente que migra a los EEUU, solo se reparten como piñata el dinero del pueblo y mantener el poder.

Las iglesias viendo cómo salvan el alma, preocupados por el cielo, sin pensar que viven en el suelo. Proliferan las iglesias neopentecostales, usados políticamente, con una teología acrítica, desconectadas de la realidad, anestesiadas por la dizque palabra de dios, sus miembros se mueven como borregos, dirigidos muchas veces por un fanático religioso, que les crean una narrativa anti política e indiferente.

Los Obispos de la Iglesia católica golpeándose el pecho ante su dios, pero guardando un silencio cómplice, validando y bendiciendo el sistema corrupto e impune, ya lo dice Monseñor Pablito de Filipinas: «en la Iglesia hay quienes optaran por no hablar a pesar de los obvios demonios en la sociedad. Es triste decirlo, nosotros, los líderes de la iglesia, nos refugiamos en el silencio cómplice. Somos como los perros guardianes que perdieron su capacidad de al menos ladrar».

Las universidades ocupadas formando masas amorfas, con aulas convertidas en santuarios de conocimiento, encerradas en cuatro paredes y ahora perdidos en la maraña de la virtualidad, creando máquinas que servirán al sistema, sin formar seres humanos que tengan la capacidad de valerse del conocimiento, para hacer propuestas, salir a las calles a expresarse y ayudar a arrebatar el poder a los demonios sueltos, que ostentan el poder político y económico.

¿Qué nos pasa? ¿Qué tipo de sociedad somos? ¿Qué tiene que pasar para reaccionar?,¿Qué demonios están sueltos en nuestra sociedad? esas y muchas más preguntas debemos hacernos. ¿No será tiempo de empezar a plantearnos el construir otro tipo de sociedad, con una ética respetuosa de la vida, solidaria e inclusiva? Pasar como afirma el gran filósofo y teólogo brasileño, Leonardo Boff, de una ética de la conquista, ¿a una ética del cuidado?

Ya es tiempo de atar a los demonios sueltos en la sociedad, ya es tiempo de organizarnos, buscar, construir, tejer e hilar alternativas que nos permitan ir vislumbrando un mejor futuro para nuestra generación y las futuras generaciones.

Seamos valientes, salgamos de la indiferencia, rompamos las cadenas del miedo, involucrémonos y no dejemos a los demonios interiores, a los demonios sociales, a los demonios políticos y económicos, seguir decidiendo nuestro destino, seamos verdaderas ciudadanas y ciudadanos. Solo lo lograremos si asumimos la responsabilidad que nos corresponde, organizarnos, pensar estratégicamente y creer en que es posible construir algo mejor para todas y todos.

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