Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Platicando hace algunos días con un amigo respecto a las oportunidades desperdiciadas que ha tenido nuestra Guatemala en los tiempos recientes, me decía que “ojalá la historia le cobrara a Alejandro Maldonado Aguirre su papel pusilánime, por decir lo menos, cuando fue Presidente y estuvo llamado a liderar la transición del país”, ya que en lugar de ser el mandatario que sentara las bases para el cambio, se convirtió en un guardián del sistema para que Jimmy Morales, el nuevo Congreso y sus respectivos financistas lo recibieran intacto.

Desde entonces, se han venido gestionando esfuerzos para intentar que todo cambie lo suficiente para que nada cambie y desde el 27 de agosto de este año (con la declaratoria de non grato), ya no fue posible seguir guardando apariencias y eso nos ha puesto en una complicada situación que ha trascendido hasta el campo económico al punto de generar preocupación en quienes han gozado de oportunidades, no digamos para quienes nunca las han tenido.

Y por mucho que queramos tapar el sol con un dedo, no habrá forma en la que podamos enderezar nuestra realidad nacional sin cambios y por eso es necesario que podamos iniciar un proceso de transición para lograr materializar aquellas medidas que son necesarias para un futuro diferente y eso implica, como punto de partida, que las elecciones de 2019 se celebren con reglas diferentes en especial para elegir diputados.

Pero esos cambios no los puede materializar un Congreso con al menos 31 legisladores enfrentando la justicia y por ello es imperativo un proceso de depuración y renuncias, pues tal y como están las cosas se sienten empoderados para materializar algunos de los acuerdos que dieron vida a aquel día infame del 13 de septiembre pasado.

Mientras nuestra ejecución del gasto tenga la composición que tiene al día de hoy, mientras no seamos capaces de lograr cambios de fondo en la manera en que adjudicamos la compra de bienes o la contratación de obras o la forma en la que otorgamos licencias para la utilización de nuestros recursos naturales, no tenemos futuro alguno porque no importa si el presupuesto es 10 o 100, nunca habrá dinero suficiente para atender las grandes necesidades.

Ha sido claro que la política de Estados Unidos es, además de apoyar la lucha contra la corrupción y la impunidad, arropar lo más que se pueda a la institución de la Presidencia y que el país del Norte tiene una política de “mi hijo de puta” (como el caso de Somoza en Nicaragua), lo que le abrió la puerta a Jimmy Morales para ser el mandatario que tras declarar non grato a quien lo investigaba, sea quien lidera el cambio, pero los quebrones de cara han sido constantes y por eso es que quienes lo apoyaron para expulsar a Velásquez ya estaban pensando en su recambio.

Que decidan si lo quieren hacer con Morales, Cabrera o un tercero, pero la transición que como país debemos emprender es inevitable si en realidad deseamos tener un futuro mejor y si EE. UU. quiere que no seamos una mayor amenaza a su seguridad nacional. Algunos detractores, para meter miedo, han dicho que seremos Venezuela si se sigue luchando contra la impunidad y la corrupción, pero yo me temo que ya lo somos porque también tenemos un aparato estatal que procura impunidad.

Hay quienes entiende perfectamente que no hay futuro para todos en las condiciones actuales y lo entienden tan bien que por ello es que no desean cambios pues saben que el sistema como está les quita algunas oportunidades, pero les permite encontrar vericuetos en otros temas que les resultan claves y por eso es mejor entretener cualquier asomo de cambio.

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