Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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Lo que se está viviendo en Estados Unidos es consecuencia del desinterés y descuido que el sistema ha tenido respecto a un viejo problema estructural que tiene raíces en el acendrado racismo. Hizo falta un brutal video para que la gente cambiara de tópico y pasara del tema del coronavirus al de los abusos policiales en contra de las minorías, cosa que no es en absoluto nueva y que ha generado muchas protestas a lo largo de la historia por la forma en que el sistema apaña y protege a los que cometen los abusos. En estas circunstancias llama la atención que ni siquiera del diente al labio se escucha una opinión desde la Casa Blanca reconociendo la justicia de las protestas y, por el contrario, lo que hay es la amenaza espeluznante para un país como Estados Unidos, de sacar al Ejército a la calle para reprimir a la gente, al mejor estilo de los países sometidos a regímenes autoritarios que todo lo resuelven a marimbazo limpio.

Se puede decir que parte del problema es que los ciudadanos no presionamos lo suficiente para cambiar problemas y males que están arraigados en la estructura misma de nuestros sistemas. Es ocasional que algo nos saque de nuestro conformismo, ese mismo que ha llevado a los padres de familia afroamericanos o latinoamericanos a advertir a sus hijos que deben tener especial cuidado porque si los detiene un policía no los va a tratar con el respeto que tienen hacia la gente blanca y que, de entrada, serán perfilados como criminales simplemente por el color de la piel, situación que se viene dando desde siempre pero que se ha exacerbado ahora que desde el pináculo del poder surgen los mensajes de odio racista y xenofóbicos.

Quiera que no la gente se acostumbra a vivir con esos grandes males que se vuelven parte de la estructura. Como nos pasa a nosotros frente al tema de la corrupción que se ha convertido en parte del paisaje y entendemos y asumimos la mordida como los negros y latinos asumen que el policía los va a detener y tratar como criminales. Ya lo decía el payaso en una entrevista con la televisión gringa, hablando del caso de su hijo y su hermano, que la corrupción es parte de nuestra vida y que no vemos como algo malo eso de andar falsificando facturas como las que se entregaron al Registro de la Propiedad. Y la historia le dio la razón, porque los tribunales mismos tampoco vieron que eso fuera algo malo y de un plumazo decretaron la absolución.

Pero no deja de ser hermoso y emocionante ver que hay gente dispuesta a dar la batalla y a oponerse a lo que es costumbre. Personas de todas las razas que se involucran en las protestas desvirtuadas, por cierto, por infiltrados que las convierten en operaciones de saqueo, mientras miles demandan respeto a la vida. Es maravilloso ver que ese reclamo se extiende por las principales ciudades de los Estados Unidos, para desconsuelo de los racistas que apelan a sus huestes armadas con fusiles de asalto para que impongan “su orden”.

Hoy en Guatemala vemos el esfuerzo final de los pícaros para mantener la impunidad y es momento de que también nos centremos en el gran mal de la corrupción para pelear, con garra y decisión, a fin de impedir el nuevo atropello.

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