Mario Alberto Carrera

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Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera

Ya he señalado –en mi columna inicial sobre este asunto– publicada el 8.12.18, que fueron cuatro los temas sobre los que se devanaron los sesos cuatro de los foristas. El primer -y acaso el fundamental en torno al que giró el simposio- fue el Artículo 35 de la Constitución que, ya en otras ocasiones y por razones diferentes, he indicado que no es más que una suerte de plagio del que -con las mismas intenciones libertarias- se reproduce en todas las constituciones “democráticas” del mundo, desde poco antes o después del 1789-90 francés.

Los tres licenciados ¡y la doctorísima salmantina!, afirman con absoluta certeza (dichosos ellos que conocen la verdad absoluta -a lo divino- que los libra de caer en la antilogía y lo paradojal) que tal Artículo de la Carta no tiene límites. Que la libre emisión del pensamiento no puede ser restringida por una ley menor o por cualquier acción gubernamental. Pero resulta que ni el Artículo 35 ni cualesquiera otros de esta Carta -nuestra o de otro país- asume una naturaleza tan libertaria pues -si así lo fuera- se podría caer en libertinajes impredecibles por monstruosos.

El Artículo 35 engendra su propia antinomia y es normal que así sea. Porque inmediatamente después de que dice: “no podrá ser restringido por ley o disposición gubernamental alguna”, añade ¡paradojal!: “Quien en uso de esta libertad faltare el respeto a la vida privada (…) será responsable conforme a la ley”.

Señores constitucionalistas, señor Licdo. y periodista y ¡doctorísma!, no se dan cuenta de que tal Artículo sí que tiene límites, porque la libre emisión del pensamiento ¡es libre, claro que sí! Pero, “quien en uso de esta libertad faltare al respeto a la vida privada (…), será responsable conforme a la ley”. En el mismo párrafo hay una antinomia porque proclama la libertad de expresión, pero la limita al decir que, si uno se pase de la raya: “será responsable ante la ley”. En este caso “ley” se emplea en su función genérica, como cuando digo “perro” y me estoy refiriendo a todos. Y, en este sentido, señores miembros del TSE, también cabe la Ley Electoral y de PP y el Reglamento de la Unidad sobre medios de comunicación y Estudios de Opinión. Desde luego -y en primer lugar- el 35 apela, para la regularización de sí mismo, a la Ley de Emisión del Pensamiento que dice hasta dónde puede llegar –o no- tal supuesta libertad “absoluta”, en el ejercicio de la libre emisión del pensamiento: señores constitucionalistas.

Preocupa a ellos, asimismo y de notable manera a sus intereses (creados), la forma cómo limitará, el TSE, la distribución de la propaganda electoral para y entre los partidos. La CGP y la Cámara de Medios de comunicación (de empresarios) que Gabriel Orellana asesora, se da cuenta de que ya no será -como antes- cuando ¡el que tenía más saliva tragaba más pinol!, para beneficio del candidato ¡y no digamos y también!, del medio que se llenaba de propaganda hasta reventar. Ahora los medios no harán su agosto a mansalva, por una parte, y, por otra, el TSE podrá fiscalizar mejor los aportes económicos y evitará (como ya pasó al menos con el tal Jimmy-Jafeth-el Fantasma) de que haya narco propaganda.

Me parece muy bien que las encuestas no se manejen -para manipular el éxito final- hacia tal o cual candidato. Cuando yo era joven no había encuestas ¡y tan contentos! Ya sabíamos que un coronel sería el triunfador y, al menos, no había la transa de los “encuesteros” y la narco propaganda…

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