Alfonso Mata

La cosa no es para dejarla pasar por alto. Los organismos internacionales, han reportado que el tema del aumento de las reacciones farmacológicas adversas y secundarias de medicamentos y su uso irracional, son un problema de salud pública.

Cada día es más frecuente, que los medios de comunicación abastezcan al público de información sin control, sobre uso de medicamentos, a lo que se le llama fomento de la medicalización, con efectos desastrosos por su mal uso y por los efectos adversos que tiene el medicamento. Las cifras consolidan la opinión. En Francia por ejemplo, un país desarrollado y con mejores controles que el nuestro, más de 130 mil hospitalizaciones y cerca de 8 mil a 10 mil muertes al año (el doble que los accidentes de carretera) son atribuidas al mal uso y a efectos adversos de los medicamentos. Eso para el sistema, representa una estancia en el hospital de unos nueve días y un promedio de más de un millón y medio de días de hospitalización. De tal manera que podemos hablar de un doble costo: En vidas humanas y al erario público. En un país como el nuestro, donde las regulaciones se cumplen muy poco o no se dan y el hecho de que las autoridades sanitarias no controlen adecuadamente al respecto, la situación puede ser de mayor magnitud.

¿Quién es responsable de estos accidentes?

Varios. Los pacientes, los médicos, la industria farmacéutica, las autoridades de salud; cada uno suma en la amplificación del fenómeno. Lo grave de esto, es que el daño se sabe solo después que los problemas se han sucedido. Muchas veces eso toma años, luego de haberse denunciado casos fatales y complicadas secuelas. Por lo general, son los sistemas de salud, los que lanzan una alerta general sobre los efectos secundarios. Eso cuando sucede en países desarrollados, da lugar a la retirada del fármaco y muchas veces al juicio contra el laboratorio. Actualmente, ya se han denunciado los efectos secundarios de muchos medicamentos y el sistema que les permite mercado.

Los pacientes ¿será posible?. Pues sí, los guatemaltecos nos automedicamos sin fundamentos clínicos y médicos “bajale o subile a la dosis, a ver qué pasa” y esto incluye toda la gama terapéutica. Este uso excesivo de fármacos, suele acompañarse de otro peligro: la combinación de fármacos, lo que potencializa aún más, el riesgo de accidentes de efectos secundarios.

A continuación en contribuyentes al problema, son los médicos y el personal de salud. En una jornada médica con médicos norteamericanos y guatemaltecos, luego de finalizada, el jefe de la misión norteamericana fue muy concluyente “A lo anterior habría que añadir los errores de medicación, sobre los cuales ignoramos su magnitud.

En muchas oportunidades, se ha encontrado, que la industria farmacéutica que controla todas las fases de la droga: su elaboración, la presentación de la patente y la comercialización de la autorización para comercializar y promover, tiende a minimizar, subestimar u ocultar ciertos efectos secundarios perjudiciales a favor de sus intereses. A lo anterior se añade, la publicidad sin control, que suele observarse en medios de comunicación y que añaden sal al problema generando un uso irracional de medicación.

Por último, las autoridades sanitarias, no tienen poder contra el poder de la industria farmacéutica. Todas las solicitudes recibidas por las autoridades de salud, la información clínica de drogas exclusivamente de empresas y medios de comunicación, no se monitorea adecuadamente.

¿Quién es el responsable del control de todo esto?

Primero, establezcamos un principio general: «Nunca minimizar los riesgos» debería de ser el eslogan de una campaña del sistema público y de los colegios y asociaciones profesionales, que en esto juegan papel importante. Esto se refiere, por ejemplo, al hecho de que existen muchos productos que se expenden y venden y que por recomendaciones de los profesionales y por su mal uso público, se «sospecha de riesgo”; algo que atenta contra la salud y debe advertirse al público. Supresores del apetito, analgésicos, antidepresivos, antibióticos, son algunos expuestos a ello, si no se usan de forma adecuada.

Por ejemplo, el robecofxib, fármaco antiinflamatorio fue retirado del mercado, luego de eventos cardiovasculares adversos. La acomplia, anunciada como una píldora milagrosa multifuncional, que en el corto plazo podía acabar con la obesidad, así como con fumar, también se retiró del mercado, por sus potenciales efectos psicológicos.

Segundo. Debemos partir de un par de principios. 1. Los medicamentos de hoy, no son más peligrosos que las de ayer, pero siguen siendo peligrosos pues, los medicamentos, contienen sustancias activas que tienen efectos secundarios. Hay que tener en cuenta que estos efectos, se pueden ver afectados por un mal uso o por accidentes […], por lo tanto, no se pueden minimizar los riesgos. 2. El medicamento que tiene como objetivo enfocarse exclusivamente a la patología sin el riesgo de molestar al resto del cuerpo, es todavía una utopía.

Algunos efectos secundarios (se dice que por lo general) no necesitan atención médica. Estos efectos secundarios, pueden desaparecer durante el tratamiento a medida que el cuerpo se ajusta al medicamento. No es la persona que lo usa, la responsable de decidir sobre ello, es un profesional de la salud, mejor si es su médico tratante, el que puede informar sobre las maneras de prevenir o reducir algunos de estos efectos secundarios o dejar de usar el medicamento. Un ejemplo, sí usted revisa en la página de la Clínica Mayo (institución norteamericana seria de salud al servicio de la comunidad) sobre el uso del diclofenaco, usted encuentra que se informa de 23 efectos secundarios y otros tanto por sobredosis. Si eso se relaciona con patologías, podríamos deducir que ni pacientes con problemas digestivos, renales, cardiovasculares y psicológicos deberían de usar libremente este producto. De tal manera que, cierto tipo de paciente, con ciertos padecimientos, no lo deberían de tomar.

Entonces ¿Cómo prevenir?

En términos muy generales, es el sistema nacional de buenas prácticas farmacológicas, el que debe hacer esto. Es más que evidente que éste en nuestro medio, no funciona adecuadamente. Hoy en día, las instituciones del sistema de salud, no tienen «ningún medio para llevar a cabo sus propias investigaciones sobre la validez de los ensayos clínicos presentados y llevados a cabo por los laboratorios, los propietarios de la molécula y sobre el proveedor y el consumista», tampoco para indagar sobre su uso apropiado a nivel de población. Por consiguiente, una primera advertencia sería la concientización y educación continua a los médicos, público y proveedores de medicamentos sobre el tema. Y por qué no, la creación de un fondo de compensación financiado por la industria en la educación al público, no la publicidad.

De tal manera que todo se resume en poner un control más estricto. Es sorprendente que sólo algunos fármacos, como los ejemplos dados, han recibido considerable atención, y eso se ha debido a que rápidamente se ha conocido, que estaban causando problemas, cuando ya estaban en el mercado. Es aún más sorprendente, que algunos efectos secundarios, motivan el rechazo del medicamento por algunas agencias estatales, pero no por todas. De tal manera que a veces se conoce desde hace muchos años, que un medicamento tiene riesgo y sin embargo, su comercialización se mantiene, a pesar de dicha información. Por consiguiente, el programa debería ser de vigilancia mundial.

Tanto el público como el sistema en los aspectos de educación, deben partir de un principio. Las drogas tienen dos caras: Pueden ser beneficiosas y/o perjudiciales. Pueden ser remedios o venenos, tiene un lado de luz y un lado oscuro. Por consiguiente, conocer los efectos secundarios, no es negar el valor del producto. Lo que se busca es entonces, medir y evaluar el beneficio-riesgo, anticipar e informar a los médicos y pacientes de los posibles efectos secundarios de dejar de tomarlos o tomarlos, eso es lo esencial. Cada medicamento tiene efectos secundarios, no hay terapia rosa sin espinas –dice un autor- pero la ignorancia de los pacientes y médicos sobre los riesgos en el uso inadecuado de medicamentos, la tendencia a ocultar o minimizar los efectos secundarios, solamente amplifica el número de víctimas de estos accidentes y tiene un costo más que oneroso para el sistema de salud.

Fundamental a nivel nacional, es la creación de guía de buenas prácticas no solo para fármaco vigilancia, sino para seguimiento y evaluación de uso y prácticas corrientes de medicamentos, lo que urge implementar de forma adecuada.

Necesitamos la ayuda de la industria farmacéutica. Ellos han logrado el desarrollo de fármacos que han mejorado la calidad de vida y aumentado la longevidad en muchas áreas. Sin embargo, las autoridades sanitarias, deben tener los medios para oponerse a esta poderosa industria, cuando las restricciones médicas así lo ameritan y apoyar las obligaciones de información a los médicos y el público en general, sobre el potencial de riesgo elevado costo para la colectividad, sí se usan mal.

El medicamento no es un producto como cualquier otro, se trata de un bien al servicio de la sociedad. Los sistemas de salud y la industria farmacéutica, tienen en este tema, una responsabilidad social hacia la salud pública. Entonces, una misión social de la misma, es apoyar al estado en imponer controles más estrictos sobre estos incidentes perjudiciales para los pacientes y de alto costo para la comunidad y el sistema de salud. Es esencial, que los gobiernos y autoridades de salud, estén más preocupados por las inversiones correctas en la compra y uso de medicamentos, por proteger la salud del enfermo y de la persona sana.

“los médicos guatemaltecos tienen la mano pesada, prescribieron en promedio tres medicamentos, mientras nosotros no llegamos a dos; muchos de ellos, no daban indicaciones adecuadas al paciente sobre su uso y control”.

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