Juan Antonio Mazariegos G.

Los medios noticiosos indicaban esta semana que la más famosa criptomoneda, el bitcoin, había alcanzado los 15 mil dólares por unidad, consumando una subida del 2,500% en los dos últimos años que convertía en millonarios a los tenedores de los mismos y acababa con las predicciones de muchos analistas que veían cómo se derrumbaban sus augurios sobre esta moneda digital que rompía hasta por diez veces el umbral que consideraban como el límite definitorio de la moneda de riesgo.

El bitcoin en cuestión, se basa en un programa o software denominado block chain, creado por una persona anónima que ideó el mismo, estableciendo o creando un producto finito, del cual, bajo ninguna circunstancia, se podrían obtener más que los que pueden obtener una serie de programadores, también conocidos como mineros, a través de resolver complejos problemas o juegos matemáticos con los que obtienen como premio, unidades de esta criptomoneda, las que pueden poner a la venta en el mercado al valor que en ese momento determinara la demanda de los mismos.

La escasez de las cosas o los bienes define su valor. El oro o los diamantes no tendrían valor alguno si se encontraran en el mundo como la arena; el petróleo no definiría políticas o habría desatado guerras de existir en la naturaleza como el agua. De igual manera los bitcoins deben su valor actual a dos factores, el primero, el software que encripta o esconde las monedas y que libera, aproximadamente cada 4 años, una cierta cantidad de ellas, para que luego de la correspondiente labor de los mineros, se distribuyan generando una escasez controlada y, en segundo lugar, la naturaleza humana y su innato deseo de acaparar y especular.

Sin duda el anónimo creador del bitocoin es un genio matemático y de programación, pero sobre todo es un genio en su capacidad de entender y conocer a los humanos, al haber creado un objeto que atrajera el interés, que adquiriera un valor de la nada y que transformara una burbuja imaginaria en un objeto de deseo y le diera un valor hasta ahora exponencial.

No poseo ningún bitcoin, carezco de un monedero digital en el cual almacenarlos y no estoy en consecuencia afecto a la explosión de la burbuja o a las ganancias que pueda generar, sin embargo, entiendo que al igual que el descubrimiento de un manto gigantesco de petróleo derrumbaría el precio de los carburantes, también el valor de los bitcoins está sujeto a la especulación, al descubrimiento de un software que supere las barreras de su creador y libere a todas las monedas que faltan, las pueda multiplicar o que simplemente otro bien, por ejemplo otra criptomoneda, despierte el anhelo humano por poseerlo y lo cambie por sus bitcoins, hundiendo su valor.

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