La fundamentación de la moral

 Para la filosofía de la praxis, la moral no se puede fundamentar en unas normas a priori, inherentes al individuo o a su naturaleza, válidas para todo tiempo y lugar. La moral es algo que se constituye en la sociedad y en la historia de los hombres, y que, por lo tanto, no tiene, en sus contenidos, un carácter intemporal como pretenderían Platón o Kant. Pero esto no quiere decir que se pueda prescindir de la moral, como quisieran Trasímaco o Maquiavelo, considerando como justo simplemente lo socialmente vigente. Ni las legitimaciones normativas ni las puramente fácticas son satisfactorias. Entre un deber ser ahistórico y un ser meramente fáctico está la categoría de posibilidad. Para Gramsci, como para Zubiri, la valoración moral es siempre y solamente una valoración entre posibilidades

reales de humanización.  (*)

* González Antonio. Introducción a la práctica de la filosofía. Texto de iniciación. UCA Editores. San Salvador, 2005.

La pregunta es siempre la misma: ¿qué es el hombre? ¿Qué es la naturaleza humana? Si se define como individuo, psicológica o especulativamente, estos problemas del progreso y del devenir son insolubles y se convierten en puras palabras. Pero si se concibe al hombre como el conjunto de las relaciones sociales, pareciera que todo paragón entre los hombres en el tiempo es imposible, puesto que se trata de cosas diversas si no heterogéneas. Sin embargo, como el hombre es también el conjunto de sus condiciones de vida, se puede medir cuantitativamente la diferencia entre el pasado y el presente, dado que es posible medir el grado en que el hombre domina la naturaleza y el azar. La posibilidad no es la realidad, pero también aquélla es una realidad: que el hombre pueda hacer o no hacer una cosa tiene su importancia para valorar lo que realmente se hace. Posibilidad quiere decir “libertad”. La medida de la libertad entra en el concepto de hombre. Que existan las posibilidades objetivas de no morir de hambre, y que se muera de hambre, tiene su importancia, según parece. Pero la existencia de las condiciones objetivas, posibilidad o libertad, no es suficiente: es preciso “conocerlas” y saberse servir de ellas. Querer servirse de ellas. El hombre, en este sentido, es libertad

concreta, es decir, aplicación efectiva del querer abstracto o impulso vital en los medios concretos que realizan tal voluntad (…). Hay que concebir al hombre como un bloque histórico de elementos puramente individuales y subjetivos, y de elementos de masa y objetivos o materiales, con los cuales el individuo se halla en relación activa. Transformar el mundo externo, las relaciones generales, significa fortalecerse a sí mismo, desarrollarse a sí mismo. La idea de que el “mejoramiento” ético es puramente individual es una ilusión y un error: la síntesis de los elementos constitutivos de la individualidad es “individual”, pero no se realiza y desarrolla sin una actividad hacia el exterior, modificadora de las relaciones externas, desde aquellas que se dirigen hacia la naturaleza hasta aquellas que, en diversos grados, se dirigen a los otros hombres, en los distintos ámbitos sociales en que se vive, llegando finalmente a la relación máxima, que abraza el género humano. Por ello se puede decir que el hombre es esencialmente “político”, pues en la actividad para transformar y dirigir conscientemente a los demás hombres realiza su “humanidad”, su “naturaleza humana” (…).

La base científica de una moral del materialismo histórico debe buscarse, me parece, en la afirmación de que “la sociedad no se propone objetivos para cuya solución no existan ya las condiciones”. Existiendo las condiciones, “la solución de los objetivos deviene ‘deber’, la ‘voluntad’ deviene libre”. La moral devendría una investigación de las condiciones necesarias para la libertad de la voluntad en cierto sentido, hacia cierto fin, y la demostración de que estas condiciones existen. Debería tratarse, también, no de una jerarquía de los fines, sino de una gradación de los fines por alcanzar, dado que se desea “moralizar”, no sólo a cada individuo por separado, sino también a toda una sociedad de individuos.

 

(Tomado de los Cuadernos de la cárcel, 1927-1937)

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