Foto La Hora/PDH

La compra de votos únicamente es posible en medio de los niveles de pobreza que tiene Guatemala, lo que obliga a concluir que mantener pobre a la gente resulta, paradójicamente, un buen negocio para los políticos que con su desidia para mejorar las condiciones de vida de la población, se nutren de los votos que emiten los más pobres, quienes se sienten agradecidos por las migajas que les tiran en época electoral.

Y nunca como ahora esa práctica ha sido utilizada de manera tan burda en lo que se convierte en un doble insulto a los guatemaltecos más necesitados, puesto que por un lado la política sigue estando únicamente al servicio del verdadero mandante que en este país es el financista, dejando que crezcan los niveles de pobreza, pero por la otra es el voto de esa gente en abandono el que buscan afanosamente mediante las corruptas prácticas de repartir dádivas.

Cuando hemos dicho que aquí se vive una pistocracia en vez de una democracia lo decimos precisamente por esta triste realidad que ha quedado al desnudo en este peculiar proceso electoral que termina mañana. Los políticos son mandatarios de quienes les dan el dinero para hacer campaña y por ello la ausencia de políticas públicas para promover el desarrollo humano sostenible y la abundancia de privilegios para las élites que se benefician de la existencia de dos Guatemalas. Una, la de opulencia que compite con el primer mundo, y la otra que no llega ni siquiera a ser de tercer mundo.

Y así como los más pobres y trabajadores, los migrantes, sostienen la economía del país, son también los más pobres los que, agradecidos por los espejitos, terminan vendiendo su voto para preservar un sistema deleznable.

Redacción La Hora

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