Juan Jacobo Muñoz Lemus

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"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Juan Jacobo Muñoz Lemus

En medicina, se llama marcadores de rasgo a los que determinan si una persona tiene carga genética heredada para padecer de alguna enfermedad. Los marcadores de estado por su parte son los que determinan como se encuentra y evoluciona una enfermedad; y sirven para hacer diagnóstico y elegir un medicamento.

En psiquiatría ocurre igual. El marcador de rasgo se refiere a hallazgos invariables que pueden verse en los pacientes aun en fase de remisión; y el marcador de estado solo estará presente mientras dure la sintomatología aguda de la enfermedad.

Estos conceptos me hacen pensar en una analogía que a mí me resulta útil para entender algunas cosas, y me lleva a preguntarme si la felicidad es un marcador de estado o de rasgo.

No creo en binarismos ni oposiciones dicotómicas de dos aspectos opuestos o muy diferentes entre sí, pero esta vez voy a plantearme entre dos extremos; ser feliz o estar feliz. En mi opinión el primero es un marcador de rasgo y el segundo de estado. Por extensión diría Libertad y Dependencia.

Un rasgo significa en el carácter de una persona que algo le sea propio, digamos una potencia que se desarrolló, un talento o defecto que floreció y dio fruto. Un estado, por el contrario, solo está presente si algo ocurre y desaparece si lo que lo provoca, desaparece también.

Los seres humanos nacemos con capacidades que deben cultivarse y fomentarse. Son talentos que deben desplegarse, como la felicidad y la libertad que mencioné arriba. No serán para cualquiera, claro está, ni son para todas las etapas de la vida.

¿Cómo eras cuando manejaste un auto por primera vez? Estoy seguro de que al principio te sentías con mucha ansiedad y pensabas cada movimiento que intentabas con desconfianza o certeza de no poder. Ahora, tiempo después, imagino que vas hasta tu destino sin darte cuenta y sin pensar tus movimientos. Manejar se convirtió en un rasgo.
Si alguien me dijera que va a hacer algo por primera vez, y me preguntara como creo que le va a salir, le diría que mal, probablemente muy mal. Se sentiría desmoralizado y me diría que no le doy ningún aliento, pero así es; nadie puede ser bueno en algo desde el principio. No hay nada que no mejore con práctica. De ahí que no se pueda opinar solo con la moralina del deber ser, hay que ganar experiencia.

El asunto pasa por la individualidad y la conciencia de sí mismo. No se trata de aceptar con naturalidad las cosas heredadas de la cultura como normas, valores, preceptos, prejuicios, dogmas y costumbres, diseñados para homologar a las personas. Es necesario cuestionarlos, aunque al final se concluya lo mismo.

Pensar no es suficiente. El pensamiento es tan solo una herramienta para ordenar, reflexionar y buscar que algo fecunde. Algunos brotes serán pasajeros y otros más consistentes, pero aprender mientras se vive es irremplazable. La experiencia no depende de hechos aislados, se acumula, se va forjando día con día integrándose en la estructura psíquica de una persona hasta convertirse en un rasgo.

Mi punto es que, si una persona habla de felicidad porque tiene dinero, se casó, tiene hijos, hizo su casa, vive con salud o cualquier otro logro; y luego dice no sobreponerse y no tener felicidad porque perdió lo que tenía, sería válido decir que puede estar feliz, dependiendo de lo que le llega del exterior. En su caso la felicidad sería un marcador de estado.
Si en cambio, esa persona es capaz de salir del shock y la desorganización que sigue a la fatalidad, es resiliente y sale enriquecida de la adversidad; podríamos decir que la felicidad en su caso es un rasgo del carácter.

Es la única forma de lograr la ética por autogestión y vivir en el esfuerzo por ser feliz.

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