Foto La Hora/AP

Hoy se celebra mundialmente el Día Internacional de la Libre Expresión, derecho humano fundamental que se coloca siempre en la mira de cualquier régimen autoritario porque se pretende imponer un pensamiento único y la crítica se considera insoportable. En el marco de la crisis actual es indudable que la información seria debe prevalecer sobre la que difunde hechos y situaciones no confirmados que pueden generar alarma entre las poblaciones, pero eso no significa que únicamente la información oficial es válida y
que debe prevalecer, aún sin que se produzca la sana corroboración. Hasta los dictadores pueden ser engañados por sus subalternos si difunden mentiras para hacerles creer que todo lo que hacen es bueno y que cualquier cuestionamiento es un ataque malsano enviado con aviesas intenciones.

Uno de los pilares de la libre expresión es la credibilidad que se tiene que tener y la misma no proviene de limitarse a publicar lo que dicen las fuentes oficiales, sino a corroborar meticulosamente las informaciones que se trasladan al público, mismas que igual pueden ser agradables que molestas pero en la medida en que se fundamenten en la verdad y reflejen hechos y no suposiciones, son no sólo válidas sino necesarias, sobre todo cuando se vive una crisis en la que no existe receta única y probada para superarla.

En el caso de Guatemala lo expertos señalan que uno de los grandes aciertos y que tuvo enorme impacto en el comportamiento del virus fue la suspensión del transporte público porque por su misma estructura es una masiva fuente de contagios. Donde hay transporte público congestionado se disparan los números de casos positivos y por ello los epidemiólogos consideran que la suspensión oportuna tiene mucho que ver con que la curva se mantenga menos empinada.

Pero también hay que señalar que contra lo que dicen oficialmente, en el sentido de que somos uno de los países que ha manejado acertadamente la pandemia, tiene que destacarse un serio problema como es la escasa cantidad de test o pruebas que se realizan. Hace algunos días se habló de la cantidad de enfermos y de muertos por millón de habitantes como indicadores de ese acierto gubernamental. Y es cierto que apenas tenemos 38 casos y 0.9 muertes por millón de habitantes, cifras alentadoras al compararlas con la mayoría de países y con la cifra global que es de 452 y 31.6 tomando en cuenta a todos los habitantes del planeta.

Pero tenemos una deficiencia que hay que señalar y es que apenas llegamos a 402 test o pruebas por millón de habitantes, cifra que nos coloca en América solo sobre Haití con 82 y Nicaragua ni siquiera las reporta. Costa Rica muestra 2,676, El Salvador 4,409 y Panamá 7,392.

Obviamente es un campo en el que se debe mejorar y mucho.

Redacción La Hora

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