*David Napoleón Barrientos Girón
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La violencia sube de tono, sus motivaciones ya no provienen de ideologías extremas, ha mudado a modelos de terrorismo y lavado de activos que permiten las organizaciones que a través de la violencia ejercen influencia, o sea que resulta mejor el lucro, propicio para la confluencia de crimen y terrorismo, pretender ante ese escenario imitar a sociedades sin fuerzas armadas es tremendamente irresponsable.

La concepción de la defensa del siglo XXI se encamina a disuadir las amenazas críticas que enfrenta la región, orientándose hacia la función natural de fuerzas armadas; la defensa externa regional o de fronteras para enfrentar trasiegos ilícitos lo cual contribuye de manera directa a la seguridad interior, el resguardo de la infraestructura estratégica y los recursos naturales, la defensa civil y el combate a la corrupción como eje transversal de estado.

La discusión respecto a la función y organización de fuerzas armadas es un tema pendiente de la sociedad guatemalteca y debe hacerse al margen de cargas ideológicas extremas o intereses mezquinos y particulares, dejar de hacerlo solo prolonga la disfunción institucional, la corrupción, desencanto que la empieza a envolver, con las amenazas a vuelta de la esquina o peor aún ya en la cocina.

La fuerza armada debe conformarse de acuerdo a una combinación de los siguientes elementos: configuración territorial, ubicación geoestratégica, recursos e intereses nacionales a proteger, amenazas existentes, pero sobre todo a los recursos económicos que se decidan orientar a la defensa para garantizar el cumplimiento de su misión constitucional. Esto da cabida entonces a la alternativa de un ejército con el mínimo necesario de fuerza permanente, la implementación de tecnología y material de uso diverso (dual) y con una reserva numerosa. Esta configuración de fuerzas armadas está basada en cuadros orgánicos adecuados para ser llenados por los ciudadanos que sea necesario integrar para responder a la amenaza, debe contar con el material bélico e infraestructura para albergar grandes unidades en su proceso de integración. Al fin y al cabo en los guatemaltecos existe la innegable identificación y espíritu militar arraigado que permitiría la implementación precisa de este modelo.

La fuerza militar por su puesto, debe contar con unidades permanentes desplegadas estratégicamente para dar respuesta inmediata a situaciones inesperadas, con la tecnología que sustituye fuerzas regulares numerosas. Esta visión de organización y un modelo de gestión transparente que privilegie la ética, aprovecharía mejor al excelente recurso humano enlistado en el Ejército.

La fuerza militar no solo debe ser adecuada si no respetable, que permita a la sociedad apoderarse de la misma, revirtiendo la situación que ya está rebasada de control a la población, debiendo ser la sociedad en su conjunto la que se apodere de su fuerza armada, siendo todos parte de la reserva disponible y con la función de defensa muy clara, de la que sea un orgullo ser parte.

El liderazgo que Guatemala ha tenido en la región no debe perderse, existen suficientes justificaciones y potencialidades de país para empeñarnos en mantenerlo, una fuerza armada respetable hace a un país respetable, la decisión es de los guatemaltecos y los militares jóvenes son un potencial que no debe desperdiciar esta sociedad, son el soporte del futuro desarrollo.

*General de Brigada

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