Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Carlos Figueroa Ibarra

El sábado 6 de junio como fue sabido en Guatemala, sucedió un evento horrible. El sabio maya Domingo Choc, Ajqi’j (Guía espiritual) y Ajilonel (maestro herbolario), de la etnia Kek’chí fue secuestrado por un grupo de personas de la aldea Chimay, municipio de San Luis en El Petén. Este grupo de personas lo estuvo martirizando durante varias horas. Al amanecer lo llevó a un campo de futbol de la aldea y en presencia de grupo amplio de gente, fue rociado con gasolina y quemado vivo. Los autores directos del crimen fueron al parecer cinco, pero por lo que puede verse en el terrible video que ha circulado, hubo muchas personas más que presenciaron sin intervenir.

Domingo Choc tenía un vasto conocimiento de las plantas medicinales y ejercía la medicina tradicional. Como se ha divulgado, estaba vinculado a proyectos científicos con la Universidad de Zurich en Suiza, el University College London del Reino Unido y con la Universidad del Valle de Guatemala. Además era miembro del Concejo de Guías Espirituales Releb’aal Saq’e’ con sede en el municipio de Poptún. Los acusados de haberlo asesinado de manera atroz, entre ellos el autor intelectual, Ovidio Ramírez Chub, son indígenas Kek’chíes que pertenecen a una de las iglesias del protestantismo fundamentalista que ha proliferado en el país. El motivo del asesinato según dijeron, es que el Tata Domingo le había practicado brujería al padre de Ovidio provocándole una enfermedad que finalmente le habría causado la muerte. El contraste entre la víctima y los victimarios es impactante. La sabiduría ancestral maya fue inmolada por un acto de odio provocado por el fanatismo y la superstición. A muchos el acto nos ha recordado la quema de brujos y brujas practicada por la Iglesia Católica desde la Edad Media y a lo largo de cientos de años.

Según nos ha indicado un reportaje de Prensa Comunitaria, el municipio de San Luis tiene extrema pobreza, tiene la impronta de la contrainsurgencia observada durante el conflicto interno, es la puerta de entrada del narcotráfico al departamento y es territorio de influencia de narcotraficantes. En la aldea Chimay han proliferado las iglesias del protestantismo neopentecostal. En suma es un microuniverso en el cual se condensan varios de los conflictos que hoy flagelan a Guatemala. Cabe decir que el protestantismo neopentecostal es hoy uno de los afluentes ideológicos del pensamiento de la extrema derecha en América latina. Alguien ha dicho que pese a ser hablantes de un idioma maya y tener apellidos mayas, los asesinos no son indígenas porque profesan una religión que no es la ancestral prehispánica. He aquí todo un tema de discusió, el cual por cierto tiene muchos años de estarse debatiendo. ¿Acaso aquellos indígenas que son cristianos no son indígenas? El asesinato del Tata Domingo se inscribe en los 348 linchamientos observados en la última década en Guatemala. Fanatismo, pobreza, ignorancia, narcotráfico, resabios contrainsurgentes, auge del fundamentalismo protestante. Todo esto es lo que está detrás del horrendo crimen que Guatemala y el mundo han presenciado.

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