Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Es curioso ver cómo, quienes alegan que la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y la actuación de Iván Velásquez es una violación a nuestra soberanía, habían cifrado todas sus esperanzas en el viaje que el presidente Jimmy Morales (subalterno de Álvaro Arzú) y su comitiva hicieron a Washington buscando el beneplácito para cargarse a Velásquez y marcar ese hecho como el principal punto de una larga batalla por socavar la lucha contra la corrupción.

En otras palabras, los que reclaman soberanía fueron a jugar de víctimas y a pedir permiso al mismo Donald Trump para volarse a Iván Velásquez y detener la lucha contra la corrupción con los argumentos que armó el equipo oficial y que expresaron en la ONU de forma tan pobre los miembros de la diplomacia guatemalteca, que por cierto son repetidos por algunas cúpulas y élites del país a las que el miedo coloca en el bando de Arzú.

La jugada les salió mal y no lograron su objetivo, aunque harán lo necesario para hacerle creer a los operadores del nuevo Serranazo que Trump se tragó el argumento de que a Morales le pasa con Velásquez lo que al mandatario estadounidense le pasa con Robert Mueller. Repetirán que les fue bien hasta el cansancio porque lo necesitan para seguir justificando las maniobras que intentan para lograr sus objetivos.

Pero siendo justos, no nos debe sorprender esa doble moral porque no es cosa nueva. Ahora el tema de la presunción de inocencia es toral (aunque mal entendido), pero cuando la limpieza social andaba en su auge no se decía nada y cuando eran algunos funcionarios y financistas del gobierno de Alfonso Portillo los que desfilaban rumbo a tribunales, no había tales de mediatización sino una simple y correcta aplicación de la justicia.

Como sociedad tenemos el reto de jugar nuestro papel para evitar la instauración de la dictadura de la corrupción, pero también debemos pasar de la defensa a la acción y la propuesta porque los problemas que complican el futuro del país en el tema social y económico, están ahí y han querido ser invisibilizados bajo la excusa de que esto es un tema de derecha vs izquierda, cuando en realidad es una batalla contra la corrupción cometida tanto por quienes se dicen de izquierda como de derecha.

Debemos ser capaces de detener las ofensivas oficiales que ya empiezan a estar cargadas de muchas dosis de desesperación y eso es lo que torna todo mucho más peligroso, pero también debemos atinar a ganar batallas claves como la continuidad de Velásquez, de la Corte de Constitucionalidad (CC) y que no caigamos en la militarización y restricción de garantías.

Adicionalmente, está la batalla del nuevo Fiscal General y la batalla de los espacios electorales (reforma a la Ley Electoral), porque nunca podremos echar a andar cualquier agenda que busque la sostenibilidad social y económica en estas condiciones y eso lo tenemos que entender todos, desde los más grandes capitales, hasta los que emigran y quienes se saben y siente pobres para siempre.

Se vienen días duros y encontrar la agenda mínima y la forma de ejecutarla, será la clave ciudadana.

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