1. Imaginación y medicina: su teoría

Platón sugirió que la imaginación era la capacidad mental más baja; tenía reservas respecto a ella. A lo largo de la historia, la expresión Todo está en tu imaginación, ha sido expresada por los médicos en respuesta a varios tipos de dolencias somáticas. Su connotación, sin embargo, ha variado con el compromiso filosófico del médico; con la unidad o separación del alma, la mente y el cuerpo. Tanto la medicina antigua como la renacentista, pueden caracterizarse por tener un enfoque holístico o «psicosomático». Ambas adoptaron el concepto de espíritu o alma, y dotaron a esta entidad de propiedades psicológicas y fisiológicas. El alma biológica se entendía como el sustrato de los fenómenos psicofisiológicos. Entre las facultades del alma estaban: la sensación, la razón, digestión e imaginación. Esta última fue una de las principales variables teóricas desarrolladas dentro de la evolución del conocimiento de la fisiopatología humana.

Como bien dice C. E. McMahon en sus estudios sobre este tema, la teoría de la enfermedad que tiene a la imaginación como una de sus productoras, alcanzó su cenit en los tratados médicos del Renacimiento, donde se elaboraron completamente sus implicaciones para el diagnóstico, el pronóstico y la terapia. Y entonces McMahon nos advierte que aunque la conceptualización de la imaginación como causal en la alteración de las funciones corporales, es anterior a Aristóteles, los médicos del Renacimiento, implicaron la facultad imaginativa del alma, en la génesis y remisión de la enfermedad. La teoría médica, establecía que las imágenes de objetos de deseo o aversión, despertaban emociones, que a su vez provocaban desequilibrios humorales, perturbando la respiración, circulación digestión, la sexualidad y otras funciones vitales, culminando en diversas formas de patología. Este concepto explicaba la eficacia terapéutica de los placebos en formas tales como hechizos, amuletos y talismanes.

 

Pero no todo es mérito de los médicos renacentistas. Según Aristóteles, la sensación funcionaba tomando el objeto (menos su materia) del mundo exterior, y llevándolo al corazón donde se asentaba el alma. Allí el sensus communis (sentido común o colectivo) trabajaba sobre las sensaciones para formar imágenes, sueños e ilusiones o imágenes alucinatorias. Estas imágenes, a su vez, estimulaban una excitación emocional de carácter placentero o doloroso, según el objeto imaginado fuera deseable o aversivo. Emoción (del latín emovere) significaba literalmente «mover» o «agitar». Las emociones eran movimientos del alma, causados por la representación imaginativa del alma de un objeto o circunstancia. Según Aristóteles, el sistema emocional no funcionaba en ausencia de una imagen: siempre estaba activado por la imaginación. Esta teoría merece la pena que médicos y otros especialistas le pongan de nuevo atención.

Pero no solo los médicos le metieron mano a la imaginación y la salud. Los filósofos definieron las imágenes como emociones, ya que las imágenes eran movimientos del alma. Las imágenes perturbadoras representan, y de hecho constituyen, las desviaciones del equilibrio armonioso, o la proporción adecuada de elementos y humores que componen la salud. Los estoicos describieron los fenómenos emocionales como «el alma que se hace violencia a sí misma«. La ira era el disruptor más violento de las funciones vitales, pero la tristeza se consideraba comúnmente una enfermedad peor, debido a su asociación con el humor más dañino: la bilis negra (melan chole).

Volvamos a nuestros médicos. La patología humoral suponía que la templanza, o la abstinencia de las emociones, fomentaba la salud al preservar el temperamento y la constitución equilibrados. La fórmula estoica característica de la medicina preventiva era, por lo tanto, «Eliminar la imaginación: controlar el deseo: extinguir el apetito«. El médico Claudio Galeno, usaba la interpretación de las imágenes de los sueños para el diagnóstico. Según él, los médicos debían analizar el contenido de los sueños, para establecer la naturaleza y la gravedad de los desequilibrios humorales. Las imágenes de los sueños sobre pérdidas, desgracias o dolor, por ejemplo, significan una melancolía excesiva; las de terror, peleas, heridas y similares, indica predominio de la cólera. Era un juego en círculo: así como las imágenes afectan la desproporción de los humores, los desequilibrios humorales alimentan las imágenes correspondientes decía y eso debía considerarse para la terapia.

La teoría en salud y comportamiento de la activación imaginal de la emoción, persistió durante la Edad Media y renacimiento. La localización medieval de la función, situaba la facultad de la imaginación en los ventrículos cerebrales, donde residía en forma de espíritus. El corazón siguió siendo el asiento de la emoción.

 

Posterior a la Edad Media dice C. E. McMahon, los tratamientos teóricos coincidían bastante en los puntos más destacados. La fisiología per se aún no había llegado a existir, cuando los médicos del Renacimiento reformularon y ampliaron la noción y conceptualización aristotélica de la imaginación en la evocación de la emoción. Entonces puede resultar sorprendente que, de tener una medicina fisiológica, se vislumbre una más apropiadamente un concepto psicobiológico y aunque algunos concibieron tratados dedicados a las vitales y otros se dedicaron a tratados separados a la imaginación y conportamiento y conducta. En el contexto de la medicina, se trataron de unificar estipulando que las funciones biológicas y psicológicas estaban gobernadas y realizadas por el alma. Era esta escuela creyente de que cuando la imaginación concebía un objeto que era agradable o repelente, los espíritus movilizaban la actividad del cerebro al corazón, a través de los nervios, e iniciaban la excitación en y alrededor del órgano más sensible o sensibles. Como dijo Nemesius (1636): Los Instrumentos de la Imaginación, son los antiguos sensores positivos y negativos del cerebro; Los Espíritus Vitales, que están en ellos; Los tendones que proceden del cerebro; Los nervios humedecidos por los Espíritus Vitales, y el marco mismo de los lugares donde se asientan los sentidos”. La patología humoral entra en escena en este punto, porque una emoción tiende a establecer el medio interno que favorece su propia perpetuación y sus aspectos positivos y negativos. Cada humor tenía su propio asiento, canales de circulación y función o funciones psicofisiológicas. Los espíritus de la imaginación engendraban desequilibrios humorales, luego el corazón enviaba: espíritus que ascienden a la imaginación, los cuales, siendo más puros o más groseros, más calientes o más fríos, más o menos, (cuya diversidad depende de los humores del cuerpo) mueven diversas pasiones según su naturaleza (Charron, 1601). De tal manera que McMahon considera que ya para entonces, algunos consideraban que la imaginación era el «medio deferente de las pasiones, por cuyo medio se actuaba y se producían efectos muchas veces prodigiosos. La naturaleza de la imagen, determinaba la calidad y cantidad de la perturbación o el bienestar. Las funciones corporales estaban desordenadas hasta un punto determinado por la viveza y la tenacidad de la imagen. Se podría esperar que un episodio de inicio muy repentino y violento, dañara gravemente el corazón y otros órganos o provocara la muerte de alguien que se encontraba en un estado de desequilibrio antes del evento. Sin embargo, por los mismos medios que las imágenes inducían a los cambios patológicos, podían eliminarlos y restaurar la salud: ‘Las pasiones del alma que siguen a la fantasía, cuando son más vehementes…puede así quitar o traer alguna enfermedad de la mente o del cuerpo. Porque las pasiones del alma son la causa principal del temperamento de su propio cuerpo. Así el alma, estando fuertemente elevada e inflamada con una fuerte imaginación, envía salud o enfermedad (Agripa, 1510). El uso que hace Agripa de los términos elevado e inflamado no fue figurado sino literal. Los movimientos del alma y los cambios de temperatura variaban en dirección. Emociones emocionantes y expansivas, como la ira y la alegría, impulsan la sangre y los espíritus hacia afuera.

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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