Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Al leer la introducción a las lecturas de la misa dominical pensé que se trataba de un mensaje muy especial para ciertas situaciones que hemos vivido en Guatemala en el marco de la crisis derivada del destape de la corrupción. En la aplicación de misal que utilizo, la explicación de las lecturas decía: “La denuncia del profeta Malaquías va dirigida directamente a los sacerdotes que realizaban una pésima interpretación de la alianza; en vez de aprovecharla para promover la vida y la paz entre los hijos de Israel, los sacerdotes denunciados por Malaquías, extraían interpretaciones parciales para favorecer a los influyentes. En la severa denuncia que dirige el Señor Jesús contra los escribas y fariseos, exhibe su búsqueda desmedida de honor y reconocimiento público. Gustaban de recibir títulos que solamente correspondían a Dios. Imponían obligaciones muy duras sobre la conciencia de las personas, mientras que ellos se desentendían de cumplirlas. Tales dirigentes habían desfigurado la verdadera finalidad de su cargo, que no era otra que servir ejemplarmente a sus hermanos.”

Pienso que sobran los comentarios ante tan claro y categórico mensaje en referencia a la actitud que a lo largo de la historia han tenido tantos clérigos que, como humanos, pierden el norte y el sentido de su ministerio y se ponen al servicio de la gente poderosa ya no para ablandarles el corazón y lograr que tengan actitudes coherentes con la gente más necesitada, sino simplemente porque su verdadera vocación es la de estar siempre en las esferas del poder tanto político como económico. Ciertamente hay sectas aún dentro de la Iglesia Católica que hacen de eso su modo de vida y concentran su apostolado en la lisonja del poderoso ante quien siempre se ponen de alfombra, pero también hay individuos que traicionan su formación más profunda porque, como humanos, dan preferencia a sus propias ambiciones y en la búsqueda de oportunidades para escalar posiciones llegan a perder hasta la vergüenza.

Afortunadamente ni son todos ni siquiera son la mayoría. Lo vimos el mes pasado cuando se publicó el último mensaje de la Conferencia Episcopal de Guatemala en el que con seriedad y carácter objetivo se abordó la coyuntura para orientar a los fieles sobre el impacto que en la vida tiene ese comportamiento inmoral de la corrupción, rompiendo la línea del último mensaje de Gonzalo de Villa, quien dijo actuar en nombre de todos los obispos para defender la agenda particular de un Nuncio divorciado del mensaje del Papa Francisco sobre la corrupción, lo que fue un auténtico chaquetazo a tiempo a favor de quien ha sido uno de los puntales de respaldo para los políticos cuestionados por señalamientos de actos de corrupción.

Y es que uno olvida cuán profunda y vigente se mantiene la palabra de Dios, no sólo en el Nuevo Testamentos en el que Jesús tan claramente señala los comportamientos impropios de los fariseos y los escribas, sino también en el Antiguo Testamento donde Malaquías, el Mensajero de Dios, no se anduvo por las ramas para señalar a los sacerdotes que “extraían interpretaciones parciales para favorecer a los influyentes”, aunque éstos puedan ser déspotas abusivos que usan el poder en su propio beneficio.

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